jueves, 5 de agosto de 2010

Once


Sé que he tardado mucho en ver esta película, no he tenido tiempo hasta ahora, pero no importa. La cuestión es que es preciosa, recomendable y me alegro de haberla visto. Es irlandesa, trata de músicos callejeros y está realizada con poquitos medios, con la cámara al hombro. Pero es sencilla, humana, limpia, emocionante. Y la banda sonora, cantada por los mismos protagonistas, pone los pelos de punta. La canción "Falling slowly", una maravilla, ganó el Oscar. Dos protagonistas principales: chico irlandés, pelirrojo y agradable; chica checa, típica eslava, rancia, directa y esquiva al mismo tiempo, de raro encanto. Algunos secundarios mínimos que hacen lo que tienen que hacer perfectamente. Y poco más. Pienso en alguna -la mayoría-de esas superproducciones de los últimos años, llenas de estrellas, con altos presupuestos... e historias retorcidas que te dejan frío, indiferente. "Once" está llena de verdad, de vida y de emociones. Está claro que no es cuestión de dinero.

martes, 13 de julio de 2010

Don Vicente del Bosque


De los muchos buenos ejemplos que ha dado la selección española en el reciente Mundial –unidad, esfuerzo, juego limpio, ilusión–, me quiero quedar con el del seleccionador, Don Vicente del Bosque, un señor de arriba abajo, un hombre de los que ya no quedan.

Resulta que es el entrenador español más laureado –recordemos su etapa en el Real Madrid, del que fue injustamente despedido– y pese a ello ha tenido que soportar ataques y comparaciones malévolas. Se ha despreciado su trabajo y su talante, y él ha respondido con… trabajo y silencio.

Se podrá decir que es tímido, y ello le impide entrar al trapo de las críticas inmerecidas. Pero cualquier persona, por tímida que sea, cuando le tocan reiteradamente las narices se enardece y revienta. Don Vicente del Bosque no. Él posee como raras cualidades la humildad, la discreción, la bonhomía, la templanza, el pudor o la prudencia, entre otras singulares virtudes. Todo el mundo lo ha comprobado a lo largo del último mes, y ha sentido una profunda nostalgia de que otras personalidades españolas, sobre todo entre quienes nos gobiernan, no se parezcan a este hombre. Mis respetos, Don Vicente, y ¡bravo¡

lunes, 21 de junio de 2010

Juan Manuel de Prada nos hace pensar


Han dado mucho que hablar las opiniones vertidas por Juan Manuel de Prada en una entrevista acerca de los periodistas y el periodismo católico. El joven escritor no se limita a criticar el papel que, pobre o confusamente, algunos medios desempeñan, sino que sobre todo se juzga a sí mismo y trata de ubicarse en el mundo de la información de la forma más coherente posible. Es un tema que le inquieta desde hace algún tiempo, y no es nuevo el revuelo que provoca entre los propios católicos, manifestándose unos a favor y otros en contra de sus opiniones.

También ha habido quienes, con mayor acierto, se han puesto a pensar y han decidido que deben replantearse su propio papel como comunicadores católicos e incluso creen conveniente discurrir la mejor manera de formar a los futuros periodistas. En realidad, el propio Juan Manuel de Prada deja entrever en sus declaraciones que no lo tiene del todo claro, que hace reflexiones en voz alta acerca de un asunto de máxima actualidad y urgente importancia. Se ha detenido para meditar sobre ello y creo que todos debemos seguir su ejemplo, partiendo tal vez de sus primeras cavilaciones.


Juan Manuel de Prada no es el Papa, pero es un intelectual valioso y comprometidamente católico, sin complejos. Yo me planteo si se puede ser católico de alguna otra forma. Está claro que lo vergonzante, lo disimulado, lo tímido, no es de recibo en un creyente: se podría identificar con lo tibio que Dios dice vomitar de su boca. O se es católico con desfachatez, convicción y full time, o no se es.

Esto es lo que se me ocurre hasta ahora, pero debo seguir pensando.

martes, 15 de junio de 2010

Algunas reflexiones desde el desconcierto


Hoy se ha difundido como noticia la denuncia contra una clínica que realiza terapias de reversión de la orientación sexual, dirigidas a personas que han decidido combatir su tendencia homosexual. Enseguida se ha entrevistado a alguien que padeció tales terapias sin éxito, a médicos que critican que se siga contemplando la homosexualidad como enfermedad, y se han relacionado estas prácticas con creencias cristianas y curas de por medio.

No voy a entrar en el debate de lo que es enfermedad o no, a fin de cuentas se trata de algo convencional. Pero sí que hay muchas cosas que no entiendo, y paso a enumerarlas:

No entiendo que se critique un tratamiento que eligen personas voluntariamente porque no se encuentran bien con su situación actual. Y no lo entiendo porque esta sociedad no cesa de animar a todo tipo de tratamientos dirigidos precisamente a generar satisfacción en quien no la tiene.

No entiende que se critique una terapia sexual cuando incluso se quiere pagar con fondos públicos la cirugía de personas que dicen sentirse prisioneras en un cuerpo “que no es el suyo”, y para ello se les amputan o fabrican genitales sin el menor miramiento. No digamos ya si pensamos en la extendidísima costumbre de la cirugía plástica, para cuestiones tan banales como insuflar silicona en pechos, cara o posaderas. Para eso no hay objeciones, aunque a veces muera gente en el trance, o el proceso resulte dañino.

No entiendo que cualquiera pueda pretender vivir conforme a sus apetencias y conseguir lo que le place con el aplauso público, y se haga buena propaganda de parejas gays, madres sexagenarias o relaciones sexuales para adolescentes. Sin embargo, si alguien pretende sobreponerse a un impulso sexual que le desagrada, y quiere refrenarlo, sobre todo si se apoya en creencias cristianas, no queda más remedio que hacerle desistir, y prohibir la existencia de los medios que hagan posible su anhelo.

Algunos dirán que la Iglesia somete a sus fieles a una tiranía de creencias que no las deja desarrollarse como lo que son. Pero, ¿por qué una persona es antes lo que su entrepierna le pide que lo que su naturaleza indica? No entiendo que alguien deba identificarse como homosexual antes que como hombre o mujer; más bien, esto último no importa en absoluto, porque al parecer somos lo que sentimos, y lo demás es relativo. O, mejor dicho, desde esta perspectiva, todo es relativo.

Al menos aparentemente, porque cuando alguien se sale de las supuestamente mayoritarias tendencias sociales, enseguida cae sobre él todo el peso del dogma relativista, de lo políticamente correcto, de la ideología falsamente tolerante. Se puede ser cualquier cosa… salvo cristiano o creyente. No hay libertad, y si alguien se engaña pensando otra cosa, que advierta cómo la propaganda oficial bombardea a todas horas a través de sus medios diciéndonos lo que debemos sentir, lo que no debemos aceptar, y lo que debemos considerar ridículo. Esta sociedad querrá deshacerse de Dios, pero en su lugar nos quiere endosar por la fuerza una batería de ídolos de barro para que les rindamos culto y, si es preciso, matemos por ellos.

martes, 4 de mayo de 2010

Las cosas (que) pasan


Quienes me conocéis desde hace tanto tiempo como yo a vosotros, seguramente no sabréis de lo que os hablo. Otros sí tenéis noticia de mi devoción por el fotógrafo Chema Madoz, y de mi afición a utilizar sus obras para hablar de cualquier otra cosa. Quienes todavía no sabéis nada de mí, estaréis descubriendo mi habilidad para no hablar de nada durante un rato.

Amigos todos:

Este regalo que se derrite es un símbolo. Y que cada uno le busque el sentido que quiera. Yo veo la vida –máximo don– consumiéndose con el paso del tiempo. A algunos no nos da ni para desenvolverla. Otros ya habrán aprovechado para zambullirla en un cubata. En cualquier caso, todo pasa. Y me vienen la memoria los cientos de películas, las docenas de libros, los miles de cuadros, en los que todavía no me he detenido a respirar, elucubrar, regocijarme. Hoy además pienso en la montaña de cosas que no he dicho y la multitud de personas –algunas interesantes- a las que no he podido escuchar, aunque me cruzo con ellas con frecuencia. Entre mi timidez y mi agobio no me queda mucho tiempo, pero a veces me asalta el síndrome del diálogo frustrado, esa conversación nunca dicha, ese equívoco deshecho, esa amistad emergente, que siguen su rumbo sin inmutarse.

Será porque tengo un discurso entre manos, mejor dicho, un papel en blanco que debo llenar de palabras, y que alguien me encomendó convencido (quién lo sabe) de mis credenciales de profesor, poeta y pedante –aunque yo jamás haya empleado esas palabras para referirme a mi persona, especialmente las dos primeras-.

Perdonadme, pero se me derrite el hielecillo…

viernes, 2 de abril de 2010

Odio a Ratzinger


Es duro reconocer que hay sacerdotes que cometen pecados gravísimos, pero sería infantil negar que tal cosa puede suceder, porque no son menos humanos que los demás, y probablemente pasan una vida de más dificultades, tentaciones y sacrificios que la mayoría.

No voy a entrar en el debate de la influencia del celibato en la comisión de abusos por parte de algunos curas: plantearlo es sencillamente una estupidez. Es como decir que, por haber abjurado de la violencia y haber aceptado poner la otra mejilla, son más proclives a convertirse en asesinos en serie. La lógica y las estadísticas nos dicen que lo serán menos, porque el camino que han elegido discurre más apartado del tipo de vida que favorece el desquiciamiento sexual y sus perversiones. Son aquellos que están más inmersos en la pornografía y la promiscuidad quienes más fácilmente pueden deslizarse hacia el territorio de la aberración; pero, en cualquier caso, las desviaciones de este tipo suelen contar con raíces malsanas –congénitas o adquiridas– que es más raro encontrar en quienes viven en el equilibrio, la austeridad y la renuncia.

La cuestión por tanto no es si la Iglesia es la fuente de la pederastia: es obvio que no, porque nadie como ella la combate, y no sólo a ella, sino a cualquier reducción de la persona a objeto de placer –que, en última instancia es la raíz de todos los abusos: por eso es más raro que se den en su seno–; pero esto no significa que esté libre de la contaminación ambiental, que en nuestros días es fortísima, y que
por ello enfermen también algunos de sus miembros.

El verdadero asunto es que algunos odiadores profesionales de la Iglesia, con el apoyo de los medios de comunicación, creen haber encontrado un filón para desacreditar a Benedicto XVI. Me llama la atención cómo, los mismos que en sus tiempos de Prefecto del Santo Oficio criticaban la labor de Joseph Ratzinger, y se hacían cruces por la posibilidad de que llegara a ser Papa un “inquisidor”, hoy que es Sumo Pontífice le acusan de no haber “inquisitoriado” lo suficiente a los curas pederastas: tal vez debió haber levantado hogueras en las plazas para quemarlos.

Pero tampoco entonces le hubieran aplaudido los que ahora lo critican, porque la cuestión no es ésta, sino el odio a Ratzinger, el odio al Papa, el odio a la Iglesia. Porque son un estorbo para los que anhelan reducir al hombre a puro objeto de sus intereses y placeres.

jueves, 18 de marzo de 2010

Bella

En la parte final de esta película, la protagonista (excelente la actriz Tammy Blanchard), le dice a su amigo: “Yo quiero traer un hijo a este mundo por amor”. Pero resulta que ya está embarazada, y piensa abortar, de modo que lo que proclama es un deseo que no cree posible satisfacer en el momento presente, y piensa que la realidad que está viviendo no representa la oportunidad soñada.

Dice el Señor: “Si no amas a tu prójimo, a quien ves, ¿cómo vas a amar a Dios, a quien no ves?”. A esta chica se le podría decir: “Si no amas al hijo que llevas ahora en tu seno, ¿cómo amarás al que esperas tener en un futuro?”. A veces queremos un amor domesticado, del que seamos absolutos administradores de sus tiempos, sus cantidades y sus oportunidades. Pero el amor puede tener su propia iniciativa y sus propias exigencias: puede llegar llamando, en lugar de aparecer a nuestra llamada. Si amamos sólo cuando lo hemos proyectado y planificado, cuando hemos decidido el momento idóneo, nuestro amor es mera autocomplacencia, una forma bonita de hacer cosas que nos apetecen. Es ponerle un nombre que no merece al capricho.

La protagonista quiere un hijo por amor, pero el hijo se le ha adelantado y ha trastocado su ecuación. Entonces lo que toca es amor por el hijo.

domingo, 7 de marzo de 2010

Nine


Esta película, basada en un musical de Broadway, que a su vez se inspira en la película “Ocho y medio”, de Fellini, cuenta la historia de un director de cine italiano a quien ha abandonado la inspiración y que intenta recuperarla desesperadamente para hacer una película ya en marcha, que sólo cuenta con el título…

Lo más interesante es la figura de este hombre –soberbio, como siempre, Daniel Day-Lewis–, melancólico, egoísta, mujeriego, infantil, mendaz. Se halla perdido, ha confiado su vida a su talento artístico, y cuando éste se viene abajo, lo hace toda su existencia, ya que ha ido rellenando de mentiras el vaciamiento de su don. Se siente solo porque, rodeado de amigos, sólo ha sabido utilizarlos para sus fines y sus placeres. Se reconoce católico, pero no encuentra el camino de vuelta. Los números musicales ilustran su mundo interior más que la perpetua máscara de su rostro, pertrechada siempre de gafas de sol, con la que oculta su verdad. En su mundo imaginario desfilan sus debilidades, sus sentimientos de culpa, sus arraigados pecados –también en su vertiente festiva y orgiástica-, que solo esporádicamente le han satisfecho, y que ahora están lejos de devolverle el sentido.

Todos los intentos de arreglar el desastre desde su antigua vida son baldíos, ya no caben más parches. La redención parte del reconocimiento de la verdad y la petición de perdón; luego se retira y se purifica, para acabar siendo tan humilde que es capaz de empezar de nuevo con mucho más que su genialidad: una vida encauzada.

(Otros se quedarán con el vestuario ajustado, la sensualidad de las actrices, la invitación al arrebato; pero, al menos en esta película, al poco tiempo eso sólo deja el regusto amargo de lo vacío).

jueves, 4 de marzo de 2010

No hay soluciones rápidas


Pasan por la cabeza la energía invertida en agotadoras discusiones en torno al tema polémico de turno, la esperanza puesta en acciones espectaculares y argumentos brillantes en defensa de altos principios, el devanarse los sesos interminablemente para hallar la respuesta perfecta. A veces todo parece inútil, que el muro del error y el absurdo se alza incluso más alto y robusto, y la vida está cada vez más amenazada, la familia todavía más en peligro, el propio sentido común más perseguido.

Sin embargo, ningún esfuerzo por la Verdad es inútil, al menos no a los ojos de Dios. Por otra parte, ningún esfuerzo nos garantiza un éxito pronto y perenne, y esto es en lo que pienso ahora.

Hace poco vi la película “Amazing Grace”, en la que se narra la historia real del parlamentario inglés William Wilberforce, sobre todo su lucha para abolir la esclavitud, que ocupó los mejores años de su vida como una cruzada en la que arriesgó la salud y para la que sacrificó otras recompensas de la carrera política que tenía a su alcance. Finalmente, logró dar un paso importante para su objetivo, y lo consiguió cuando ya parecía imposible, precisamente por no haber renunciado a su propósito. Fue una jugada de ingenio y osadía lo que le permitió, a él y a sus compañeros, alcanzar lo que tanto deseaban.

Esta historia nos habla de que no hay que cejar en el empeño cuando se trata de una buena causa. Nos dice que hay que poner en juego la propia vida, con todas las potencias del alma, y la imaginación y el descaro por añadidura. También nos dice que no hay respuestas fáciles y rápidas, aunque todos las buscamos ansiosamente. Probablemente, la victoria no será disfrutada por quienes derrocharon más voluntad, pero acaba por llegar. Con la ayuda de Dios, será posible defender la vida humana, devolverle su dignidad y fortalecer de nuevo a la familia, aunque el muro cada vez nos parezca más inexpugnable.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Buenas noticias de Europa y el crucifijo


Por una vez, y espero que sirva de precedente, llegan buenas noticias de Europa. Resulta que el Consejo de Europa, cuyos miembros se han reunido en Interlaken, ha hecho una Declaración en la que se afirma que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos no puede decidir en materias que afectan a las tradiciones o cultura de un país miembro; para ver su más inmediata consecuencia práctica, y motivo de esta Declaración, esto supone que el Tribunal no puede obligar a Italia a que retire los crucifijos de los espacios públicos. La Sentencia Lautsi carecería de valor, por tanto, y tampoco podría ser alegada en España por los laicistas para que nuestro (sic) Gobierno se anime a despojarnos de los símbolos cristianos. Encontraréis más información aquí.

jueves, 11 de febrero de 2010

Gracias, Dios mío


Hoy, día de la Virgen de Lourdes, quiero recordar una oración de Santa Bernardita, la muchacha a la que se apareció María en 1858:

“Por la pobreza en la que vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas; y por mi constante cansancio...., te doy gracias, Jesús.

Te doy las gracias, Dios mío, por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del Padre Peyramale...

No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los no que no viniste. Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas, por aquellos que me tenían por loca y por aquellos que veían en mí a una impostora; por alguien que trataba de hacer un negocio..., te doy las gracias, Madre.

Por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias.

Te doy las gracias porque si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido tú lo hubieses elegido...

Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó “hermana María Bernarda”..., te doy las gracias.

Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan delicado y sensible, y que me colmaste de amargura...

Porque la madre Josefa anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la humillación..., te doy las gracias.

Gracias, por haber sido como soy, porque la madre Teresa, pudiese decir de mí: “Jamás le cedáis lo suficiente”...

Doy las gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos, y que otras hermanas pudieran decir: “Que suerte que no soy Bernardita”.

Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron con llevarla a la cárcel porque te vi a ti, Madre...Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable, que, cuando me veían, la gente decía: “¿Esa cosa es ella?”.., la Bernardita que la gente miraba como si fuese el animal más exótico....

Por el cuerpo me diste, digno de compasión y putrefacto..., por mi enfermedad que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento..., te doy las gracias, Dios mío.

Y por el alma que me diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y por tus relámpagos, por tus rayos..., por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste... te doy las gracias, Jesús”.

lunes, 8 de febrero de 2010

Referendum sobre el aborto


Creo que Juan Manuel de Prada acierta de lleno con su artículo de hoy en ABC:

DIVERSAS organizaciones civiles anuncian la celebración, el próximo 7 de marzo, de una manifestación por la que se reclama la convocatoria de un referéndum sobre la regulación del aborto impulsada por el Gobierno. Referéndum que, como a nadie se le escapa, el Gobierno no convocaría salvo que tuviese la plena seguridad de que su regulación cuenta con el beneplácito de una mayoría social holgada (con la que, como tampoco se le escapa a nadie, no cuenta). Pero, con mayorías o sin mayorías, a favor o en contra de la regulación impulsada por el Gobierno, la petición de convocatoria de un referéndum de estas características constituye un error craso que ataca el fundamento sobre el que se sostiene la defensa de la vida, que no es una cuestión política que pueda someterse al veredicto de las urnas, ni indirecta (mediante votación en las cámaras legislativas) ni directamente (mediante plebiscito). Aceptar que la decisión de una mayoría popular o parlamentaria puede legitimar el crimen es tanto como aceptar que el crimen no puede ser definido objetivamente, sino que su definición depende de percepciones subjetivas o coyunturales; una trampa saducea que aquí se hace más vitanda, pues al fin y a la postre un referéndum de estas características nos obligaría a elegir entre un aborto libre de iure y un aborto libre de facto.

Quienes abogan por este referéndum aducen que la propia Constitución reconoce la posibilidad de convocarlo ante «decisiones políticas de especial trascendencia»; es decir, ante decisiones que afectan a la organización de la «polis», no a los fundamentos que garantizan su supervivencia. Un referéndum puede convocarse para decidir sobre el uso de la energía nuclear, la prohibición del tabaco o el ingreso en organismos internacionales, pero no sobre la licitud del asesinato, el hurto o la pederastia. Cuando las sociedades consideran que estos asuntos pueden regularse mediante meras disposiciones de la voluntad se han convertido en organizaciones criminales. Esto es lo que la nueva regulación sobre el aborto pretende; y tratar de combatir esa pretensión aceptando su premisa es tanto como incurrir en el mismo mal que se desea combatir.

Reclamar que se someta a votación una ley que conculca el derecho a la vida es tanto como admitir que el derecho a la vida puede ser sometido a votación; de hecho, al solicitar que se convoque este referéndum se está reconociendo legitimidad a su resultado, que sea el que fuere resultaría lesivo para el derecho a la vida. Los promotores de esta iniciativa aducen que «no podemos cerrar los ojos a que, de hecho y nos guste o no, en los regímenes democráticos el derecho a la vida se somete a votación». Aquí convendría especificar que no son los regímenes democráticos los que amparan tal dislate, sino la degeneración de tales regímenes en formas de idolatría o cesarismo democrático que, en lo que Zapatero llamaba cínicamente en su plegaria negra de Washington «la propia búsqueda del bien» (o sea, la consecución del interés), no vacilan en pisotear los fundamentos éticos que garantizan su propia supervivencia. Contra la degeneración de los regímenes democráticos no podemos, en efecto, cerrar los ojos ni prestar asentimiento, reclamando la convocatoria de un referéndum sobre una ley que conculca el derecho a la vida. Pues, más allá de lo que deparase ese hipotético referéndum, se está aceptando que mediante votación se pueda legislar sobre los fundamentos éticos que garantizan la supervivencia de la comunidad humana, y hasta su propia calificación de «humana».

Creo, en fin, que a nadie regocijaría tanto la convocatoria de un referéndum de estas características como a los enemigos de la vida. Casi tanto como a mí me duele escribir este artículo.

lunes, 18 de enero de 2010

Las palabras de Monseñor Munilla


Han armado bastante revuelo las palabras del nuevo Obispo de San Sebastián sobre la tragedia de Haití. Llego un poco tarde al debate, pero me parece que, en lo que de verdad interesa de este asunto, la cuestión no ha perdido vigencia.

Veamos. El Obispo se ha referido a la cuestión del mal, situándola en un contexto teológico; el problema es que lo ha hecho en un medio de comunicación, sin advertir lo sencillo que era sacar sus palabras de aquel contexto, contando además con enemigos declarados como los tiene. Pero el asunto estaba correctamente expuesto, y lo que dice es exacto. Esto es: para Dios no hay mayor mal que el pecado, como bien dijo el propio Cristo camino del Calvario, cuando exhortó a las mujeres a que llorasen por ellas mismas. No hay que olvidar que pecado no es una simple trasgresión de una disposición moral, sino algo más profundo y amplio: el alejamiento del hombre de Dios.

Ante el drama del pecado que aparta al hombre del Amor, la Verdad y la Vida, cualquier otro avatar de la existencia es relativo. Porque Jesús ya advirtió, en contra de los criterios puramente terrenales, que el hombre sufriente en este mundo podía ser bienaventurado y heredero de la gloria eterna. No quiere esto decir que la felicidad penda por completo del más allá, porque todos somos testigos de los casos de personas que alcanzan el más allá de su enfermedad, su pobreza o su desgracia en esta vida, con fe, esperanza y caridad; y otros, sobrados de medios materiales, deambulan vacios por una existencia a la que no aciertan a dar sentido.

Monseñor Munilla pretendía advertir a nuestra sociedad acomodada y desnortada que la tragedia de Haití es terrible y exige nuestra solidaridad; pero que no podemos olvidar que también aquí vivimos una tragedia aún mayor, la de quienes se apartan de Dios y se hallan rendidos al sinsentido. Y, a la vista de ciertas reacciones, el drama alcanza incluso la dimensión de quienes ignoran el mal que padecen.