sábado, 20 de diciembre de 2008

Belén


Este es uno de los dos belenes que hay en nuestra casa (si no contamos el que está dentro de una calabaza), y es mérito todo de Laura. Es sencillo, pequeño, y está en un rincón, como ocurrió en la vida real. Sólo que aquí no puede pasar desapercibido, porque nada más entrar en la casa se descubre, recibe a los dueños o al visitante. Interpela, espero, llamando la atención con una pequeña luz. Exige pararse, acercarse, para ver el detalle, para apreciar y comprender, para sacar conclusiones. A la vista del misterio, ya nada debiera ser igual. Ya no deberíamos ser iguales. Hay un antes y un después, como nos dice la cronología. Pero también algunas biografías se transforman después de Cristo, una vez que ha dejado huella en nuestra vida. Esa impresión penetrante ya no desaparece por muchos años, distanciamientos o desgracias que jalonen la vida. Está ahí, tal vez arrinconado, pero con un rescoldo de calor y luz que todavía puede devolvernos la esperanza. Feliz Navidad, porque la felicidad es posible gracias a este nacimiento, al que se lo debemos todo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

De rollos y bombos


El Ministerio de Sanidad (?) español ha puesto otra campaña para el uso del preservativo, que a ritmo de hip-hop, y en un lenguaje (?) adolescente trata de convencer a los jóvenes para que no tengan relaciones sexuales sin protección (?): "Yo no corono rollos con bombo", es una de las estrofas de la coplilla.
Las conclusiones que extraigo de esta noticia son que la juventud es considerada como un rebaño animal y analfabeto, que debe emplear la única neurona que le queda para ponerse un condón. Es falso que las campañas que promueven el uso del preservativo no induzcan a mantener relaciones -las propias estadísticas crecientes (o menguantes, según se mire) lo demuestran-, y también es falso que el número de embarazos no deseados (y abortos) aumente por no usar el condón, porque éste no es infalible.
Por lo tanto, pretender que esta campaña va a prevenir el número de abortos no es una ilusión -no me creo que alguien pueda ser tan tonto-, sino sencillamente una mentira. Es lamentable que por razones ideológicas se tropiece reiteradamente -y cada vez con más fondos públicos- en la misma piedra y sólo se consiga ir a peor. Si hubiera verdadera responsabilidad se admitirían otras soluciones que empiezan mucho antes de que los dos jóvenes se hayan metido en la cama. Para entonces no queda mucho que prevenir.

martes, 2 de diciembre de 2008

Actualización


Ante todo, mis disculpas. Me voy desligando poco a poco de mi blog y no tengo excusas, salvo que valgan todas las demás cosas a las que dedico mi tiempo. Voy a intentar enmendarlo.

Me he adherido a derechoavivir.org. Ya sabéis, defensa de la vida frente al aborto. Todo lo que se diga es poco en esta cuestión, y la prueba es que el número de crímenes crece y crece, y la aceptación social parece no cambiar, lacra que ya denunció Julián Marías como la peor del siglo XX (y lo que llevamos de XXI). No hay que perder una sola ocasión para defender la vida, no hay que callar ni una sola vez frente a quienes promueven, aceptan o se desentienden ante el aborto. El silencio es un cómplice culpable en este caso.

En otro orden de cosas, hemos terminado de ver la miniserie “John Adams”, donde se cuenta la vida del segundo presidente de los USA. Pero no hay milagros, porque era un hombre feo y engreído, tuvo problemas familiares y pocos amigos. Sin embargo era honrado, inteligente y patriota. La historia es realista hasta en las caries de los protagonistas. Y es humana, muy humana para los personajes que retrata, lo que da una idea de la madurez de ese país que tantos odian y los demás desprecian, pero que sin embargo es capaz de poner sus vergüenzas sobre la mesa al lado de sus méritos, y aun así sentir orgullo de sí mismo.

Vimos también el otro día “Appaloosa”, la última película que ha rodado Ed Harris, y que protagoniza junto a Viggo Mortensen, y una más detestable que nunca Reneé Zellweger, o como se escriba. Se ha dicho que es un western clásico, y lo es en la austeridad y sobre todo en la sensación de que se ha visto algo con chicha aunque la primera sensación no sea arrebatadora; las grandes películas dejan un poso que el tiempo de encarga de asentar, mientras las mayoría de las modernas pueden ponernos de los nervios en la butaca, pero en cuanto se sale del cine se han olvidado. Veremos. Llama la atención la rapidez con que se desarrollan los tiroteos, sin tomas repetidas ni ralentizadas, ni grandes acrobacias. Uno o dos tiritos y punto, porque, como dice Virgil Cole, “todos sabíamos disparar”. Lo que no me gustó nada fue la música, y creo que mi apreciación hubiera mejorado bastante con otra partitura.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Variaciones


El mundo está loco, y la verdad es una puñetera dificultad.
El mundo está loco, y la verdad brilla por su impertinencia.
El mundo está loco, y la impertinencia a veces es coherencia.
El mundo está loco, y el acusado suele ser el más coherente.
El mundo está loco, y los romanos también estaban locos (Obélix dixit).
El mundo es romano, y por eso estamos locos.
El mundo es romano, como fue griego y cristiano.
El mundo está lleno de ideas cristianas que se han vuelto locas (Chesterton).
Las ideas del mundo se han vuelto locas porque han olvidado que eran cristianas.
La verdad es que es una dificultad ser un puñetero cristiano en este mundo loco.
Un cristiano es un puñetero coherente con la impertinencia de no haberse vuelto loco.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Presidente negro


Por mucho que haya tratado de disimularlo –rapándose los rizos al máximo, y su mujer e hijos alisándose el pelo, no sé si como Denzel Washington al principio de “Malcolm X”-, Barak Obama, el nuevo presidente de USA, es negro, y esto ha sido un factor importante, tanto para muchos de los que le han votado, como para otros que no lo han hecho.

Hemos conocido inquilinos negros de la Casa Blanca en la ficción: los presidentes que aparecen en la serie “24”, extraordinarios, e incluso Morgan Freeman en “Deep impact”, y no sé si algún otro. La imagen ya no era nueva, aunque sigo creyendo que Sidney Poitier es el gran pionero de la buena imagen de los negros, con sus grandes caracterizaciones para el cine de personajes íntegros, buenos y elegantes.

Al margen de esto, ¿qué nos depara la llegada de Obama a la presidencia? Cambio parece la palabra crucial, aunque creo que no significa mucho, quizá mero cambio por el cambio, lo que no me gusta. Obama está a favor del aborto, y eso solo ya es negativo para mí. Pero no va a ser un presidente zp, eso que se lo quiten los progres españoles de la cabeza, porque mandará actuar al ejército cuándo y dónde lo estime necesario. Ya lo hizo Clinton, pero claro, ambos son demócratas, que es algo que los progres identifican erróneamente con el socialismo y les permite justificar todo lo que en los repúblicanos les produce arcadas.

Volviendo al principio. Obama es un presidente negro, y eso es casi lo único que me gusta de él. No me gusta su postura respecto del derecho a la vida, ni respecto de los matrigays, ni sus vínculos con el Islam. El que sea joven puede ser bueno o malo, eso no se puede anticipar. Pero el que sea negro me alegra. La vida real empieza a parecerse a las películas. Espero que, aunque nos esperen sustos, al final acabe triunfando el bien, como en las grandes americanadas de la pantalla.

Y con esto concluyo una entrada políticamente incorrecta, desconcertante y desconcertada.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Películas







Lo sé, lo sé, mi blog es un asco, lo tengo abandonadito. Y no es que no haga o me pasen cosas, tal vez es que son demasiadas.

En cuanto al cine, debilidad conocida de este bloguista, he visto bastantes pelis, y voy a comentar algunas que considero recomendables:

-La gran prueba (William Wyler, 1956): es la historia de una familia de cuáqueros durante la Guerra de Secesión americana. El reparto, encabezado por Gary Cooper y Anthony Perkins, está genial, el guión es estupendo, y además está llena de optimismo y enseñanzas valiosas. Es una de esas películas que, por mucho que se vean, no cansan.

-Iron man (Jon Favreau, 2008): otra prueba de que el cómic de superhéroes es un filón inagotable. Esta vez le toca el turno al «hombre de hierro», encarnado (debajo) por Robert Downey Jr. No se parece a otras pelis de lo mismo, contando con que hay acción y humor. Es buena, y el final, en su simplicidad, uno de los mejores que he visto últimamente (y eso que el cine moderno cojea precisamente de ahí).

-El cazador (Michael Cimino, 1978): otro clásico, relativamente reciente. Una película de grandes actores y con un director inspirado para hablar de la guerra de Vietnam y los hombres que destrozó. Es dura, pero cuenta con la ventaja de que, a diferencia de otras películas similares, el protagonista principal (Robert de Niro) tiene la simpatía del espectador, lo que hace más fácil la contemplación de esta película formidable.

Aparte de esto (y otras muchas más que no menciono por no alargarme), seguimos con la segunda temporada de El ala oeste, una serie con protagonistas y guiones cultos e inteligentes que da gusto ver, a diferencia de la bazofia que habitualmente se emite por la tele. Para que no se me acuse de rancietud, también estoy viendo la reciente John Adams, premiada miniserie que cuenta la fundación de los Estados Unidos. Envidia me dan, sinceramente.


martes, 14 de octubre de 2008

Lo que perdura


He perdido la cuenta de las cosas que he hecho hoy: leer prensa, leer libros, llevar el coche a revisión, pasarme por la universidad, hacer la compra (dos veces), ver las noticias, ver una serie, reciclar basura, contestar el correo, faenas domésticas, llamar por teléfono… y preparar una lista de las cosas que haré mañana desde muy temprano.

Entre la realidad virtual y la realidad volátil, entre tantos trajines, idas y venidas, me pregunto qué es lo que queda. Antaño se hacían menos cosas, se leía menos (aunque mejor), se tenía menos información y menos compromisos. Pero lo poco que se hacía llenaba una vida, se llevaba a cabo con cuidado, tesón y… perduraba. Me pregunto cuántas de las cosas que he hecho hoy dejarán huella. Quizá debería prescindir de la mitad, o de tres cuartas partes, y hacer el resto más despacio. Abarcar menos, pero apretar fuerte. Mejor hacer una catedral que un millón de cajas de cerillas.

Y este blog está incluido, lo que no sé es dónde.

lunes, 6 de octubre de 2008

Tierras de penumbra


C. S. Lewis, conocido como autor de Cartas del diablo a su sobrino o Las crónicas de Narnia, entre otras obras, era además un reputado profesor de Oxford cuando, ya maduro, conoció y se enamoró de una escritora americana, Helen Joy Gressan. Su breve matrimonio fue truncado por la muerte de ella, lo que sumió a Lewis en una profunda aflicción de la que sólo la fe, ayudada por la razón, le pudo sacar. La historia fue llevada bellamente al cine por Richard Attenborough en Tierras de penumbra, con Anthony Hopkins y Debra Winger como protagonistas.

La película es valiosa, hondamente humana y sencilla, a pesar –o precisamente por ello– de que sus protagonistas son personas intelectualmente insignes y el ambiente en que se mueven el de la más alta cultura. Es una película que habla de la fe, del amor y del dolor, e indaga en sus mutuos vínculos.

Pero mejor que en la película estos vínculos se descubren en el librito que Lewis escribió en su esfuerzo por enfrentarse al desgarro que le produjo la muerte de su esposa, titulado Una pena en observación. En esta obra Lewis reflexiona desde la posición de un creyente que piensa, como suele ocurrir, que Dios le manda cosas para ponerlo a prueba: «Claro que lo de “enviadas para probarnos” conviene entenderlo a derechas. Dios no ha estado ensayando un experimento sobre mi fe o mi amor con vistas a poner en claro su calidad. Esa calidad ya la conocía. En este juicio Dios nos obliga a ocupar al mismo tiempo el banquillo de los acusados, el escaño de los testigos y el tribunal. Él siempre supo que mi templo era un castillo de naipes. Su única manera de metérmelo en la cabeza era desbaratarlo».

Lewis descubrió, en la conmoción que le produjo la muerte de su mujer, que estamos hechos de frágil barro, y que ni nuestras firmes convicciones ni nuestros apasionados amores son nada al lado de la magnanimidad y misericordia de Dios. Débiles criaturas, debemos volver al Creador para que la vida no se nos venga abajo en un trance doloroso. Lo inteligente, pensaba Lewis, es descubrir en el dolor razones, que generalmente obviamos, para alimentar nuestra fe.

En cuanto al matrimonio, esta misma reflexión contribuía a iluminar sus sombras: «Escribía la otra noche que la aflicción no es el truncamiento del amor conyugal sino una de sus fases regulares, como lo es la luna de miel. De lo que se trata es de vivir el matrimonio cabal y fielmente también a través de esta fase. Si duele –y claro que duele– hay que aceptar tal dolor como un elemento inherente a esta fase. No pretender esquivarlo a costa de la deserción o el divorcio, de matar al muerto por segunda vez».

El hombre verdaderamente listo, como era Lewis, es capaz de religar inteligencia y amor, amor y fe. Eso no le librará del dolor, pero su vida será más plena, y tendrá sentido.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Lecturas


Escribió Jean Guitton: «Si los ateos estuviesen tan seguros de tener razón, no serían agresivos». Es una pena que tantos que se dicen ateos sólo busquen una respuesta fácil para no ir más allá, para no llegar hasta la verdad. Si la verdad fuera una meta, no habría ateos. Edith Stein contaba, de su vida antes de la conversión: «Mi única oración era la búsqueda de la verdad»; después pudo decir: «Quien busca la verdad, consciente o inconscientemente busca a Dios».

La pregunta sobre Dios no es una cuestión de mera fe. Juan Pablo II, al comienzo de su encíclica Fides et ratio lo deja bien claro: «La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad». Y añadía: «Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad de sí mismo». ¿Puede haber tantas respuestas en tan pocas palabras?

Pero estas son las respuestas que algunos se niegan a buscar, por un tozudo orgullo, o por pensar que se trata de algo secundario, y no puede haber un planteamiento más ingenuo. Ya lo dice Robert Spaemann: «Si Dios existe, entonces eso es lo más importante». Si Dios existe, todo cambia, todo cobra sentido (sin él, como dijo Dostoievsky, nada tiene sentido). Por eso es lo primero que hay que averiguar.

Hasta tal punto se cree en nuestra época que Dios no es necesario, que es una cuestión que se puede postergar, que incluso entre cristianos se da pábulo a los argumentos de ateos y descreídos, sólo por su superficial atractivo. Lo advertía el todavía Cardenal Ratzinger: «Su pensamiento parece más interesante, pero a costa de la verdad».

Si la verdad no es luz y guía, si Dios no es lo primero, si el complacer a los demás o las recompensas terrenas sustituyen a lo esencial, la propia Iglesia puede desnortarse. Según Nicolás Gómez Dávila: «A una Iglesia que no vuelve la espalda al mundo, éste le acaba dando la espalda». La Iglesia está para dirigir el rumbo a la Verdad, y entonces el mundo se volverá a ella, y volverá a Dios.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Prohibir el aborto


Todos lo esperábamos con ansia. Esta joven ministra, sensible y moderna, educada en un colegio de monjas, iba a dar el paso valiente que hacía falta: promover una ley que prohibiera el aborto. Se había dado cuenta de que el grito de los no nacidos y su sangre derramada en matanzas siniestras constituían una situación insostenible. No se podía permitir que unas madres, por angustiadas que estuviesen, llevaran a su hijo más indefenso al carnicero para que lo hiciese trizas; ya se buscarían otras formas, costase lo que costase, para paliar esa angustia, pero no a costa de la sangre de otros. Por fin una mujer progresista iba a decir sí a la vida, sí a la persona, sí al derecho a nacer y a probar el aroma del aire. Habían muerto muchos mientras tanto, nos habíamos embrutecido hasta extremos inimaginables, se estaba poniendo en peligro la supervivencia de nuestra sociedad. Pero con ella la pesadilla terminaba, se nos devolvía la esperanza.



O eso quisiera haber escrito.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Películas del verano


Coinciden los críticos en que éste ha sido un verano de cine inusualmente bueno, con películas que pueden competir por los óscars con merecimiento, y que además tienen una calidad contrastada. Yo he visto tres, y voy a comentar brevemente cada una:

Hancock: peli de superhéroe, y peli de Will Smith. Ambos detalles me atrajeron al cine. Es una pena que la publicidad previa quite la sorpresa de algunas escenas estupendas, y hay que reconocer que lo mejor de la película es el planteamiento, original y divertido. Luego la historia sale por donde uno menos se lo espera, y parece otra película. Pero así y todo está bien, los actores son buenos y los efectos especiales contundentes.

El caballero oscuro: la segunda parte no defraudó después de la grata sorpresa de la primera (no cuento anteriores “batmanes” porque esta es una senda diferente, la de Christopher Nolan). Y no sólo no defraudó, sino que alcanzó cotas muy altas de profundidad –valga la paradoja- en todos los aspectos, dejando la sensación de haber visto un peliculón –cuando fui el día del estreno, hubo aplausos, y eso no es corriente-. Toda la propaganda ha girado en torno al personaje de Joker, interpretado por el fenecido Ledger, y que resulta inquietante por su nihilismo absoluto –no sé si acierto con el término o si suelto un pegote-, aunque hay otros personajes estupendos, muy bien interpretados, y una historia de clímax continuo o sucesivo que te deja sin resuello, y un final bueno, o varios finales buenos, en el mejor sentido de la palabra.

Wall-E: a la historia de este robotillo la han calificado casi todos como obra maestra. La distancia y el tiempo nos lo dirán. Pero desde luego es emocionante, técnicamente perfecta, divertida y triste, dura y tierna, elegante y sucia, fría y calidísima, grandiosa e íntima,humana y artificial. Todo cabe, y todo está perfectamente encajado. Es tan buena que no se atreve uno a decirlo con la boca llena, para no romper el encanto.

Espero que el otoño no desmerezca.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Hablar de resurrección


Un conocido periodista elogia a un famoso actor que acaba de superar un cáncer, y de paso anima a otros enfermos “a no perder la mayor esperanza: la esperanza de la curación”. Claro que un enfermo desea curarse, pero, ¿es esa la mayor esperanza del hombre que sufre? Curarse está muy bien y es deseable, pero como mucho significa volver a una vida que al cabo de pocos años terminará, posiblemente entre nuevos achaques.

Antaño la gente ponía su gente ponía su esperanza en una nueva vida, en una vida gloriosa y para siempre, en la eternidad mediante la resurrección. Pero ahora se habla antes de reencarnación –con sus adornos estrambóticos- que de resurrección. Y las consecuencias se notan. Ya decía Julián Marías que no es lo mismo vivir creyendo que existe otra vida después de ésta, que pensando que el final está en la sepultura. La esperanza de un Cielo hace que no se acumulen tesoros en la tierra, que se relativice lo material, que no haya tantas angustias por tener tiempo para lograr los resultados y las satisfacciones de lo inmanente.

Por desgracia, ni siquiera los cristianos son hoy muy dados a hablar de resurrección, pese a que San Pablo decía que, sin la resurrección, su fe sería un dislate. ¿Estaremos haciendo el ridículo?

martes, 29 de julio de 2008

Beau Geste


Quien no haya perdido la infancia por el camino, seguirá gustando de las historias de aventuras. Yo me crié con Salgari, Verne, Hope, a los que luego se unieron los enredos de Agatha Christie y otros. Luego, desde hace año, vinieron a ocupar mis lecturas libros mucho más sesudos y… aburridos (a su manera).

Este verano estoy recuperando viejos sabores porque, entre rato y rato de trabajo en casa, cojo una novela, en lugar de mis habituales tochos. Así, he vuelto a leer “El misterio de cuarto amarillo”, de Gaston Leroux, novela mítica de mi adolescencia. También he disfrutado con la más reciente “El club Dante”, de Mathew Pearl, de quien espero ansioso comprobar si mantiene el nivel en su próximo libro.

Lo último ha sido especial. Desde niño sentí una gran fascinación por “Beau Geste”, de William Wyler, película de 1939 (el mejor año de la historia del cine), con Gary Cooper en el papel principal. Es una historia de la Legión Extranjera Francesa, en la que se mezcla un misterio que no quiero adelantar. Durante años busqué la novela en que se basaba, de P. C. Wren, y al fin la encontré en un mercadillo, y la acabo de terminar. Confieso que no me acordaba muy bien de la historia, y eso ha hecho que devore el libro casi sin pausa, pues mantiene la tensión hasta el final.

Estos son los sabores de los veranos antiguos. A quien los probó, lo animo a revivirlos.

viernes, 11 de julio de 2008

Anatomía de un asesinato


Ayer volví a ver «Anatomía de un asesinato», de Otto Preminger, esa gran película de juicios, una las mejores, que cuenta con un reparto excepcional: James Stewart, Arthur O’Connell, George C. Scott, Ben Gazzara, Lee Remick…, que lo bordan y entretienen a pesar de su largo metraje.

Mucho mérito en esto tiene también el guión, del nominado en esta ocasión Wendell Mayes, que es minucioso, inteligente, divertido y elegante, además de otros adjetivos que me dejo en el tintero. Tiene mérito que en su época -1959- se hable en esta película de violación, de bragas, de calentones, de espermatogénesis, incluso de fajas, sin perder la compostura y la educación. Lo que se cuenta es sórdido, hay varios personajes despreciables, y sin embargo la película, sin estar edulcorada, transmite civilización. Algún nostálgico pensará que así era el mundo antes de la muerte de Kennedy (yo no lo puedo decir porque no lo viví).

El guión tiene numerosas perlas, como cuando el asesino se disculpa ante su abogado por su actitud hosca: «Siento lo de antes», ante lo que el bueno y listo de James Stewart contesta con aburrimiento: «No, no lo siente». Son estupendas también las disputas entre los abogados en el foro, de las que siempre sale triunfador un James Stewart campechano y zumbón. Tiene gracia su inocencia respecto de la ropa interior femenina, y su insistencia en que Lee Remick use faja…

Bueno, yo pretendía hablar del guión, pero acabo hablando de James Stewart, ¿por qué será?

martes, 8 de julio de 2008

Nadal


Rafa Nadal ha ganado Wimbledon, el mismo año que ha ganado Roland Garros por cuarta vez. Y lo ha hecho en la final más larga de la historia. Este chico tiene mucho mérito, y su nombre va a pasar a la posteridad como un grandísimo deportista, no sólo español.

A mí me cae muy bien. Es mallorquín, pero orgulloso de su españolidad. Es del Real Madrid (bueno, ya sé que esto no es importante, pero…). Es sencillo, familiar, humilde y trabajador. Como ocurrió con Induráin, no estamos solamente ante un fenómeno del deporte, sino ante un modelo de persona, al menos en los aspectos que he mencionado. Es absurdo empezar a hablar de si es el mejor de la historia. Tiene sólo veintidós años, y una trayectoria espectacular por detrás, pero todavía muchísimo tiempo por delante para dejar una huella profunda. Espero que las lesiones lo respeten y que el éxito no se le suba a la cabeza. Si sigue en la misma línea, dará un ejemplo muy bueno a las jóvenes generaciones, que falta hace. ¡Vamos, Rafa!

viernes, 27 de junio de 2008

La Historia


Vivimos un momento histórico, nos dicen. ¿Y cuál no lo es? Porque la selección española ha pasado de cuartos, y ahora encima va a jugar la final. Si gana, me imagino que acaecerá el fin del mundo, el Apocalipsis, el final de la Historia, que decía Fukuyama.

No pretende reírme del éxito de la selección. Me alegro como cualquiera. Tampoco de los zangolotinos comentarios de los periodistas (los tengo atravesados, salvo alguna honorable excepción). En realidad, me iba a tomar en serio todo esto y a preguntarme: si esto es un momento histórico, ¿cómo lo recordaré el día de mañana, cuando sea (más) mayor?

Pues recordaré quizá que la victoria de la selección fue un respiro bajo el gobierno de Zapatero (quizá también para el gobierno de Zapatero); que cundió la exultación, y eso que estábamos en alerta naranja por el calor; que algunas canciones pusieron su banda sonora (espero no acordarme de Chiquilicuatre) a los acontecimientos; que la ilusión hizo brillar de nuevo los ojos de los deprimidos por la crisis (desaceleración acelerada, cambio brusco…) económica; que España entera se movilizó para que Virginia ganara OT por encima de los demás impostores no mucho mejores que ella; que fue un verano mágico y soñamos con futuros triunfos…

Todo esto parece el cuento de la lechera o una película americana. Pero habrá gente, tal vez mucha, que sienta todo esto y conserve una semejante memoria histórica. Y yo puedo imaginarlo en un ejercicio de empatía. Pero no sentirlo, me temo que no soy tan normal como el resto. O a lo mejor sí, a fin de cuentas me encantan las películas americanas…

martes, 24 de junio de 2008

Divagaciones en torno al tiempo y las tareas


«No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy», se ha dicho siempre. Aunque no sé quién lo dijo. Motivación, cuando se lo dice uno a sí mismo, a solas y con convencimiento. Reproche, cuando te lo dice otra persona, por muy querida que sea y por mucho que te esté queriendo al decirlo. Trampa, si haces como Felipe, el amigo de Mafalda, que después de colgar este lema en la pared, proclama con personalidad: «¡Mañana mismo empiezo!». En fin, todo esto a cuento del abandono de mi blog, que me exige estos y otros recordatorios.

Pero la frase puede hacerse más opresiva o candente si se nos recuerda: «No dejes para mañana lo que debes hacer hoy». Y es peor cuando ese hoy lo cambias por un ayer. Ay, cuando la perentoriedad se refiere a algo que ha ido quedando atrás, la obligación nos cuelga del cuello como una cuerda de cuyo extremo lejano pende una piedra, que conforme se hace más pequeña aumenta el riesgo de quebrarnos el pescuezo.

Ítem más: respecto de mis frustrantes intentos de régimen, una torva vocecilla susurra en mi interior cuando paso cerca de la despensa: «No dejes para mañana lo que te puedas comer hoy».

Soy un hombre de profundas (y gordas) contradicciones.

martes, 17 de junio de 2008

Indiana Jones etcétera


Por fin llegó el día en el que escribir sobre Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (que sólo con el título ya llena mi entrada). Lo hago cuando he podido verla en un cine con espacio para tanta aventura.

Mi valoración es buena. La película entretiene, tanto en cuanto a diversión como en lo que se refiere a tensión. La gracia y el peligro están bien dosificados, y generalmente bien ensamblados. La trama es rocambolesca, en algunos momentos absurda, e incluso paródica. Hay homenajes a otras historias, aunque a veces parecen de cachondeo –como el de Tarzán-, y otras son geniales, como la de Salvaje. Hay autocitas, como a la primera película de la saga, o a Encuentros en la tercera fase. Pero me ha llamado sobre todo la atención que un genio del cine haga imitaciones tan descaradas de títulos recientes: Van Helsing en la persecución por el borde del acantilado, La momia en el ataque de las hormigas, o Expediente X en el final. Precisamente en estas escenas está más presente el ordenador que en el resto de la película, donde se mantiene el estilo clásico de decorados y efectos especiales de las anteriores películas.

Los actores están bien, pero desaprovechados. El oscarizado Jim Broadbent tiene un papel despreciable –en cuanto a peso– como decano; los dos veces nominados John Hurt y Cate Blanchett cumplen en unos roles que les dejan poco margen de maniobra; y el veterano Harrison Ford recibe más golpes que en todas las demás películas juntas, lo cual es pasarse. No me ha gustado nada, y lo siento, Karen Allen, que en la primera película era mucho más humana y real que en ésta, absolutamente inverosímil.

Ya lo han dicho otros, y estoy de acuerdo; esta entrega está al nivel de la segunda, pero no de las otras dos. No es una película que deje huella, pero sí una agradable sensación de cine palomitero. Ni siquiera aturde pensar en una continuación, que se insinúa protagonizada por el joven Shia LaBeouf. No sé si será así, ni me importa: ya estoy pensando en Night Shyamalan.

lunes, 9 de junio de 2008

Las aventuras amorosas del joven Molière


No he leído a día de hoy nada de Molière, ni he visto representada ninguna de sus obras. Después de esta confesión de ignorancia, contaré lo que sé de él, aunque no sea cierto. En Las aventuras amorosas del joven Molière, como el propio título indica, este clásico dramaturgo aparece como protagonista de unas apócrifas peripecias de juventud, que, como ocurre otras veces, la película vincula con la realización de las obras de su posterior etapa triunfal.

Los elementos en común con la popular Shakespeare in love son más que evidentes. Sin embargo, creo que a mí esta me ha gustado más. Y eso a pesar de que es francesa, que el feo actor principal parece el heredero al trono austriaco –de la época-, y que el resto del reparto no me resulta muy familiar. Esta película tiene una ambientación exquisita, un guión de gracia finísima e inteligente (creo que en parte basado en la propia obra molieresca), una naturalidad cautivadora, incluso en medio de las afectadas actitudes del siglo XVII que recrea, y un elenco de intérpretes que, aunque chocante, resulta perfecto en sus papeles. Pero, además, tiene un fondo serio, que habla del arte, del amor y del sacrificio. Y esto no lo recuerdo en la de Shakespeare, que dentro de sus méritos me pareció más superficial, y quizá también más pretenciosa.

Película absolutamente recomendable, que me anima a leer alguna de las comedias de este autor que tengo aparcadas en la estantería. Ya me contaréis luego.

lunes, 2 de junio de 2008

Dogmas socialistas

Acabo de leer unas declaraciones de la Vicepresidenta del Gobierno (ya la conocéis, no me pidáis foto), en las que se refiere al fracaso de las medidas para paliar la violencia de doméstica (que ellos prefirieron llamar «de género» y ahora denominan «machista»). Según esta señora, para conseguir que la ley funcione hay que convertirla en dogma. Toma ya. Parece que el no creer ciegamente en las virtudes de la norma constituye la causa de su inanidad.

No es el único caso. Ya había oído a algunos pedagogos progres (otra de las grandes lacras de nuestro tiempo) responder a las críticas a la Logse (reconvertida en Loe) con el argumento de que es preciso que sus disposiciones tengan la intangibilidad de un dogma para que sus objetivos alcancen buen puerto. Mientras haya mentes cerradas que no admiten sus postulados, dicen, no habrá forma de comprobar la fuerza sanadora de sus virtudes para nuestros escolares.

La misma actitud podemos comprobar cuando nos adentramos en el terreno de la ideología de género, de tanto peso en la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y presente ya hoy por todas partes en nuestro ordenamiento jurídico. Es una de las claves de lo políticamente correcto, y aquí no se trata de que debas creerte sus ideas para que surta efecto; es que su consideración de dogma ha llegado a tal extremo que, si eres disidente, te quemarán en una hoguera inquisitorial laicista.

En el fondo, la idea del dogma lo que persigue no es el éxito de estas iniciativas tan discutibles, sino sencillamente anular las críticas. Si las leyes socialistas son dogmas de fe, a otra cosa mariposa, hablaremos del tiempo. Y de la tiempa.

jueves, 29 de mayo de 2008

Preguntar a la calle


No va a ser un día –hoy de nuevo me resistiré– en el que hable de las noticias-burradas que se ven en televisión, donde no se sabe si la barbaridad está en el contenido, o en el hecho de que lo presenten como información de interés.

Pero no me voy a alejar mucho de este ámbito. Porque hay otro aspecto de los programas informativos que me irrita, y que para anular mi esperanza, parece que cada vez ocupa más espacio. Se trata de la preguntita a la gente de la calle. No puedo soportar que, tras un par de frases en que se resume el argumento noticioso, los periodistas se declaren en huelga de neuronas y echen por la calle de en medio, o la que sea, para preguntar al vulgo su opinión sobre los asuntos más peregrinos.

Siempre hay algún agricultor jubilado tomando el sol, y que seguramente responderá con tino a la cuestión candente: «¿Ha hecho bien el Fondo Monetario Internacional en presionar a los gobiernos africanos que trafican con diamantes?». La respuesta será, sin duda, diamantina. No mucho más allá encontrará la atrevida reportera a la sagaz abuelita que acarrea la compra, la persona más cualificada para contestar al interrogante: «¿Cree usted que el Blue-Ray será pronto superado por un nuevo formato?». Cuánta perspicacia acrisolada entre fogones encontraremos en su respuesta. Por último, la intrépida periodista culminará su ronda de preguntas con la aportación conspicua de un estudiante de vuelta del botellón: «¿Debería reformarse el Código de Derecho Canónico para flexibilizar las condiciones de la declaración de apostasía?». La lucidez de su respuesta confirmará a todos lo rancio que sería hoy recordar ese dicho de «doctores tiene la Iglesia», frase que nuestro prócer botellonero jamás osaría repetir, perdón, conocer.

Después de estas hazañas dignas del Pulitzer, los periodistas no sólo habrán cumplido su secundario objetivo de rellenar el espacio informativo. Sobre todo, nos han proporcionado, sin pedir a cambio más que nuestra atención, una exacta radiografía de la sociedad española. Mil gracias.

martes, 27 de mayo de 2008

Marilyn


Últimamente estoy viendo varias películas de Marilyn Monroe gracias a que nuestro canal autonómico ha tenido a bien concedernos un ciclo de esta actriz. La mayoría las había visto, otras me resultaban desconocidas, y las demás lo seguirán siendo pues no entran en el repertorio habitual de las televisiones.

Mi impresión, en todo caso, es que Marilyn sigue llenando la pantalla, y no sólo por sus exhuberancias anatómicas, sino por un particular don para encantar el celuloide. No es un encanto, claro está, parecido al de Audrey Hepburn, que era la mirada y la gracia; tampoco es la elegancia femenina de Jean Simmons (otra de mis preferidas). El encanto de Marilyn es mucho más carnal, pero no sólo eso, porque de lo meramente carnal se acaba uno aburriendo. Con las otras dos actrices conformaría una mujer imposible, lo que confirma que el universo mujeril es el país de nunca acabar (de fascinarse).

Como actriz, Marilyn sigue ocupando un lugar muy inferior al de su mito. Pero creo que el cine no hubiera sido lo mismo con ella, que las películas que protagonizó hubieran sido otra cosa o no hubieran existido, que fue inspiración de hombres (o de machos, para entendernos), y por eso quizá al resultado no se lo llama poesía. De deportistas a intelectuales, los hombres no fueron más que hombres al caer rendidos ante ella.

Murió triste, hueca y desesperada, mientras su belleza aún era lozana, aunque a saber lo que ella tenía en su cabeza. Dejó una película incompleta, como diciendo que su personaje no estaba acabado, que de esta rubia no se cansaba nadie, salvo ella. Empezó desnuda en un calendario, pero el cine la vistió con sus mejores galas, y el tiempo no pasa por aquello que tocó, que continúa cautivando porque ella aparece.

jueves, 22 de mayo de 2008

En el Valle de Elah


Paul Haggis debe de ser un tipo bastante listo. Gracias a Crash ganó el óscar a la mejor película y al mejor guión. Además le debemos los guiones, entre otras, de Cartas desde Iwo Jima y Million Dollar Baby. En su última película, En el Valle de Elah, vuelve a repetir múltiples facetas, que también le han sido reconocidas. Es un cine inteligente, lleno de cargas de profundidad, que sabe aprovechar a través de la hábil dirección de excelentes actores.

En esta última película se cuenta una historia vinculada a la guerra de Irak, pero que se desarrolla en Estados Unidos. Un padre –Tommy Lee Jones, cada vez más surcado de tristezas– busca a su hijo, que ha vuelto de aquel conflicto como un veterano invisible. Su dolor y el de su madre –la siempre increíble Susan Sarandon– crecen a lo largo de la historia, con subrayados que son casi siempre silencios, miradas perdidas, ansiedades que tratan de espolear esperanzas que exhalan su último suspiro. Colabora en la búsqueda una policía que arrastra su propio saco de problemas, una Charlize Theron que no parece ella, sino una chica cualquiera o una estrella apagada. Las implicaciones humanas son tremendas y terribles, y los esfuerzos se ven recompensados con la confirmación de una tragedia que deja de parecer humana.

Es una película que va más allá de lo político o lo policíaco, y retrata el dolor de las personas. Un dolor que arrastra los pies por un pasillo con el peso del mundo bebiéndose los corazones. Un dolor que en cada gasolinera o lavandería quiere ver lo que ya no existe. Un dolor que clava su dedo en el pecho para sobresaltar a media noche al que estaba rendido. Un dolor que se agiganta en la desesperación de quien ha dejado de comprender.

Pero los hombres se sobreponen, y desde el dolor y la incomprensión piden ayuda. No era preciso el subrayado final, ya sabíamos que sólo Dios podía acudir en su auxilio.

martes, 20 de mayo de 2008

Chikicosas

A veces uno escribe en estado de shock, y se entra en materias que no son las propias para hablar de cosas que tal vez no lo merecen, pero nublan la visión. En realidad, este estado empieza a no ser tan raro en España.

Hoy he visto en las noticias cómo ese personaje lamentable que canta lo del Chiki Chiki llegaba a Belgrado y daba una master-class en el Instituto Cervantes de allá. Casi huelgan comentarios, sobre todo el de que el muerto insigne levante la cabeza. Resultaba surrealista ver a los pobres serbios con ansias de aprender español confesando su contento por haber conocido nuevas palabras, las que salpican la letra del conocido sonsonete, que gracias a Dios no tengo el disgusto de conocer.

Es, sobre todo, patético ver a Televisión Española enfangada en el respaldo de este personaje y sus bajezas por el hecho de que constituye su apuesta para Eurovisión. Después de esto, que cierren y se vayan todos a casa a quitarse los piojos.

Sé que es un tema indigno de mi blog, pero a veces uno también se contagia de la peste ambiental. Por supuesto, no pienso poner foto.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Centauros del desierto


Se abre una puerta. El desierto texano, un jinete que se acerca, y una mujer sobresaltada que lo espera. Esta película de John Ford es una obra de arte, un disfrute para los sentidos, pero también para la razón, la libertad y el amor. Una enseñanza continua de la persona y el paisaje, de la persona en el paisaje, de la lucha por vivir y de la dificultad de abrirse camino cuando todo es polvo. John Wayne construye un personaje formidable, complejo, abrupto, un poco gamberro a veces, como residuo tal vez de un pasado que se nos trasluce como poblado por la energía juvenil y el amor, pero que se endureció con capas de guerra y decepción. La aventura y el sacrifico, el amor y el humor, todo ello se nos presenta desde un prisma perfecto en el que todo lo importante, que es todo lo nimio, reluce con naturalidad e importancia. No es pasar un rato viendo una película del oeste, es tener una experiencia estética y humana que nos cultiva, y que conviene repetir una y otra vez. Al final, una puerta se cierra, y el hombre se aleja concluido su trabajo de Hércules, habiendo sobrevivido a una tierra siempre dispuesta a engullirlo, habiendo vivido.

viernes, 9 de mayo de 2008

Un meme

Fran (http://luzapacible.blogspot.com/ ), que tiene un blog tan sensible y bonito como el nombre que le ha puesto, me encomienda la misión de hacer y pasar un meme, que por lo visto es algo pensado para el mejor conocimiento interblogueril. Como estoy encantado de sus visitas y ha encomiado mi blog en el suyo, no puedo menos que responder positivamente a su invitación.

Las normas del Meme son:
1.-Poner el enlace de la persona que te envía el meme en el blog.
2.-Escribir las reglas en el blog.
3.-Compartir 6 cosas no importantes y 6 que nos gusten.
4.-Avisar a 6 personas y dejar comentarios en sus blogs.

Lo que considero que no es importante:
1.- El 99% de los programas de televisión.
2.- Las opiniones de la gente de la calle que incrustan continuamente en las noticias (tengo pendiente una entrada sobre esto).
3.- Lo que piensen los demás de lo que creo yo.
4.- Lo que dicen y hacen los políticos para la galería.
5.- El fútbol.
6.- Tener que salir de copas todos los fines de semana.

Las cosas que más me gustan, o algunas de ellas:
1.- El cine clásico, sobre todo si viene de Capra, Ford, Hitchcock, Welles...
2.- La literatura, también clásica, sobre todo los novelones rusos, y la novela histórica del XIX, que tengo tan poco tiempo de leer.
3.- La poesía.
4.- Escribir, sobre todo cuando termino –ahora estoy con un artículo que estoy deseando quitarme de encima–.
5.- La buena mesa.
6.- El disfrute de la naturaleza, el arte, la verdad, la bondad y en general todo lo que es hermoso.


Por supuesto, todo lo anterior es inmensamente mejor si además lo comparto con mi mujer.

Le paso el meme a:
- Sinretorno
http://caraacara.blogspot.com/, porque es un gran clásico y otras cosas más también grandes.

- Ángel
http://estalacosamuymala.blogspot.com/ porque es quien me metió en el mundo del blog, y el suyo es de los más divertidos y mejor escritos que seguramente existen.

- Fray Guillermo
http://portu-tatis.blogspot.com/, porque aunque no visito su blog, él de vez en cuando se deja caer por el mío para discutir un rato.

- Regina
http://invitameavivir.blogspot.com/, porque le gusta la poesía.

- Capitan Achab
http://elcapitanachab.blogspot.com/, porque tiene un blog inteligente y erudito, y muchas de sus entradas merecerían ser pagadas.

Y, siento decirlo, pero no tengo más, porque mucha de la poca gente que entra en mi blog no tiene blog. Tengo pocos amigos, y además sin blog… esto es muy triste. Me quedo sin cumplir las reglas del meme.

martes, 6 de mayo de 2008

La Reina de África


He visto últimamente dos películas que me parecen antagónicas, aunque las dos trascurren en África y en medio de guerras mundiales –la primera y la segunda-. Se trata de La Reina de África (John Huston, 1951) y El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996). Ambas traen fama de historias de amor, aunque sobre todo la segunda va de eso, mientras la de Huston podría pasar también por una peli de aventuras.

Tras haberlas visto y haberlas rumiado, tengo claro que la historia de amor está en La Reina de África. ¿Qué, si no el amor, lleva a un hombre a imitar a hipopótamos y monos delante de su amada y ésta le ríe las gracias? ¿Qué, si no el amor, permite sacar adelante un proyecto que parecía imposible, compartiendo todas las penalidades que arrastra y animándose mutuamente? ¿Qué, si no es el amor, puede convertir cada trato y cada roce en una muestra de respeto y delicadeza, incluso en medio de las condiciones más deplorables? ¿Qué, si no el amor, hace pensar a una pareja en el matrimonio cuando la muerte les aguarda al minuto siguiente? Pues todo esto se da maravillosamente en La Reina de África, que he de proclamar como una de las grandes películas de amor de la Historia.

El paciente inglés, por su parte, lleva en la intención ya de entrada el presentarse como una de las grandes historias de amor de la Historia, y yo no lo encuentro por ningún lado. Claro que algo parecido ocurre con otras como Lo que el viento se llevó o Memorias de África. En ellas hay engaños, traiciones y violencias, dentro de la misma pareja, pero también pasión tórrida y dependencias enfermizas. Todo ello remarcado por músicas inolvidables y parajes idílicos, donde los bellos protagonistas se entregan a sus impulsos. Los pobres Humphrey Bogart y Katherine Hepburn que viajan en su barcaza por un río africano, feos y ya talluditos, con un aspecto lamentable durante la mayor parte de la película, y en unas condiciones insalubres, se aman mil veces más que todos los otros juntos. Y no van de historia de amor. Pero eso es lo que pasa también en la vida real: unos ganan la fama y otros cardan la lana. Luego no extraña que nos pongamos a imitar a los que no son.

miércoles, 30 de abril de 2008

Puente


¡Nos vamos de puente! No voy a decir adónde -aunque la foto es una pista-, pero sólo diré que nos espera una buena jornada de coche. Nos hemos comprado ropa de campo, casi de camuflaje, para que, si nos perdemos, nadie nos encuentre. Porque queremos perdernos, aunque también queremos encontrarnos, pero no que nos encuentren.
En fin, esta entrada es un poco light y un poco insustancial, pero tenía que decir que el blog estos días estará cerrado por vacaciones -en días pasados ha estado cerrado por trabajo, que esto es no parar-. Deseo a todos los lectores y visitantes que todavía se confunden y entran aquí, que lo pasen igual o mejor estos días, y se relajen un poquito.
Saludos.

miércoles, 23 de abril de 2008

Día del Libro


Hoy, 23 de abril, es una de mis fechas preferidas del año. Se celebra el Día del Libro, por aquella confluencia, más bien legendaria, de las muertes de Cervantes y Shakespeare, en el lejano 1616. La cuestión es que hoy los libros salen a la calle, y, lo que es más importante, con descuento, aunque sea chico. Todos los años reservo algunos títulos, especialmente caros, para conseguirlos este día a un precio más bajo. Lo preparo durante semanas, y desde muy temprano me lanzo a la busca y captura de mis objetivos.

Este año las grandes librerías me cogen más lejos. Además, en mis previos acercamientos, no le logrado localizar los títulos deseados. Así que he probado suerte por internet, y ¡oh sorpresa! no sólo he encontrado los libros que buscaba, sino que también por esta vía se aplica el descuento festivo, espero que no sólo con carácter virtual.

En definitiva, por no volverme loco –siempre compro la décima parte de lo que hubiera querido–, he encargado dos libros tras los que llevaba algún tiempo: “El gran libro de la mitología griega”, de Robin Hard, con el que espero refrescar los recuerdos de otros libros parecidos que leí con fruición (utilizo esta palabra para resaltar la repelencia) en mi infancia; y “Cristina, hija de Lavrans”, novela histórica de Sigrid Undset, premio Nobel noruega convertida al catolicismo, con el que espero sorprender a mi madre en su próximo cumpleaños (bueno, el hecho de que sea un libro no creo que la sorprenda demasiado).

En conclusión, mi Día del Libro este año ha sido un poco más frío y menos aventurero de lo habitual, pero, qué queréis que os diga, me parece que repetiré.

lunes, 21 de abril de 2008

Soledad


La otra noche me desvelé. Llovía con fuerza en la calle, mientras la casa parecía un refugio seguro, pero no indestructible. Además había cenado demasiado –y comido y merendado demasiado– y mi cuerpo estaba incómodo y rebelde. Después de un rato de dar vueltas, me fui al brasero y encendí la tele. No conocía la programación de las cinco de la madrugada. Enseguida descubrí que era de relleno y desolación. Aparte de una retransmisión en directo –desde Pekín, claro– de natación sincronizada (que sólo verían las emocionadas madres y los fastidiados novios de las chicas), únicamente encontré programuchos de esos en que un presentador pretende vender alguna burra coja a cambio de una simple llamada telefónica de avaros colmillos.

Entre tanta morralla, uno de estos programuchos atrajo mi atención. Una mujer rubia y ojerosa permanecía inmóvil, mirando fijamente a la cámara, con una mano posada amenazadora sobre el teléfono. La imagen siguió estática durante un rato, y pensé que la señal se había bloqueado. Hasta que de pronto, la pétrea presentadora bramó: “¡Tenéis que llamar ahora!”. Su tono era de ultimátum, pero latía en él la desesperación. Nadie la acompañaba, ni dentro ni fuera del estudio. Probablemente hasta el cámara se había ido a dormir, tras haber aleccionado a la mujer para que no abandonara el encuadre fijo y continuo. Me sentí interpelado, como si la presentadora hubiera estado aguardando en vela mi incorporación al programa. Adiviné su soledad abrumada como una enfermedad contagiosa que esperase propagarse por vía telefónica. Rápidamente apagué la tele y me dediqué a escuchar el tranquilizador rugido de la tormenta.

miércoles, 16 de abril de 2008

Apocalypse now (redux)




«El horror… El horror…». Las palabras de Kutz son, en su cadencia de estertor, la mejor definición de la pesadilla que Willard y sus hombres protagonizan, alcanzan o arrastran (nunca se sabe) a lo largo de un río serpenteante en el que se tropiezan con coroneles surfistas, con Wagner, con helicópteros, con el napalm, con tigres, con cabezas cortadas y con chicas playboy. Un viaje al corazón de las tinieblas, que tal título le puso Joseph Conrad, aunque él lo escribió pensando en el Congo y no en Vietnam. Coppola y Martin Sheen hicieron su propio viaje atormentado, del que casi no vuelven, rodando la historia en Filipinas, y rodando sus vidas en drogas, locura y alcohol. Al volver traían bajo el brazo el alma aterida y una obra maestra forjada en la fragua de lo insoportable, donde el hombre corre el peligro de despeñarse por los precipicios del sinsentido. Supongo que sólo un par de católicos pudieron llegar tan lejos y regresar; otros no hubieran llegado, por no creer en el pecado, o no hubieran vuelto, por no concebir el perdón.

Por fin la he visto. Y me he quedado con el alma aterida bajo el brazo.

martes, 8 de abril de 2008

Charlton Heston


Ha muerto Charlton Heston a los 83 años, y esta entrada es homenaje a él. Porque es un icono del cine, del mejor cine, y forma parte de la imaginería del siglo XX. Porque participó en películas míticas que han pasado a la Historia y que no me canso de ver. Porque estuvo toda la vida casado con su única esposa, que estuvo a su lado al morir. Porque el impresentable de Michael Moore la tomó con él porque defendía lo que en Estados Unidos es un derecho constitucional. Porque estuvo al lado de Martin Luther King y luchó por el fin del racismo.

Otras razones son sus personajes inolvidables en pelis inolvidables. El violento y valiente hacendado Christopher Leiningen de «Cuando ruge la marabunta». El bíblico Moisés de «Los diez mandamientos». El discreto inspector Vargas de la fabulosa «Sed de mal». El rudo capataz Steve Leech de «Horizontes de grandeza». El príncipe Judá «Ben-Hur». El épico Rodrigo Díaz de Vivar de «El Cid». El genial Miguel Ángel de «El tormento y el éxtasis». El iluminado «Mayor Dundee». El desubicado astronauta Taylor de «El planeta de los simios». El entrañable Will Penny de «El más valiente entre mil»… Por citar algunos.

Le debemos mucho de nuestra educación sentimental y de nuestra cultura. Sus personajes, siempre fuertes y algo primitivos, encerraban un hombre viril e íntegro, a veces tozudo, a veces ignorante, pero siempre valiente, que hoy ya se ve poco. Y sus besos a las actrices fraguaron un escorzo de rudeza inigualable. Charlton, aquí te recordaremos.

martes, 1 de abril de 2008

Me pongo serio


Hoy me tengo que poner serio, o más bien parecerlo, porque no me tomo a broma casi ninguno de los temas que trato. Pero hay cosas más importantes por el mundo, y lo responsable es referirse a ellas. Lo haré procurando no alzar mucho la voz.

Estos días se habla en la prensa de la conversión al catolicismo de un periodista musulmán, Magdi Allam, que fue bautizado por el Papa Benedicto XVI el día de Pascua. El nuevo converso, de nombre de pila Cristiano, ha confesado abiertamente que desde hacía años estaba amenazado por denunciar el radicalismo y falta de libertad del Islam, y reconoce ser consciente de que su apostasía le adjudica una condena a muerte. Este caso pone sobre la mesa la falta de libertades que todavía hoy nuestra democracia oculta bajo su nombre destellante. Falta de libertades porque no se pueden ejercitar, porque hay miedo a hacerlo, y porque la sociedad se vuelve de espaldas ante este problema. Un problema que además crece en la misma medida que lo hace el Islam entre nosotros, sin que con esto quiera decir que el Islam sea el problema. Lo es nuestra cobardía y pérdida de principios.

La otra cara indecorosa del asunto es cómo desde medios progres se han deslizado veladas críticas al bautismo de Allam por el Papa. Estos progres se empeñan en convencerme, a pesar de mis denodados esfuerzos por ser imparcial, de que odian a la Iglesia por encima de todas las cosas, y que si para ello tienen que negar la libertad o la dignidad, lo harán con mucho gusto. Digo esto porque estoy convencido de que otra hubiera sido su reacción en el supuesto de Allam se hubiera hecho budista y hubiese sido el Dalai Lama el que hubiese dado la bienvenida al nuevo converso. No tienen remedio, y me temo que con este talante seguirán despreciando las muchísimas cosas buenas que la Iglesia puede aportar a la sociedad democrática. Mientras su dilecto y tolerante Islam gana terreno.

sábado, 29 de marzo de 2008

Termópilas


En el año 480 antes de Cristo, Jerjes, que por entonces gobernaba el inmenso imperio persa, tomó la decisión de invadir Grecia. No era especialmente el deseo de aumentar sus dominios lo que le movía, ya que la tierra griega no destacaba por su riqueza, sino sobre todo el ánimo de desquite por lo que le ocurrió a su padre, Darío, derrotado por los helenos en Maratón. Así, como cuenta Herodoto, reunió el mayor ejército conocido, que por donde pasaba secaba los ríos.

Los griegos, obviamente, se alarmaron. Pero destacó la reacción de Esparta, ciudad-estado o polis que no había llegado a tiempo de participar en Maratón. Para un pueblo que estaba consagrado a la vida militar y el arte de la guerra, esa ausencia pesaba como una losa, y fueron los primeros voluntarios para hacer frente a la gran amenaza. Uno de sus dos reyes, Leónidas, reunió a trescientos de sus mejores guerreros y, junto a algunas falanges de otras ciudades, se aprestó a recibir a sangre y fuego a los persas, en el estrecho paso de las Termópilas.

Lo demás es historia. Y leyenda. Y cine. A la vieja peli «El león de Esparta», se unió el año pasado la famosa «300», que toma principalmente como referencia un cómic de Frank Miller. Hay que reconocer que las imágenes son poderosas, las escenas de lucha impactantes, y la película no deja indiferente; a mí particularmente me ha gustado mucho. Pero están las inexactitudes históricas, y por eso antes de verla me he querido leer el libro «Termópilas: la batalla que cambió el mundo», del historiador Paul Cartledge, uno de los mayores expertos mundiales en el tema. Así me he enterado de que, a diferencia de lo que nos presenta la película, los espartanos tenían barba, pero no bigote, iban descalzos, y además el rey Jerjes no debía de parecer una drag-queen.

Pero al margen de estos pequeños detalles y algunas hipérboles tributarias sin duda de su origen comiquero, la peli refleja la gesta y lo que sabemos de ella, mezcla de historia y de leyenda. Para Cartledge, aquella derrota heroica fue decisiva para que Europa se salvara, o al menos que llegara a ser lo que conocemos, porque el triunfo de Jerjes hubiera pasado por encima de la democracia ateniense, y de las figuras que vinieron poco después: Sócrates, Platón, Aristóteles, padres de nuestra cultura. La pírrica victoria persa en las Termópilas dio tiempo a los griegos a organizarse y sobre todo a inflamarse de moral, lo que les permitiría derrotar al invasor definitivamente en Salamina y Platea.

Yo todavía hoy me enardezco ante la epopeya espartana. Y a pesar de que contaran entre sus defectos la eugenesia, la pederastia y la esclavitud, no puedo dejar de asomarme al pasillo de mi pasa y sentir una heroica disposición a sacrificarme antes de franquear el paso al enemigo.

jueves, 27 de marzo de 2008

Miscelánea


Quiero agradeceros vuestras últimas visitas a mi humilde blog. Hoy cumplo años y he recibido muchos regalos, ya os podéis imaginar, libros y películas, películas y libros, sobre todo, pero también ropa y dulcecillos, que no sólo de cultura vive el hombre. También es un regalo que leáis las cosas que se me ocurren con mucho o ningún esfuerzo.

Pero dejo de hablar de mí, que no me gusta. Pensando en el tema de la entrada de hoy, he pasado por varias ideas. Podría hablar del futuro de España en la Eurocopa, que de pronto vuelve a pintarse de rosa porque Villa metió un gol de churro que ya comparan con el de Zidane. Podría hablar de las amenazas de que Ibarreche deje de promover un estatuto a cambio de que Zapatero le regale uno aún peor. Podría hablar de la próxima emisión de sellos de castillos, que no sé ni cuándo cae este año. Podría hablar de la luz maravillosa que tienen las fotografías de actores de los años treinta y cuarenta, que les dan cien mil vueltas a cualquier foto de Keyra o Scarlett, por muchos morritos que pongan. Podría hablar de la inmadurez a la que nos conduce la educación sentimental de nuestros días, a través de series españolas o americanas, a fin de que seamos unos desgraciados el resto de nuestros días ignorando las causas. Podría hablar de Dios y de su bondad infinita. Podría hablar del Diablo y de sus mil disfraces para que desconozcamos su existencia. Podría hablar de los complejos que ahogan en la garganta las palabras que debemos decir y los que taponan los oídos ante las verdades que tenemos que oír. Podría hablar del valor de unos cuantos inocentes que no tienen miedo a la escabechina. Podría hablar de cómo un atardecer sigue siendo fuente de belleza aunque transcurran siglos. Podría intentar componer un endecasílabo, con el temblor furtivo de mis labios. Podría hablar de un par de cosas que voy intuyendo desde hace tiempo, pero que me guardaré para escribir algunos libros. Podría hablar de sueños y profecías, pero tengo tanto que hacer que no hay más tiempo.

Así que… feliz día de mi cumpleaños para todos.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Hipérboles periodísticas




Inicio una nueva sección de crítica con la que me voy a poner las botas. Podría parecer un recurso fácil para engordar mi blog el recurrir a la crítica de las cosas que dicen y escriben los periodistas; pero es algo que quería hacer desde hace mucho tiempo, porque me ponen muy nervioso con sus frases hechas y no sé cómo cantarles las cuarenta. Así que voy a aprovechar este espacio para desahogarme un poco.

Por ejemplo, es ya lugar común que la climatología nos agüe la fiesta o las vacaciones, aunque a veces nos proporciona días luminosos. Cualquiera diría que los climatólogos, esos científicos estudiosos del clima, son en realidad una secta de hechiceros que se dedican a convulsionarse en danzas y a emitir sortilegios que domeñen el tiempo atmosférico según su capricho. Pero esos señores y señoras, igual que la ciencia a la que se dedican, no tiene nada que ver con los mapas que nos ofrecen en las noticias anunciando lluvias o vientos, salvo que nos creamos a pie juntillas que el cambio climático es una realidad presente y cotidiana hasta la última gota. En cualquier caso, la Climatología determina tanto que esté nublado o no como podrían hacerlo la Anatomía, la Filosofía o la Gastronomía.

Otra exageración común entre el gremio reporteril está asociada a los accidentes y catástrofes. Da igual cuáles sean sus dimensiones, su naturaleza o la cuantía de los daños. Invariablemente, los informadores no dudan en hacer la misma evaluación: «ha quedado totalmente destrozado». Uno intuye una pobreza lingüística atroz, pues un coche, pongamos por caso, puede salir de un accidente abollado, machacado, despachurrado, aplastado o carbonizado, y siempre en distintos grados. Pero el criterio oficial parece ser que, en cuestión de sucesos, sólo se puede informar de lo que está totalmente destrozado. Como el idioma.

lunes, 24 de marzo de 2008

¡Feliz Pascua de Resurrección!




Aunque un día tarde, no puedo dejar de congratularme aquí por la Resurrección de Cristo, y desearos a todos que os colme de felicidad. Porque, como dijo San Pablo, «si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios».

Es salvadora la cruz, porque en ella se limpian nuestros pecados por el sacrificio de Cristo. Pero, además de purificarnos, podemos vivir para siempre gracias a su victoria sobre la muerte. Esto fue lo que hizo a los apóstoles dar un giro a su existencia y, con la fuerza del Espíritu, lanzarse a los caminos a anunciar el Evangelio. Ya lo dijo San Agustín: «La fe de los cristianos es la resurrección de Cristo. No es gran cosa creer que Jesús ha muerto; esto lo creen también los paganos; todos lo creen. Lo verdaderamente grande es creer que ha resucitado».

Hemos sido confirmados en esta fe gracias a la alegría de la Pascua. ¡Felicidades!

lunes, 17 de marzo de 2008

Procesiones


Ha empezado la Semana Santa, y con ella las procesiones. No conozco otras que las andaluzas, pero, dicho sea sin ánimo de ofender a nadie, creo que nunca me han gustado. Pasé del temor infantil hacia tambores y nazarenos, al desinterés, luego al rechazo, y finalmente al desconcierto. Me he esforzado por vivirlas con espíritu cristiano, y los resultados han sido muy pobres –aunque la vida espiritual no consista en obtener resultados–. He intentado vivir sus aspectos más folclóricos, y me he sentido tan desplazado y fuera de lugar como en la feria. He procurado recrearme en las dimensiones artísticas, y me han invadido la incomprensión y la decepción, quizá porque en mi pueblo no damos para más. Me confieso incapaz de apreciar la filigrana de pan de oro, la elegancia de los paños y el gusto de la ornamentación floral. No entiendo por qué la Virgen va semioculta tras un bosque de velas, ni la razón de su pesado vestuario.

Pero, siendo esto cuestiones secundarias, me causa desazón el no encontrarme a Cristo en estos Cristos, ni en la mayoría de estos cristianos que los acompañan. No lo encuentro porque no hay silencio, ni respeto ni ambiente, ya que no confundo el respeto con la idolatría de algunos. No lo encuentro porque me lo escamotea el lujo de los tronos y las vestiduras. No lo encuentro porque la admiración que veo en mi derredor se dirige más a las proezas motrices de los costaleros que al sacrificio de Nuestro Señor. No lo encuentro porque la gente se santigua mientras insulta al vecino o raja del Obispo que acompaña el paso. No lo encuentro porque los procesionantes parecen participar más en un desfile de modelos o en una competición deportiva que en un acto de culto. No lo encuentro porque cuando asisto a estos eventos me siento solo con mi creencia.

Tal vez sea todo culpa mía. Mi fe puede que sea demasiado intelectual y no entiendo la popular ni me traspasa. Puede que los prejuicios hayan arraigado tanto en mí que no pueda ya apreciar estos gestos de devoción callejera. Pero también es verdad que hay una crisis en nuestra Iglesia, y las avenidas no las toman estos días los más fervorosos creyentes, sino muchas otras personas que, por mil motivos distintos, se muestran encantadas con los paseos de las imágenes. Esta es mi particular cruz de la Semana Santa, lo que para otros es la cara.

viernes, 14 de marzo de 2008

Sweeny Todd




Sweeny Todd me ha parecido una película preciosista, porque recrea con tal puntillismo y amor un ambiente concreto, de época, como se suele decir, que merecen un aplauso. También alcanza este reconocimiento a la banda sonora, que me ha cautivado por su poesía con tintes siniestros, aunque algunos hayan criticado las dotes cantoras de los actores. Desde luego, sus creadores estaban enamorados de la historia.

Lo malo es que el amor y los amores de su director, Tim Burton, se decantan hacia zonas del alma que, si existen, darían para poblar alguno de los infiernos de Dante. De hecho, los protagonistas principales, asesinos ellos, amén de locos, parecen fantasmas en medio de un decorado de casa encantada. Por su parte, las víctimas, que son casi todos los demás, no pasan de ser odres de sangre muy sensibles al roce de una navaja de plata. Pero no hay solo roces, sino tajos, estocadas y mucha carnicería. La escena del árbol sangrante de Sleepy Hollow aquí se repite con profusión y aspersión.

Lo que ya no acierto a decir es si todo esto, tan bien hecho y presentado, está realizado con arte y gusto, porque la consecuencia primera es un revoltijo de náusea en el estómago. Y la sensación de que este mundo de Tim Burton existe dentro de un libro olvidado, que a su vez reposa dentro de un ataúd, que se abre dentro de la pesadilla que tiene un espectro.

jueves, 6 de marzo de 2008

Zapatero y Rajoy

A petición popular, escribo sobre un tema que no me agrada (políticos y elecciones), pero me veo obligado a ello por responsabilidad cívica, que de todo tiene uno.

Nos encontramos ante dos candidatos –los demás son filfa, con perdón– que no pueden negar su condición de políticos, dicho sea en el peor de los sentidos: hacen discursos ampulosos, les gusta el efectismo y la retórica, interpelan a la sensibilidad, miran a los ojos como si tuvieran virtudes hipnóticas, y están dispuestos a decir cosas en las que no creen demasiado, o a cerrar los ojos ante lo que creen, con tal de salir victoriosos en las elecciones. Hasta aquí, parecería que ambos pertenecen a la misma caterva despreciable, y que tanto daría votar a uno como a otro. Pero no.

Ciertamente, hay diferencias en los programas y sobre todo en los principios; pero no voy a entrar en ello porque ni yo ni mis lectores, ni siquiera la mayoría de los españoles, conocemos esos aspectos muy a fondo. Me voy a centrar en las personas de los candidatos, que con ello he empezado, y además es algo que cualquiera puede hacer también, después de leído este panfleto.

Resulta que uno de los dos miente más allá de lo normal; esto es, no miente puntualmente, sino que lo hace de forma sistemática, estructurada, se podría decir que ontológica. Miente desde que comenzó a hablar en público, no ha dejado de hacerlo ni se vislumbra una conversión. Todo su discurso es una red tupida de mentiras donde las escasas verdades, que se cuelan aunque sólo sea por exigencias gramaticales, no relucen, y es que tampoco respeta la gramática. Este mismo candidato es dueño de un discurso oblicuo, almibarado y hueco, que no dice nada concreto pero que dispara dardos narcotizantes hacia el electorado y ponzoñosos hacia sus contrincantes. Es un candidato que no hilvana sus ideas, sino que las yuxtapone en razón de su olor y peso, igual que hace con las palabras que las enuncian, si se puede decir así, de forma que su discurso es mera retahíla de conceptos y silencios que los subrayan. Sobra decir que este candidato pretende manipular, porque engola la voz de continuo, mira con una convicción que no puede existir en este mundo, y engaña con desfachatez crispante, sin importarle que hace tres días dijera cosa diferente. Es un candidato, en fin, que tiene un séquito a su servicio para tirar las piedras sin ensuciarse las manos, y luego él reprochar al agredido su escaso talante democrático…

¿Sabéis quién es? Pues no será tan fácil averiguarlo. Porque aunque es falso, iletrado y turbio, se las ingenia para salir victorioso en todas las encuestas y que el malo parezca el otro, que solamente es torpe. Todo el que haya sido atrapado como un pececillo en su red de mentiras, todo el que haya sufrido la educación menesterosa que nos ha dejado su gobierno, todo el que se haya rebajado a vender su alma por los sobornos que arroja al pueblo lacayuno dirá que es el mismo Dios. Y el propio personaje lo debe de creer, pues ya dijo una vez, con desvergüenza blasfema, que es la libertad la que nos hace verdaderos. En el fondo querría decir que es su voluntad la creadora de la verdad con la que quiere hacernos comulgar a todos. Ojalá no lo consiga.

lunes, 3 de marzo de 2008

Las hermanas Bolena


El primer tercio del siglo XVI fue muy agitado en Inglaterra. Su rey, Enrique VIII, que había recibido el título honorífico de Defensor de la Fe Católica, consumó el cisma con la Iglesia de Roma. La razón principal, aunque confluyeron otras, fue su fascinación por una ambiciosa cortesana, Ana Bolena, que no conforme con ser la amante favorita del rey, le indujo a librarse de su esposa. Ésta, Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, había cometido el imperdonable pecado de no darle un heredero varón. El matrimonio, por otra parte, era válido, y ninguno de los intentos de Enrique VIII para que el Papa reconociese una forzada nulidad dieron resultado, pues lo que pretendía realmente era la disolución de un vínculo que había surgido con todos sus elementos necesarios. Cuando vio que esa vía era imposible, forzó la separación de Roma e impuso a su pueblo la obligación de guardarle lealtad al precio de abjurar del catolicismo. Algunos se opusieron por salvar su fe y su conciencia, como Tomás Moro, y por ello perdieron la cabeza, literalmente. Puede resultar sorprendente que en unos tiempos de corrupción y ligereza de costumbres como aquellos, en los que la santidad del matrimonio y la fidelidad eran tan cuestionadas, hubiera personas inteligentes que estuvieran dispuestas a perder su vida con tal de no aceptar un divorcio encubierto. Tendríamos que aprender mucho de ellos en nuestros días.

La película «Las hermanas Bolena» cuenta parte de esta historia, digamos que es la otra cara de «Un hombre para la eternidad» (la pasión de Tomás Moro y una de esas pocas películas imprescindibles). Narra el ascenso al poder de la ambiciosa familia Bolena, y las consecuencias de su desmedida avaricia. Está bien interpretada por Eric Bana, Scarlett Johansson, Natalie Portman y Kristin Scott-Thomas, pero quisiera destacar a la española Ana Torrent, que en su breve papel como Catalina de Aragón da un realce al personaje que no he visto en otras películas, lo que permite apreciar la dignidad y firmeza de su posición, y me hizo sentir un cierto orgullo. También es destacable que una película de época deje en mal lugar a casi todos los protagonistas no españoles, es decir, que se atenga a lo esencial de la historia, ya estamos cansados de tanta leyenda negra antiespañola.

No es una película excepcional, pero sirve para conocer un poco la historia. Ahora bien, es preciso completarla con la fabulosa «Un hombre para la eternidad».

lunes, 25 de febrero de 2008

Oscars


Creo que este es el año que menos entusiasmo me han despertado los óscars. Esta vez ni me molesté en llevar el smoking al tinte, ni me afeité (bueno, Bardem tampoco), ni me afané por buscar la ceremonia en algún canal codificado para quemarme las pestañas. La única alfombra que he pisado es la del cuarto de baño, y no es roja todavía. Las razones pueden ser varias. Que iba a ganar el óscar un actor español muy bueno pero muy malo. Que estoy empezando a asumir la idea de que ese hueco reservado para mi óscar en el cuarto de baño debería ser ocupado por la espuma de afeitar (sí, mi cuarto de baño viene a ser como el Kodak Theatre, pero con mucho más glamour y albornoces tipo «Historias de Filadelfia»). Que esa generación de los que nos formamos en el Actor’s Studio quizá deba ceder su lugar a las nuevas y pujantes promociones (Paul Newman ya se ha retirado, yo lo haré, colmado de honores, en alguno de mis próximos sueños).

En definitiva, los óscars se han entregado sin contar conmigo, en la misma línea díscola de las últimas ochenta ediciones. Y han deparado un palmarés sin sorpresas, del que ya lo he visto casi todo, y con el que estoy humildemente de acuerdo. «Ratataouille», «Juno», «No country for old men», «Expiación» o «El ultimátum de Bourne», las premiadas, ya recibieron merecidos elogios en este blog. Me alegra especialmente que Dario Marianelli, cuyos trabajos sigo con creciente admiración, se haya llevado por fin el premio a la mejor banda sonora; ahora la tengo de fondo y siento (¿verdad, Dario?), que un trocito de ese óscar también me pertenece…

Me quedan por ver «Sweeny Todd» y «There will be blood», que según tengo entendido son altamente desagradables. También me alegro de que ese zapatero prodigioso que es Daniel Day Lewis haya conseguido su segundo óscar. Creo que es el único que me da más miedo que Bardem.

sábado, 23 de febrero de 2008

Dos lecturas





Este mes he terminado de leer mis primeros dos libros del año. Sé que es una cifra corta y pobre, pero no tengo excusa. Tengo otros varios empezados, pero no se vislumbra su fin. A lo que iba, los dos libros me han parecido bien, y aunque no me hayan cambiado la vida, no está mal leerlos.

El primero es «La gesta española», de José Javier Esparza. Es un libro divulgativo, que no entra en honduras, y que pretende recordar, y en algunos casos descubrir, algunos importantes hitos de la historia española, con el rasgo de común de que en ellos se pone de manifiesto que los españoles hemos sido protagonistas de hazañas muy grandes y sin parangón, muchas de ellas olvidadas por desgracia hoy. Sin ir más lejos, yo no conocía el caso de Blas de Lezo, que con unas pocas fuerzas derrotó a toda la armada británica y salvó nuestro imperio. El autor también se preocupa de quitar hierro a la leyenda negra española, tan culpable de nuestros complejos y nuestra desmemoria, y tan exagerada. La última vez que estuve en Madrid, un profesor colombiano se sorprendía de que la leyenda negra estuviera más arraigada aquí que en Hispanoamérica, donde viven sus supuestas víctimas. Es un ejemplo de que la ignorancia es terreno abonado para la manipulación. En fin, el libro es ameno, descubre algunos episodios poco conocidos, y relata otros muchos ya sabidos, pero que viene bien recordar y conocer con más detalle.

El otro libro es la novela de Juan Manuel de Prada «El séptimo velo». Se sitúa en dos planos, el actual, en España, y la II Guerra Mundial en Francia, en el ámbito de la Resistencia. Es un libro de aventuras, en parte, y también de introspección, en torno al viejo tema de la amnesia. Desde mi punto de vista destacaría varias cosas. En primer lugar, la excelente prosa de De Prada, menos barroca que otras ocasiones, pero siempre con la palabra precisa y la comparación deslumbrante; pero su categoría de escritor no se queda en la forma, sino que es experto en diseccionar el alma humana, sus sentimientos más hondos y sus culpas. Por otro lado, es un libro enormemente cinematográfico, parece pensado para facilitar la labor a un futuro guionista, de tan claras que se imaginan algunas escenas. Por este lado, no es muy original, sobre todo porque, ya digo, uno cree vislumbrar secuencias que ya ha visto en algunas películas. Pero el conjunto es ambicioso y trabajado, y la prosa envolvente del autor nos conduce sin fatiga hasta el final. Confieso que me resultó más brillante su anterior novela, «La vida invisible», pero también es cierto que, por diversos motivos, aquella lectura resultó más dura, era más una bajada a los infiernos que esta otra, plagada de peripecias.


martes, 19 de febrero de 2008

Manipulación


Ayer asistí a una conferencia de Don Alfonso López Quintás titulada «La manipulación a través del lenguaje». Hace casi veinte años que leo sus trabajos, y ayer no dijo nada nuevo, pero siempre enriquece ver y oír a las personas en vivo.

Trataré de resumir sus ideas fundamentales acerca de la manipulación, que por cierto nos envuelve. En primer lugar, manipular es degradar a la persona desde su nivel propio hasta el de los objetos, con menoscabo por tanto del respeto que merece su dignidad. Se manipula para obtener algo, es decir, se utiliza a la persona como un medio, y lo hacen aquellos que pretenden vencer sin convencer, utilizando alguna forma de seducción que ignore la inteligencia o la razón. En cuanto a los trucos de prestidigitador que emplea el manipulador para alcanzar sus fines, son muchos, pero cuando se trata del lenguaje, hay que estar muy atento al uso de hace de «palabras talismán», esas que están especialmente prestigiadas en la sociedad –como libertad o autonomía–, y sus antagónicas, así como los esquemas mentales y dilemas que artificiosamente es capaz de inculcar. Un ejemplo claro de manipulación es hacer campaña a favor del aborto alegando «la libertad de disposición de la mujer sobre su cuerpo». La presencia del término libertad prestigia la frase y hace muy difícil combatirla; la idea de que la mujer tiene un cuerpo, en lugar de afirmar que es corpórea, la cosifica.

La manipulación que empapa tantos campos de nuestra sociedad, no sólo el político, es tremendamente peligrosa y reductora. Es preciso estar alerta, pensar bien, y no permitir los intentos de manipulación que podamos detectar. Cuando se admite el primer argumento del manipulador, se cae en su red y ya es muy difícil plantear los propios razonamientos.

Recomiendo mucho leer a López Quintás; en mi caso ha sido decisivo para comprender multitud de cosas del mundo en que vivimos. Aquí podéis encontrar varios artículos suyos on-line.

domingo, 17 de febrero de 2008

Juno


Esta película gira alrededor de una chica de 16 años (interpretada por Ellen Page, que en la vida real cumple 21 esta semana) que se queda embarazada. Lo que podría plantearse como un drama con rápido desenlace, de lo más habitual en nuestros días, se alarga… nueve meses, con un optimismo y unas ganas de vivir que no se cierran en ningún momento.

No es una comedia del estilo de Little Miss Sunshine, como algunos la han querido vender para aprovechar el tirón de aquella por el hecho de que también es cine «indie». Pero no deja de ser divertida, mejor, simpática, pero no chistosa, y muy inteligente. Los actores han sido elegidos con acierto, y en el caso del noviete, además bien disfrazados. Ellen Page, la protagonista, que ya sorprendió haciendo del lobo disfrazado de caperucita en Hard Candy, está formidable, y, como se suele decir, la cámara está enamorada de ella. Desde mi punto de vista tiene un algo de Janeane Garofalo puesta a dieta, unos ojos muy expresivos y una sonrisa curativa.

La película no es moralizante, es más, se ríe un poco de esa actitud. Simplemente muestra lo que debería ser lógico, la asunción de responsabilidad de quien se va a convertir en madre, aunque no lo haya previsto ni deseado, ni tenga aparentemente madurez ni medios para hacer frente a ello. Curiosamente, aquí son más inmaduros algunos adultos que no se ven como padres, aunque estén casados, por la sencilla razón de que no han madurado su deseo. Pero el error actual es creer que un hijo debe ser el resultado de una búsqueda consciente y premeditada, cuando es un don que, venga como venga, se debe recibir con generosidad y responsabilidad.

Me he quedado con una frase del final de la película, cuando ella le confiesa al novio su admiración por él, porque es bueno sin esforzarse, y él responde que le cuesta cantidad. Ahora soy yo el que está a punto de ponerse moralizante.

sábado, 16 de febrero de 2008

Improvisación


Es sábado por la mañana, vamos a comer en el campo, los pájaros mezclan su canto estridente con el tráfago automovilístico, el cielo está despejado, la vida continúa deparando sorpresas, el destino es un cuento chino, Dios existe y nos perdona todas nuestras culpas, expío mis pecados amando más, creo que la tele no reventará hoy, opino que los programas del corazón no morirán de golpe y para siempre, considero que la ideología de género es una plaga para la Humanidad, mi pronóstico para las próximas elecciones es incierto y terrible, Zapatero dijo que hoy empezaría a dramatizar, cada momento es una oportunidad para ser mejores, España fue grande pero ya hablaremos de eso, los próximos estrenos no me pillan desprevenido, deseo que Daniel Day Lewis gane otro óscar como que triunfe mi equipo, me gustaría que mis alumnos recordaran con agrado algo más que su aprobado, leo que el mundo está loco, loco, loco.
Necesitamos ayuda para seguir subiendo.

jueves, 14 de febrero de 2008

Corto y pego

No es que no tenga nada que decir, es que otros lo hacen mejor que yo (vaya también a modo de homenaje para gente íntegra y valiente).

Sobre la ocurrencia del Gobierno respecto de las tallas femeninas, escribe Juan Manuel de Prada en ABC: «El bueno de Bernat, según me acaba de descubrir Ruiz Quintano, ha definido a sus hijas adolescentes como “tormentas de hormonas”, que desde luego es un modo muy científico de expresar el amor paternal; y cuando en una hija ves una “tormenta de hormonas” no parece extraño que en una mujer anónima que pasa por la calle veas un mero cilindro. De todos modos, es una suerte que el bueno de Bernat haya encauzado sus ímpetus taxonómicos por el ramo textil; si esta manía de clasificar a las mujeres en diábolos, cilindros y campanas lo hubiese pillado cuando estaba destripando embriones en Valencia podría haberse convertido en un peligrosísimo perfeccionador de la raza. Parece que estoy viendo al bueno de Bernat en su laboratorio valenciano, seleccionando embriones como quien escoge lentejas: “Éste para el congelador, que es una campana; ése para la probeta, que es un diábolo; y aquél para la trituradora, que es un cilindro birrioso”».

Sobre los exabruptos y campañas de algunos actores y cantantes a favor del partido gobernante, escribe Ignacio Sánchez Cámara en La Gaceta de los Negocios: «sorprende algo que se presente el apoyo, confundiendo interesadamente la parte con el todo, como si procediera, ahí es nada, de todos los artistas y creadores, así sin más. Porque, si no me equivoco, han sido muchísimos más los artistas que no han apoyado al presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero que los que sí lo han hecho. Entonces, la noticia podría haberse vertido así: Cientos de miles de artistas (el término cotiza a la baja y alberga ya a casi todo el mundo) no han prestado su apoyo al presidente del Gobierno. Por lo demás, no veo entre los cejijuntos a ningún pensador, ni premio Nobel, ni científico eminente, ni profesor prestigioso, ni veo a gran poeta».

Y para terminar, un extracto de la entrevista que Carlos Herrera le ha hecho a Zapatero en Onda Cero:
P: ¿La culpa de que quisieran agredir el otro día a María San Gil, la tiene ella o los independentistas que le desearon la muerte?
R: La tienen los energúmenos que fueron allí a reventar un acto de una manera absolutamente inaceptable en democracia. Lo que me parece mal es que haya habido dirigentes del PP que hayan insinuado que eso podía ser como consecuencia de mi política. Eso es lo que es intolerable en democracia. Es tan intolerable como las agresiones a María San Gil. Porque le puedo decir que yo y muchos dirigentes del PSOE tenemos gentes que nos insulta, radicales energúmenos, lo último que se me ha pasado a mí por la cabeza es decir que eso directa o indirectamente puede ser responsabilidad de los responsables del PP. Eso entre demócratas no cabe.
P: Algo parecido sostuvo el presidente de las Juventudes Socialistas, que culpaba al pensamiento de la señora San Gil...
R: No tengo ninguna referencia a esa declaración.
P: Yo sí, si quiere se la pongo.