lunes, 3 de marzo de 2008

Las hermanas Bolena


El primer tercio del siglo XVI fue muy agitado en Inglaterra. Su rey, Enrique VIII, que había recibido el título honorífico de Defensor de la Fe Católica, consumó el cisma con la Iglesia de Roma. La razón principal, aunque confluyeron otras, fue su fascinación por una ambiciosa cortesana, Ana Bolena, que no conforme con ser la amante favorita del rey, le indujo a librarse de su esposa. Ésta, Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, había cometido el imperdonable pecado de no darle un heredero varón. El matrimonio, por otra parte, era válido, y ninguno de los intentos de Enrique VIII para que el Papa reconociese una forzada nulidad dieron resultado, pues lo que pretendía realmente era la disolución de un vínculo que había surgido con todos sus elementos necesarios. Cuando vio que esa vía era imposible, forzó la separación de Roma e impuso a su pueblo la obligación de guardarle lealtad al precio de abjurar del catolicismo. Algunos se opusieron por salvar su fe y su conciencia, como Tomás Moro, y por ello perdieron la cabeza, literalmente. Puede resultar sorprendente que en unos tiempos de corrupción y ligereza de costumbres como aquellos, en los que la santidad del matrimonio y la fidelidad eran tan cuestionadas, hubiera personas inteligentes que estuvieran dispuestas a perder su vida con tal de no aceptar un divorcio encubierto. Tendríamos que aprender mucho de ellos en nuestros días.

La película «Las hermanas Bolena» cuenta parte de esta historia, digamos que es la otra cara de «Un hombre para la eternidad» (la pasión de Tomás Moro y una de esas pocas películas imprescindibles). Narra el ascenso al poder de la ambiciosa familia Bolena, y las consecuencias de su desmedida avaricia. Está bien interpretada por Eric Bana, Scarlett Johansson, Natalie Portman y Kristin Scott-Thomas, pero quisiera destacar a la española Ana Torrent, que en su breve papel como Catalina de Aragón da un realce al personaje que no he visto en otras películas, lo que permite apreciar la dignidad y firmeza de su posición, y me hizo sentir un cierto orgullo. También es destacable que una película de época deje en mal lugar a casi todos los protagonistas no españoles, es decir, que se atenga a lo esencial de la historia, ya estamos cansados de tanta leyenda negra antiespañola.

No es una película excepcional, pero sirve para conocer un poco la historia. Ahora bien, es preciso completarla con la fabulosa «Un hombre para la eternidad».

2 comentarios:

laura dijo...

Después de ver la película se reafirma una en aquello de que las mujeres, cuando son buenas pueden ser muy buenas, pero cuando son malas y ambiciosas pueden ser lo peor. A la Srta. Bolena no le duele en prenda destruir un matrimonio, traicionar a su hermana y provocar el cisma de su país con la Iglesia Católica, ahí es nada.

Stepario dijo...

Yo no habría hecho un comentario mejor. Se nota que tú eres de las buenas.