lunes, 31 de diciembre de 2007

Soy leyenda


Dos cosas llaman la atención de esta película. La primera, un hombre solo en el mundo, como un náufrago en la isla de Manhattan, que trata de aprovechar todos sus recursos –no va de compras a las tiendas, sino directamente a los pisos de la Quinta Avenida o Tribeca, abandonados por sus dueños- y que se mantiene en forma. La segunda, una ciudad deshumanizada, tomada por la naturaleza, donde la fauna campa por unas calles que ejercen de sabana, y la vegetación creciente patentiza la fragilidad de la obra humana.

Lo que viene después es el horror, la colmena de seres antaño humanos, vampirizados, que viven en las sombras y salen de caza al anochecer. De día están ausentes, invisibles, pero existe un vacío, un silencio que les guarda sitio, y que cobija sus aullidos nocturnos.

Will Smith se esfuerza mucho, y sufre mucho. La película construye una leyenda en torno a él, y casi lo consigue. Sólo al final, uno de esos finales que no sabe hacer el cine de hoy, lo desbarata, con una mezcla de “Dragonfly” y “Señales”. Es una pena, porque se había ganado el aplauso ese hombre solo, que compadecemos con un estremecimiento sobre todo cuando echa el cerrojo a puertas y ventanas al llegar a casa, en un vano intento de que el terror se quede fuera.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Salvados en la esperanza


«La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una “prueba” de lo que aún no se ve».

«La fe es la sustancia de la esperanza. Pero entonces surge la cuestión: ¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin fin– parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable»».

«De algún modo deseamos la vida misma, la verdadera, la que no se vea afectada ni siquiera por la muerte; pero, al mismo tiempo, no conocemos eso hacia lo que nos sentimos impulsados. […] Esta “realidad” desconocida es la verdadera “esperanza” que nos empuja y, al mismo tiempo, su desconocimiento es la causa de todas las desesperaciones, así como también de todos los impulsos positivos o destructivos hacia el mundo auténtico y el auténtico hombre. La expresión “vida eterna” trata de dar un nombre a esta desconocida realidad conocida.».

«[E]s verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (cf. Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando “hasta el extremo”, “hasta el total cumplimiento” (cf. Jn 13,1; 19,30)».

«Dios no puede padecer, pero puede compadecer. El hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el hombre […]. Digámoslo una vez más: la capacidad de sufrir por amor de la verdad es un criterio de humanidad».

«Nunca es demasiado tarde para tocar el corazón del otro y nunca es inútil. Así se aclara aún más un elemento importante del concepto cristiano de esperanza. Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza también para mí. Como cristianos, nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el máximo también por mi salvación personal».

(Benedicto XVI, Spe salvi)

viernes, 21 de diciembre de 2007

Testigos del horror


Se habla de memoria histórica, pero se recuerda poco, y se sabe menos. El siglo XX fue pródigo en horrores. Podemos mencionar como representativos a los nazis y a los soviéticos. Pero también jemeres rojos, hutus y tutsis, chetniks, otomanos o maoístas cubrieron de sangre la tierra como para hacer de regadío una cosecha de muerte. Muy grave fue aquello, pero también los acontecimientos, ideas y conductas que lo provocaron, además de las que fueron paralelas y sobrevivieron.

Conviene no olvidar lo que pasó, para pensar en su por qué, que lo hubo, aunque fuera irracional. Es menester recuperar la obra de algunos testigos de la masacre, sentir repeluzno y espanto ante sus historias, pasar alguna noche en vela meditando lo ocurrido, y pasar el resto de la vida velando por si se aproxima otra vez la sombra de ese Mal. Escritores como Alexander Solzhenitsyn (“Archipiélago Gulag”), Vasili Grossman (“Vida y destino”), Imre Kertész (“Sin destino”) o Viktor Frankl (“El hombre en busca de sentido”) nos hablan de la experiencia del horror y de cómo el hombre puede sobrevivirle. Sus libros son memoria viva y necesaria para no recaer en abismos de pesadilla.

Sin embargo, el veneno no se consumió del todo y en parte vive y se extiende de nuevo. No sólo por el recuerdo acrítico de los verdugos, cómo el que ensaya Jonathan Litell en su celebrada “Las benévolas”, donde un antiguo nazi narra su historia de sadismo delirante sin el menor remordimiento. Además, se olvida que los asesinos fueron amantes de la muerte en todas sus formas, incluidas la eutanasia o el aborto, y algunas de estas pasiones extienden sus tentáculos en nuestra sociedad del bienestar, y engendran otras aún más monstruosas.

Hay que volver a los testigos del horror y aprender en su carne las lecciones. No se puede tropezar más veces en esta piedra.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Treinta o cuarenta años


¿Qué le ha pasado al mundo en los últimos treinta o cuarenta años?

Me refiero al mundo occidental, el único al que le pasan cosas a una cierta velocidad. El islam es otra cosa, y Asia, otra cosa más rara todavía.

La década de 1960, llamada prodigiosa, después de unos años de paz y progreso, dio pie a una relajación de costumbres que algunos confundieron con la libertad. Se sucedieron desde entonces las provocaciones, las modas, las músicas, todas de corta vida, tanto las realmente originales y creativas, como las patochadas infectas. Algo parecido le ocurría a casi todos sus creadores, desde los más originales y creativos, hasta los más apestosos. Se diría que, como flores, se conformaban con la belleza de unos días, y después morir. Sus iconos lo hacían: James Dean, Marilyn, tantos cantantes de rock. Y algunos que no morían, se escondían, como Salinger.

La literatura le dio a la droga y al sexo, como la música, y salieron cosas que se ensalzaron hasta el cielo, mientras otras iguales se quedaron en la cloaca. La pose dejó de ser gesto de dandis, por la cantidad y por la calidad; ya no había Wildes, sólo gente –todo el mundo– que en cada acción parecía mirar el objetivo de una cámara, y cada vez hubo más cámaras.

Todo el mundo quiso salir en televisión. Warhol habló del cuarto de hora de fama. Al final lo difícil fue no salir. En lo supuestamente exclusivo están casi todos, y unos cuantos raros quedan fuera. Cambió el sentido de lo normal, primero se hizo escaso, luego ofensivo y proscrito: no se puede ser normal porque los demás serían anormales.

La religión se volvió loca en muchas partes, pero no en todas, como los locos pensaron. Se creía en cualquier cosa, o en nada, que es lo mismo, ya lo anticipó Chesterton. Las creencias huecas dieron lugar a valores huecos, a principios huecos, a ideas huecas. Cuando salía alguna buena, sólo podía retorcerse hasta agotarla, la creatividad no daba más de sí. El cine clásico murió casi con Kennedy, aunque él no tuviera culpa ni mérito.

Cualquiera escribe un libro. Y cualquiera escribe un blog. Aunque no sepa de qué rayos está hablando.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

La vida en peligro


El lugar más peligroso para que viva un niño que todavía no ha nacido es… España.

No hay criatura humana más segura que aquella protegida por el seno de su madre. Ni la hay más frágil que la rechazada por ella. En España más de cien mil madres reniegan de su hijo cada año, para siempre. Lo harán con mayor o menor desesperación o conciencia, con más o menos complicidad o inducción de unos y otros. Pero el resultado siempre es la muerte de un inocente, del mayor inocente, del que ni siquiera tuvo oportunidad de hacer nada, ni bueno ni malo.

La respuesta que se da desde los poderes del Estado es estremecedora: defender “a la mujer”, ampliar la ley que permite el aborto. Parece que no escarmentamos. Parece que no ha llovido suficiente sangre todavía. La vida joven se apaga en España. Otros vendrán, se supone, porque la vida se abre camino siempre. Otros más generosos, o menos asesinos. Pero miles, millones, de niños yacerán en vertederos, sin nombre, sin haber podido oler una flor, sin haber podido mirar el día, sin haber sentido nunca una caricia, sin conocer una ocasión de amar. O, dicho de forma más clara, aterrizando tanto que nos topemos de bruces con el suelo: matando niños de siete meses o más, a quienes previamente se ha extraído del vientre de su madre, traídos a la vida para que se les arrebate de seguido. Se matan también criaturas mucho más pequeñas, pero eso sólo es menos escandaloso, no es menos criminal.

Se acercan las fechas de celebración del Nacimiento más trascendente. Muchos festejos se reducirán a comilonas y borracheras. No es paradoja. Es lo que hemos elegido en lugar de los niños que pudieron nacer, y no dejamos. Celebramos el triunfo sobre Dios, sobre la vida de los otros, y la entronización de la nuestra en el gozo y disfrute. Aunque la vida que no hace más vida, tarde o temprano también se apaga.

martes, 18 de diciembre de 2007

Lo peor



La entrada anterior sigue abierta, remolones. Pero para aquellos que no tienen nada bueno que decir, porque no les ha gustado nada, doy opción aquí a desahogarse en forma de listas negras. También pueden citarse las decepciones, los errores y los desconciertos.

El problema es que, si uno va medianamente informado al cine (y además es cauto hasta casi rozar la agorafobia, como es mi caso), difícilmente le habrán dado gato por liebre. Es decir, que lo malo se habrá quedado en la cartelera, para otros con el paladar menos exquisito, o con más dinero que gastar.

De todas formas, mencionaré algunas películas que me dejaron casi indiferente ("Banderas de nuestros padres"), o que me parecieron poco originales ("El orfanato"), o a las que les faltaba alma ("El buen pastor"), o que ya estaban pasadas de rosca ("Piratas del Caribe: En el fin del mundo").

Ánimo, que contar lo malo siempre cuesta menos.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Las mejores películas del año


Por estas fechas, todo blog de cine que se precie hace sus listas, y este, aunque no sea sólo un blog de cine, no va a ser menos. De modo que, hagan memoria, señores y señoras, y traten de recordar qué pelis les han parecido las mejores este año. Ahí va mi lista, sujeta a todo tipo de debates y cuchufletas:

1- Apocalypto
2- Ratatouille
3- Bourne: Ultimatum

Que conste que no lo he visto todo. Por ejemplo, si hubiese visto Promesas del Este, quizá la lista se viese alterada. Pero hay otras que sí he visto y que no la alteran, como Cartas desde Iwo Jima.

Ahora cedo la palabra a vosotros, famélica legión, para que soltéis esas listas que con tanto mimo habéis elaborado hasta ahora. Tranquilos, que otro día daremos opción para hablar de lo peor.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Diálogos inmortales


ESCENA CUMBRE
-Sólo sé que no sé nada
-Pues… entonces, todos contentos


FINAL ALTERNATIVO:
-Sólo sé que no sé nada
-Pues… estamos apañados.


MONTAJE DEL DIRECTOR:
Sócrates desciende aliviado de la Acrópolis, cuando se ve a Protilo correr hacia él con una lentitud enojosa. Su rostro refleja ansiedad, y tras mirar a Sócrates de hito en hito, le inquiere:
-Maestro: ¿qué tienes que decirme?
Sócrates, con un gesto en el que anida un cansancio infinito, eleva la vista al cielo, suspira, se mesa la barba, le mira de nuevo, por si todavía sigue ahí, y finalmente, con hastío, proclama:
-Sólo sé que no sé nada.
Protilo vacila, la vida entera pasa por su mente (largo flashback, incluyendo a madre muerta). Tras interminables minutos, habla:
-Pues… como soy un siervo fiel de tu sabiduría, que ni merezco ni me quieres dar, seguiré viniendo cada mañana a preguntarte, hasta confíes en mí como el discípulo que necesitas y yo obtenga esa respuesta que anhelo. Así podremos decir que… entonces, todos contentos.
Sócrates palidece. El director dice “corten”, Sócrates enciende un pitillo, Protilo se pone a ligar con la script. En ese momento el técnico de sonido estalla:
-¡Este cacharro no deja de grabar…! Estamos apañados.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Esto no es sólo un blog de cine


Estaba yo tan cómodo, debajo de un almendro y tiritando al sol, cuando un amigo me recordó los orígenes de mi blog, que desde su “resurrección” se ha dedicado exclusivamente al cine. “Y eso me basta”, me he jactado.

Pero, de pronto, esta tarde he sentido la necesidad de escribir sobre otras cosas. Mi primer impulso ha sido mandar un artículo a un periódico. Pero luego me he acordado del blog. ¿Por qué va a ser sólo un blog de cine? Y he hallado la respuesta: no sólo de cine vive el hombre.

(Advierto que lo ridículas que pueden parecer algunas de las frases anteriores procede de un ejercicio de autoironía, no de presunción, que también la hay).

El tema que me come por dentro esta tarde tiene que ver con la lectura. Hay una cierta obsesión por que los niños lean, los hombres lean, los jubilados y amas de casa lean, la sociedad en pleno lea. Se regalan libros, se intercambian libros por el procedimiento del abandono, algunos incluso se disfrazan de libros. Todo para inculcar, dicen, el saludable hábito de la lectura.

Y yo me pregunto (aunque no he sido el primero): ¿leer qué? No vale leer cualquier cosa. Si lo que pretendemos es que se lea, bueno, vale. Pero supongo que se persigue un fin con la lectura: culturizarse, aprender vocabulario, expresión, capacidad de comunicarse, conocer al hombre y el mundo. Por ejemplo. ¿Se consigue eso leyendo lo que sea? No lo creo. En este sentido, es un cierto consuelo saber que no todo lo que se ha escrito y se escribe continuamente merece ser leído, no me daría la vida para tanto. Tampoco me dará para todo lo valioso, pero puedo hacerme con una buena parte.

La pena es que no se aclare, junto a las campañas de fomento de la lectura, que algunos libros son necesarios, imprescindibles, y otros, la mayoría, pura morralla. Pero aquí es donde más se falla, y por todos lados. Conocí un profesor universitario que únicamente leía cómics. A mí también me gustan, pero no basta con eso, es lo mismo que comer sólo carne con patatas. La lectura debe tener como objetivo alimentar el alma y el cerebro, no crear acúmulos de grasa y toxinas en dichas zonas. En definitiva, casi todo lo que se consume es lectura basura, y así nos va.

Ya iré hablando otros días de qué habría que leer. Se puede empezar con este blog.

(Autoironía de nuevo, ¿vale?).

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Peter Sellers


Peter Sellers, además del alter ego de mi amigo Ángel, muy secundariamente fue un actor británico inmensamente popular, sobre todo por su encarnación del inspector Clouseau en “La pantera rosa”, paradigma del desastre con patas, luego tan imitado.

Pero sus méritos van más allá. Por citar algunos, siendo aún joven, formó parte del legendario “Quinteto de la muerte” (Alexander McKendrick, 1955), malvada pandilla de delincuentes que tuvo a gala morir, uno tras otro, a manos de una desvalida anciana. Más tarde ofreció una nueva exhibición del caos, versión hindú, en “El guateque” (Blake Edwards, 1968), interpretando al mejor invitado arruinafiestas que se pueda imaginar, con sufrimiento pre-miccional incluido, sólo superado décadas después por el pobre abuelo Simpson. Entre medias, se había consagrado como rey de la comedia con las películas de la saga Clouseau, “Qué tal Pussycat”, o “Casino Royale”, a cual más delirante.

Consiguió incluso nominaciones al óscar, cuando asumió varios roles en la disparatada “Teléfono rojo: volamos hacia Moscú” (Stanley Kubrick, 1964), y en la más tranquila y póstuma “Bienvenido, Mr. Chance” (Hal Ashby, 1979). No obstante las apariencias, este hombre tan gracioso y alocado dentro de la pantalla, estaba de verdad loco y no tenía ninguna gracia fuera de ella. Egocéntrico y maníaco, hacía la vida imposible a quienes lo rodeaban, como reflejó Geoffrey Rush en un reciente biopic.

Se lo creyó, vamos, lo de rey de la gracieta. Ángel, ándate con ojo.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Cartas desde Iwo Jima


Querido Clint:

Me has paseado por paisajes lunares, terrosos y black and white. Me has puesto a vociferar en japonés con cara chino. Me has dado un mauser de escaso alcance y puntería para matar lo menos diez enemigos antes de que me maten o me inmole. Y lo peor es que todo esto fue de verdad antes de ser de mentira en tu película.

Ahora lo que yo tenía eran preguntas: ¿De verdad el hombre puede estar tan desvalido como lo muestras, o todavía más? ¿De verdad la esperanza no cabe en una cueva, y sí los recuerdos zumbones y puñeteros? ¿De verdad todos somos malos y buenos, pero sobre todo eso? ¿De verdad esperas que me emocione con un muerto rendido, un piano punteado y una playa de ceniza? ¿De verdad esperas que tu vida ya anciana sea vida para otros, o quieres compartir tu vecindad con la muerte? ¿De verdad?

Bueno, te dejo, que se aproximan lanzallamas.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Mutantes


(A)-Tengo un blog de cine.
(B)-¿Y?
(A)-Pues que soy un tío cojonudo.
(B)-¿En serio?
(Tío cojonudo)-Te diré.
(Necio)-¡Ostras!
(Tío cojonudo)-Hasta me hacen comentarios.
(Necio)-¿Y van las estrellas y eso?
(Pobretico)-Hombre …
(Tocapelotas)-Porque si es de cine…
(Pobretico)-Pongo fotos…
(Tocapelotas)-Seguro que son en blanco y negro.
(Woody)-Pues, ¿sabes?, el grado de eminencia de un cinéfilo es inversamente proporcional al color de las fotos de su blog, dicen, eso creo.
(Antigafapasta)-Mira, yo creo que lo tuyo no tiene ningún futuro, háztelo mirar.
(Woody)-Sí, ya tengo pedida hora con mi psiquiatra, bueno, con mi nuevo psiquiatra, el anterior se ha hecho pastor esquimal presbiteriano.
(Antigafapasta)-Ya lo decía yo…

martes, 4 de diciembre de 2007

El abrazo de la muerte


“Cuando una mujer se nos mete en el corazón, difícilmente se la puede desterrar de él. Es como la brizna de manzana que se introduce entre los dientes. Ni el recurso de arrancarla con un trocito de celofán de un paquete de cigarrillos da resultado, porque éste también queda aprisionado entre los dientes”. Un retrato femenino de esta finura (y hondura) sólo puede encontrarse en una película de cine negro. En este caso es “El abrazo de la muerte” (1948), de Robert Siodmak. Y el que así habla es Steve (Burt Lancaster), a propósito de una individua que responde por Anna (Ivonne de Carlo), la típica mujer fatal en que el destino le enreda, para su desdicha. No es de extrañar que la chica acabase siendo la Lily de La familia Monster. Porque es de esas que de malas, parecen casi feas.

Como curiosidad, Tony Curtis, desconocido aún, aparece con ella durante un segundo en la escena de la pista de baile.

Como advertencia, la que hacía un infantil Ronny Howard en “El noviazgo del padre de Eddie”: no te enamores de una mujer de ojos oblicuos (las buenas los tienen redondos).

lunes, 3 de diciembre de 2007

Cine y vida
















¿Qué puedo yo contar que no sea cine?

Nada de lo humano le es ajeno.


domingo, 2 de diciembre de 2007

De Somerset Maugham


Somerset Maugham, escritor británico, muy popular sobre todo durante el primer tercio del siglo XX, vivió más de noventa años, y en ese tiempo tuvo ocasión para escribir multitud de novelas, dramas y cuentos, con gran éxito entre el público. Hasta tal punto, que muchas de sus obras han sido llevadas al cine, casi desde el principio de su historia, hasta hoy mismo. Hagamos un repaso de las más conocidas películas basadas en sus libros:

· "La carta" (The letter): tuvo dos versiones principalmente, una de 1929, dirigida por Jean de Limur (del que no se acuerda ni su padre), con Jeanne Eagles (nominada al óscar) y Reginald Owen; y otra, la más famosa, de 1940, dirigida por William Wyler (ese sí), con Bette Davis (también nominada) y Herbert Marshall en los principales papeles.

· "El agente secreto" (Secret agent): sobre la novela “Ashenden or the british agent” dirigió esta película Alfred Hitchcock en 1936, con John Gieguld, Peter Lorre, Madeleine Carroll y Robert Young. Hitchcock le confesaría a Truffaut que disfrutaba leyendo los libros de Maugham.

· "Lluvia" (Sadie Thompson): en 1928 Raoul Walsh llevó esta historia al cine, con la gran Gloria Swanson (todavía no encerrada en su mansión crepuscular, y nominada al óscar) y el no menos grande Lionel Barrymore. En 1932, Lewis Milestone la hizo con otro reparto de campanillas, encabezado por Joan Crawford y Walter Huston. Todavía se puede citar otra versión, de menos enjundia, filmada en 1953 por Curtis Bernhardt, con Rita Hayworth y José Ferrer de protagonistas, que en España llevó el horrible título de “La bella del pacífico”.

· "El filo de la navaja" (The razor’s edge): destaca la versión de Edmund Goulding, en 1946, con Tyrone Power, Gene Tierney, Ann Baxter (ganó el óscar) y un maravilloso Clifton Webb (lo nominaron), entre otros; además fue candidata a mejor película. Se queda muy lejos, pero como curiosidad citaré la versión de 1984, de John Byrum, con Bill Murray y Theresa Russell (hay comparaciones especialmente odiosas).

· "El velo pintado" (The painted veil): la primera versión es de 1934, dirigida por Richard Boleslawski, con Greta Garbo y Herbert Marshall en los principales papeles. La más reciente es de 2006, la filmó John Curran, y la interpretaron Naomi Watts y Edward Norton.

Esto es sólo una muestra de lo que ha dado de sí la obra de Somerset Maughan para el cine. ¿Qué conclusiones podemos sacar? Pues que fue un buen conocedor del alma humana, yendo siempre a sus profundidades. Buena prueba de ello es que no rehuyó el terreno religioso, que aparece en buena parte de estas películas como lugar donde hay tantas respuestas como preguntas, soluciones como problemas. También lo prueban sus acertados retratos femeninos, que proporcionaron jugosos papeles a grandes actrices que se lucieron con ellos, desde Gloria Swanson a Naomi Watts.

Exploró con acierto la pasión amorosa, y por ello afirmó que el sentimentalismo es el único sentimiento que te lleva por el mal camino. No puedo estar más de acuerdo. El romanticismo exacerbado sólo da para películas almibaradas y huecas; pero si se llega hasta sus bordes y se mete la mano por debajo, puede encontrarse lo que de verdad importa.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Luz que agoniza


Charles Boyer –no te enrolles– fue un actor dúctil, sobre todo porque usaba como plastilina las facciones de su cara, sin perder casi nunca la compostura, para mostrarnos mil formas de parecer malvado. También podía ser bueno, como en la primera “Tú y yo”, pero ¿quién se acuerda de aquella, habiendo una segunda, con Cary Grant, y encima en color?

Charles Boyer hace de marido pianista (Gregory), Ingrid Bergman de mujercita al borde de un billete al manicomio (Paula), y Joseph Cotten, que también podía ser malo muy malo –recuérdese el tío Charlie de “La sombra de una duda”– es el desconcertado entrometido del que no contaré más por ahora; ah, sí, que se llama Brian Cameron. También aparece por ahí una debutante Angela Lansbury, que antes de dedicarse a la novela policíaca fue sirvienta deslenguada y pelandusca, lo que, aparte de un sueldo módico y una tarde libre a la semana, le proporcionó su primera nominación al oscar. En el otro lado –cronológico– está la veterana y magnífica Dame Mae Witti, que todos recordarán por… no, ya nadie la recuerda.

Los oscars que sí fueron se los llevaron la Bergman y los decorados en blanco y negro (ya se sabe, todos los muebles y paredes pintados de esa guisa). Charles “no te enrolles” Boyer se quedó con las ganas, igual que la fotografía, que también era en blanco y negro, el guión, y la película toda, que estuvo entre las cinco mejores de 1945, que ya es mucho decir para esa época gloriosa, sobre todo si tenemos en cuenta que hay una versión anterior de 1940.

Esta película es recomendable para todos aquellos que toquen al piano las últimas operetas de Strauss, tengan una criada sorda o estén pensando en volver loca a la propia esposa. Por tanto, no se recomienda a menores de ochenta y siete años; los demás tendrán que verla clandestinamente, con la excitación propia de quien paladea un fruto prohibido.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Temas 2


Si el cine español no saca mucho provecho de la Guerra de la Independencia, no digamos de nuestra edad de oro, los reinados de Carlos I –V de Alemania– y Felipe II. Recuerdo alguna vieja película, “Jeromín” de Luis Lucia, que idealizaba la infancia de Don Juan de Austria, llena de sentimientos enaltecedores del valor, el sacrificio y el amor a la patria –algunos dirían que directamente fascistas–; y no me viene a la cabeza mucho más. Sobre la conquista de Ámerica, hay alguna película, pero volcada sobre sus aspectos más sórdidos, como “El dorado” –muy lejos de “La Araucana”–.

Pero si salimos de España, nos encontramos con referencias no precisamente benévolas con España. El cine de habla inglesa no es dado a recordar nuestras gloriosas gestas, sino que prefiere los esporádicos fracasos de ese periodo, haciéndolos aún más sonoros. Está ahora en los cines “Elizabeth. La edad de oro”, en la que España y su rey, con el episodio de la Armada Invencible, quedan ridiculizados (lamentable es que encima un español se haya prestado a interpretar para esta humillación). No es cosa nueva, ya Errol Flynn hundía a toda la flota española con sus cabriolas en el clásico “El halcón del mar”.

Además, como la leyenda negra nos la creemos, y encima nos gusta, elegimos hacer películas ambientadas en los momentos llamados de decadencia. He ahí la reciente “Alatriste”, con buen vestuario y fotografía, pero con un guión de cortar y pegar, lleno de anacronismos ideológicos, reflejo de los prejuicios del autor de la novela. Se repite, como tantas veces en nuestro tiempo, el dicho de Einstein sobre la perfección de medios y la confusión de fines.

Seguiré, me temo, lamentando que no se hagan buenas y fieles películas sobre Pavía –algo parecido explora, en plan muermo, Ermano Olmi en “El oficio de las armas”-, San Quintín, Lepanto o Mühlberg; y las hazañas de Cortés, Pizarro, Elcano o Balboa en América merecen ser llevadas al cine con dignidad, y no como la historia de locura de “Aguirre o la cólera de Dios”. Me quedaré con las ganas, porque todo esto es políticamente incorrecto, pero mira qué bien lo hacen los ingleses con “Master and commander”, por ejemplo. Ah, que la hicieron australianos. Pues que se encarguen ellos (Mel Gibson, espero que leas este blog).

lunes, 26 de noviembre de 2007

Ariane


Billy Wilder y Audrey Hepburn, y no es «Sabrina», sino «Love in the afternoon». No la había visto nunca, pero es deliciosa. Audrey llena la pantalla con sólo aparecer y mire o sonría. El humor de Wilder, su socarronería, sobrevuela toda la película, un estilo inconfundible, una fotografía peculiar y hermosa, justa, en la que no sobra ni falta nada. Gary Cooper está en las últimas, pero hace un esfuerzo, cuando la vida se le escapa, por fingirse vividor. Maurice Chevalier, qué ironía, el rey de las varietés, hace de padre responsable que intenta mantener a su hija alejada de la sordidez del mundo y de los sinvergüenzas que lo pueblan. La orquesta zíngara, banda sonora con patas, consigue el milagro de ser cómica y, a la vez, entrañable.

Y el amor, en París esta vez, lo inunda todo, con la pose de romanticismo extremo, de la que nos reímos, la analítica del detective, la hedonista del millonario calavera, y nuevamente la romántica, que en su insistencia derriba las demás, o no, que con Wilder nunca se sabe de bien, porque todo confluye en el mismo mar, y se mezcla.

Hay muchos besos en esta película, sobre todo en la presentación, y son en sí mismos un canto a la vida, a su prolongación mediante la creatividad del amor. Wilder amaba de veras la vida, fue creador de obras, como se suele decir, imperecederas. Y eso que, como dijo en otra, nadie es perfecto. O precisamente por eso.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Temas 1


Viendo un documental sobre Napoleón, me ha venido a la cabeza una cuestión, ya algo trillada, la de los temas de los que se ocupan las películas; concretamente, las películas… españolas. Se ha dicho mucho, y yo lo he repetido (o viceversa), que España tiene una Historia como para rodar superproducciones espectaculares todos los años. Concretamente, a mí me fascinan dos épocas: la de los Austrias mayores –Carlos I y Felipe II– y la Guerra de la Independencia. Tocaré hoy ésta, y dejaré para otro día la primera.

Soy devoto de los Episodios Nacionales, de Galdós (ver perfil), muy en especial de su primera serie, donde aparece un héroe ideal, Gabriel de Araceli, a quien le ocurren todo tipo de aventuras. Cuando, siendo un imberbe, leía sus peripecias, no dejaba de imaginar lo que sería una película que recogiese esas hazañas y esa época. Hay varias películas «napoleónicas» de calidad, desde el «Napoleón» de Abel Gance, hasta la «Guerra y paz» de Sergei Bondarchuk (es mejor que la americana, a pesar de Audrey Hepburn), pasando por la estupenda «Los duelistas», del mejor Ridley Scott. Pero sobre Napoleón en España, tengo mejores recuerdos de la «Agustina de Aragón» de Juan de Orduña –con todos sus defectos– que de la reciente «Los fantasmas de Goya», de un decepcionante Milos Forman, que aprovecho para criticar aquí azuzado por Don Ángel: película deslavazada, con doblaje espantoso, acción cutre y actores desnortados, en la que la única salvable, Natalie Portman, aparece deforme e ida durante la mitad de la película. Por supuesto, el reflejo de la Historia es pura coincidencia.

Para esto, que sigan haciendo películas sobre la Guerra Civil, en la que no cabe más sorpresa que la de averiguar cómo de malo será el fascista de turno (o viceversa).

jueves, 22 de noviembre de 2007

Nombres


Todo el mundo sabe que el verdadero nombre de John Wayne era Marion, o por decirlo todo, Marion Michael Morrison. No le iba a un tipo duro del cine como él lo de Marion. Marilyn Monroe también se cambió el nombre, que era nada menos que Norma Jean Mortensen. Tampoco le hubiera sentado bien a William Holden aparecer en los créditos como William Franklin Beedle, que hubiera sonado como una onomatopeya ridícula. Y Anthony Quinn americanizó su Antonio Rodolfo Oaxaca Quinn. Más lejos llegó Margarita Carmen Cansino, que se rebautizó Rita Hayworth. Curiosamente, Marlon Brando se llamaba de verdad así, como su padre, que por suerte para él le legó un nombre muy cinematográfico, aparte de otras cosas, supongo.

Viene esto a propósito de la insana moda de algunos actores de hoy de mantener su nombre original, para perplejidad de los cinéfagos como yo. Por ejemplo, el siempre alelado Jake Gyllenhaal –y su nada candorosa hermana Maggie–, el sueco ya afincado en Hollywood Stellan Skarsgard –el de la horrorosa “Los fantasmas de Goya” y otras más apreciables–, el prestigiado Liev Schreiber, o la cargante Renée Zellweger. ¿A dónde van con esos nombres? Desde luego, no esperarán que escriba mucho de ellos, como de ningún otro que tenga que buscar en google para no dejarme letras en el tintero.

A propósito de letras. Otros a un nombre sencillo y vulgaris le añaden alguna. Jamie Foxx. Ya podía haber llegado a la triple equis, si lo que quería era alejarse del auténtico, Eric Bishop, de resonancias eclesiásticas. Claro que esto no es nuevo, ya lo hizo el bueno de Minelli, don Vincente. Por cierto, que su suicida esposa, Judy Garland, se llamaba en realidad Frances Gumm.

Con lo práctico que es llamarse Robert de Niro o Al Pacino, fácil de decir y de recordar. Esos chicos seguro que llegan lejos, ya lo veréis.

Pero que nadie me toque a Forest Whitaker, que ese es de los Whitaker de toda la vida.

martes, 20 de noviembre de 2007

Un final made in Hollywood



Ponen una peli de Woody Allen en la tele, una de las últimas, que no he visto. Parece que es de las graciosas, un aliciente más, porque hoy no tengo ganas de deprimirme. Preparo la circunstancia cinematográfica como mandan los cánones más tradicionales: carne de membrillo, un puñado de nueces y el brasero. Listo.

La cosa tiene su gracia. Un director oscarizado en declive (absoluto) tiene la oportunidad de dirigir una producción costosa. Si el mismo Woody no fuera un autor prestigioso no nos lo creeríamos, de patético que resulta el personaje. Para colmo, el día de inicio del rodaje pierde la visión, ceguera psicosomática (como le espeta su hijo punky, "a ti no te puede pasar algo que sea de verdad"). El nudo de la historia y su gracia reside pues en la imposible dirección de la película por un invidente.

El nudo de mi entrada y su desgracia es la no menos imposible misión de escribir sobre esto habiéndome quedado dormido a la mitad. ¿O he podido hacerlo?

viernes, 16 de noviembre de 2007

Héroes


(Por petición popular)
¿Qué puedo decir de Héroes? Si confesase que tengo una habilidad secreta, de alcance inimaginable, que me obligará a viajar por los USA para salvar a la animadora, salvar al mundo, con una espada toledana en la espalda -y por qué no- unos cuantos surikens prestos en mi cinturón, la cosa tendría algún interés, al menos para el psiquiatra. Pero me temo que esta revelación tendrá que esperar.
De momento, me conformo con ser espectador pirata de la primera temporada e imaginar que puedo teletransportarme -esto es, meterme en el televisor- para decirle a Hiro que apriete más los dientes, que últimamente no para ni un Casio; a Peter Petrelli que no se fie de su hermano ni de las mujeres de edad incierta; a Niki que su hijo está creciendo demasiado rápido (?), a capítulos vista; a Bigotitos que no se hunda, que su ama acabará por reconocerlo; y a la camarera del aprendizaje instantáneo, que se pase por aquí a ver si su poder es contagioso.

jueves, 15 de noviembre de 2007

El hombre tranquilo


Una vez oí decir a cierto prestigioso y guarrete director español que John Ford -que según Welles era, él solo, los tres mejores directores de la Historia- no le gustaba, porque era demasiado irlandés, y supongo que, como consecuencia, demasiado católico, americano y facha.
Si uno ve "El hombre tranquilo", y sobre todo si ya tiene cierta amistad con ella, se tendrá que reír del prestigio de ciertos directores españoles marranazos. Alegría de vivir, humor y mucha cerveza negra, hacen de esta película una obra intemporal, refrescante y emotiva. Para algunos, el cine debe consistir en pasar un mal rato o inculcar memoria histórica (si no es lo mismo); pero para los cineastas de verdad, el cine es vida y provoca las ganas de vivirla. Claro que aquí hay un debate muy viejo en el que no quiero entrar ahora.
Me quedo con el caballo de Barry Fitzgerald, parándose delante de la taberna sin que lo ordene su amo, por pura costumbre, ya que el gaznate seco del hombrecillo es el motor de su intrahistoria. Homérico.
P. D.- Esta vez la foto no tiene escotes, pero emana una fuerza...

martes, 13 de noviembre de 2007

Stardust


O polvo de estrellas -el protagonista acaba liado con una-, película fantástica, romántica como un cuentecito y divertida, con un Robert de Niro desinhibido hasta decir ¡pero hombre!, o lo que sea... Seguramente algunos tomarán como ofensa que haya visto esta película, sobre todo si confieso que la noche de antes me quedé dormido viendo "Manhattan" por primera vez. Lo siento, pero no es que no me gustara, simplemente tenía sueño.

Con esto quiero decir que voy a aprovechar mi blog redivivo para relatar mis últimas experiencias cinematográficas, aunque -y he aquí mi tercera confesión- ahora estoy enganchado a "Héroes", una peli de veintitantos capítulos, con protas guapas, protas graciosos y protas muy malos malotes. Se ha criticado por algunos que ven en ella un plagio de los mutantes de Marvel; pero desde mi punto de vista, hay sobre todo una inspiración -sana- en "El protegido", esa peli que es mucho más de lo que parece y que nos emociona a tantos. Vale.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Zelig






El síndrome de Zelig


en un simposio académico produjo


una distorsión en la fuerza.

jueves, 8 de marzo de 2007

Un puente a la realidad


Ayer salí emocionado del cine, como no recordaba que me hubiera ocurrido antes. Vi una película -"Un puente a Terabithia"- que no ha tenido mucho bombo, que se presenta como seguidora de la estela de las Crónicas de Narnia, de carácter infantil, etc. Nada de esto se acerca a su verdadera naturaleza. Se trata, sí, de una historia que protagonizan sobre todo niños, y en la que tiene una gran importancia la imaginación. Pero diría que los efectos especiales son aquí secundarios, hasta el punto de que me atrevo a afirmar que es una de las películas más realistas que he visto en mucho tiempo. "Un puente a Terabithia" presenta la realidad de una de las formas más contundentes y sencillas que he tenido la oportunidad de contemplar en una sala de cine. Sin subrayados, sin alharacas, como es la misma vida. Y por ello constituye una aportación de incalculable valor en una época de tantos disfraces y superficialidades. Esto, que para mí es especial, no quita que se trate de una película preciosa -no soy muy dado a utilizar este adjetivo, como no sea con mi novia-, buena y bonita, en el sentido más profundo de estos términos, con momentos divertidos y momentos tristes, y en la que destacan sus dos protagonistas principales, enormes hallazgos, de los que uno queda prendado desde el principio. Ya digo, la recomiendo con toda mi alma, desde mi punto de vista es una experiencia de las que dejan huella.

jueves, 11 de enero de 2007

Terrorismos varios



No ha empezado bien el año, quizá por eso se me olvidó felicitar, me olvidé del blog, porque no sabía si callar o decir lo que pensaba en muchas palabras. Elijo ahora esto último, porque clama al cielo tanto atentado. Atentados contra las personas, a las que siegan sus vidas sin importar quiénes son, sus proyectos e ilusiones, sus novias y trabajos, sus angustias y alegrías. Atentados contra la verdad, cuando se hace creer que todo mal es accidente, que la voluntad humana puede no estar emponzoñada de odio, que el delito es casualidad mal avenida. Atentados contra el sentido común, extrayendo consecuencias absurdas como que el culpable de todo es quien no quiere tomar café con asesinos, que los que exigen antes de nada libertad son enemigos de la paz, que la democracia se construye sobre la cesión de sus principios fundantes. Atentados contra el lenguaje, llamando lucha a lo que es crimen, paz a lo que es rendición, unidad a lo que es totalitarismo. Estoy harto de los terroristas, pero también de los gobernantes que les hacen el caldo gordo. Quisiera que España entera se levantase contra tanto terror, y que a su cabeza se pusieran mujeres valientes como Gotzone Mora, Rosa Díez y María San Gil. Basta ya de muerte, odio y mentira. El terrorista a la cárcel, y el que le ponga las cosas fáciles, pues también.