lunes, 30 de marzo de 2009

La educación...


Después de la LOGSE, Bolonia. Me recuerda a la famosa frase de Luis XV: «Después de mí, el diluvio». Y vaya si diluvió sobre su hijo y demás descendientes. Pues no digamos de los educandos de mañana y la posteridad. Pero, antes de seguir despotricando, unas palabras de Francisco Rodríguez Adrados, de la Real Academia:

«La enseñanza secundaria se convierte a pasos agigantados en primaria y aun así crece el fracaso escolar. Y, en la enseñanza superior, la propuesta de Bolonia -un pequeño grupo impone su voluntad- consiste, en suma, en rebajar la Universidad al nivel de la enseñanza secundaria y sacrificarlo todo a la tecnología. El Conocimiento no interesa. Quedan el primarismo pedagógico y el especialismo».

Quien se dedique a la enseñanza hoy puede constatar que lo peor no es que los alumnos, incluso los universitarios, ignoren la Gramática, desprecien la Historia o estén ayunos de buenos modales; lo peor –y eso también es fruto del sistema– es que creen hablar claro, saberlo todo y tener siempre la razón. Son peores que los analfabetos antiguos, que al menos podían reconocer y respetar a los letrados, y peores que los menos cultivados que todavía afirmaban que «doctores tiene la Iglesia».

Por desgracia, de esto no tengo nada bueno que decir.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Aborto, esclavitud, emotivismo

Se me ha ocurrido poner un vídeo de abortos en otro foro y me han acusado de emotivismo; he puesto el cartel del lince y se ha considerado exagerado; he comparado el aborto con la esclavitud y no se entiende la comparación… No voy a reproducir aquí esos argumentos, pero sí mis respuestas:

Vamos a ver. Estar o no a favor de la vida no me parece "una simple cuestión", sino una cuestión decisiva e insoslayable; cualquier otra cuestión debe ceder su lugar ante ésta, que es previa. Se podrá plantear una ponderación de intereses cuando estén dos vidas en juego, caso raro por lo demás; no vienen a cuenta los casos de legítima defensa, salvo que ésta se plantee hacia el nasciturus, lo que me parece inaceptable (aunque puede que en la práctica sea esto lo que se esté dando). Y no estamos hablando de algo tan raro (y que tiene características muy distintas en cada caso) como ¡una separación de siameses! Estamos hablando de algo tan cotidiano como el aborto, es decir, una carnicería socialmente aceptada hasta el punto de no buscarse otras opciones que podrían ser viables con un poco de esfuerzo y de dinero... si se apreciase en algo la vida humana.

Esto se vincula con el asunto del cartel del lince. Se pone en él de manifiesto una realidad de nuestra sociedad: se organiza más escándalo (hace poco vimos desnudas y cubiertas de pintura a unas personas en la calle por un tema tan cercano como la matanza de focas) y hay más protección jurídica (un pastor fue condenado a prisión porque sus ovejas se comieron una especie protegida) cuando se trata de otros seres vivos que no son la persona humana. Es la pura verdad que se persiguen más los atentados contra una vida que contra la otra, independientemente de que se hayan puesto en el cartel criaturas nacidas y no en gestación. Yo hubiera preferido, para atenernos más a la realidad, que el cártel hubiera consistido en esto, por ejemplo, si es que queremos entrar de lleno en la verdad. Pero creo que no existe esa voluntad. (Por cierto: decir que las imágenes de abortos son un recurso emotivo que esquiva la racionalidad... me ofende, como me ofendería que alguien hubiese querido ocultar estas otras, con el argumento de que impiden razonar sobre el Holocausto).

En cuanto a la relación del aborto con la esclavitud, diré lo que pienso. Ambas son abominaciones contra la dignidad de la persona. La esclavitud estuvo socialmente aceptada durante siglos, con respaldo de las leyes y de las gentes; pero eso no la convirtió en algo bueno. Fue abolida con mucho sufrimiento, y no sólo había defensores irracionales de esta práctica, sino argumentos a su favor de tipo económico, social e incluso humanitario (muchos de los defensores de la esclavitud creían sinceramente que sus esclavos no podrían estar mejor en libertad que privados de ella y bajo el mandato de sus amos). Ahora tenemos una bestialidad de no menor envergadura, socialmente aceptada, con respaldo de las leyes; pero eso no la convierte en un bien. Espero, para rematar la comparación, que el aborto también acabe siendo abolido y cubierto de infamia, y que la vida sea defendida como un bien sagrado y no se escatimen esfuerzos para su salvaguarda. No me conformo con decir que yo me opongo al aborto y que no colaboraré con él, y mientras que los demás hagan lo que quieran; sería como decir "yo no mato, pero que los demás maten, si quieren".

Creo que no puedo hablar más claro.

martes, 17 de marzo de 2009

El Ala Oeste de la Casa Blanca


Hemos visto el último capítulo de la segunda temporada del Ala Oeste de la Casa Blanca. El final es espectacular: primero, tras un funeral en la catedral, el Presidente de los Estados Unidos se queda sólo en el templo e increpa a Dios por sus desdichas; después, tras una complicada entrevista televisiva, reflexiona a solas sobre un importante paso a dar, evoca su vida pasada y entra en conversación con los difuntos; por último, con la música del Brothers in arms, de Dire Straits, acompañando toda la escena, se pone en escena la declaración sorpresa, ante los ojos expectantes del mundo, y entonces todo cobra sentido y también las bruscas preguntas a Dios son respondidas.

Sobra decir que las comparaciones son odiosas y que ninguna serie española le llega a ésta –ni le llegará jamás– a la suela de los zapatos. Pero tampoco otras americanas de moda se le acercan, más preocupadas de exponer retorcidos líos de cama que de presentar vidas auténticas y entregadas a una causa elevada.

Sobre esto quería reflexionar. No me ha hecho pensar la fabulosa puesta en escena, el inteligente guión, la soberbia ambientación o los estupendos actores. Es el conjunto de una historia humana, de personas inteligentes esforzadas por lo que consideran una misión que merece el sacrificio de sus vidas. Con dudas, con errores, con tropiezos, pero siempre en un nivel muy lejano a lo vulgar, el de la excelencia consciente de sí misma, que permite tanto la gravedad como la sonrisa, cuando es auténtica. Esta serie merece todos mis parabienes porque consigue lo que yo más valoro en la ficción: que insufle el anhelo de vivir y ser mejor.

lunes, 16 de marzo de 2009

Tesoros vaticanos


Es conocido que la Iglesia católica custodia en el Vaticano un ingente patrimonio histórico y cultural, que provoca la afluencia a sus museos incluso de personas no creyentes. También se sabe de sobra que, desde hace años, hay voces que, con el motor de su ignorancia, reclaman que el Papa venda todo aquello para acabar con la pobreza del mundo. Ahora, un tipo ha puesto de moda esta reclamación a través de Facebook, y se ha generado un ficticio alboroto, azuzado por los medios que odian a la Iglesia.

No voy a andarme con rodeos. El Papa no vive como un millonario, sino que tiene un apartamento en los palacios vaticanos, apartado de lujos, y si tiene que rodearse de un cierto aparato especial –véase papamóvil–, lo hace por razones de seguridad nada exageradas. Para quien conozca un poco de su vida, no sorprenderá que lleve un vida frugal; ya era así cuando era uno de los cardenales de mayor responsabilidad en la Iglesia, y acudía diariamente a su trabajo andando y calado con una boina; tampoco a la hora de comer se alegra mucho: se nutre y ya está, lo justo para no estorbar su continua labor intelectual con el sueño que acompaña a las digestiones pesadas. Si se da algún capricho es el de tocar el piano, herencia alemana, pero también alimento del espíritu, el órgano que más le preocupa.

A aquellos que demandan que la Iglesia venda sus preciosos bienes y solucione el hambre del mundo les diré que esos bienes no son disponibles, porque su valor artístico o cultural los convierte en patrimonio del pueblo en el que se asientan, o incluso de la humanidad toda, que no consentiría que se fundiesen esculturas, o se vendiesen iglesias para hacer pubs, o se adjudicasen cuadros en pública subasta para que algún ricachón los almacenase en su caja fuerte. El valor de ese patrimonio no se mide sólo con dinero, que es lo único que se conseguiría a cambio de perderlo, cosa que, además, las autoridades civiles no iban a permitir, como ya se ha visto otras veces.

Hay que decir alto y claro que el hambre en el mundo es un problema de todos, no sólo del Vaticano, y que la responsabilidad no deja de salpicar a nadie. Cualquiera que tenga más de lo que necesita para vivir es responsable del hambre del mundo. Ni la Iglesia ni los gobiernos son los únicos competentes para afrontar esa injusticia: sólo acabará cuando cada uno de nosotros sea capaz de desprenderse, al menos, de lo que le sobra. Lo que ocurre con esta historia es que no queremos admitir que es de nuestra incumbencia, y que sólo un cambio de vida y mayor generosidad podrán remediarla.

viernes, 13 de marzo de 2009

El argumento de la bellota


Acabo de leer un artículo sobre la nueva regulación del aborto, escrito por el catedrático de Filosofía del Derecho, Manuel Atienza; y he sentido lástima de la universidad. Uno de los argumentos que emplea es el siguiente: «Decir que el concebido es un ser humano porque puede llegar a serlo es lo mismo (desde un punto de vista lógico) que afirmar que una bellota es una encina o que todos nosotros estamos ya muertos».

Este señor demuestra que, o bien es un filósofo sin idea de lógica, o bien es un ignorante de las cosas de la naturaleza. Porque, vamos a ver, una bellota no es comparable con un ser humano concebido, si acaso se la podría comparar con un espermatozoide o un óvulo. Una bellota en una mano no inaugura una nueva vida; pero si la enterramos y germina, esa bellota germinada sí que es comparable con un ser humano concebido, porque ambos han iniciado un proceso dentro del cual ya son una encina o una persona en desarrollo.

No digamos nada del ejemplo de los muertos. Decir que algo que es dejará de serlo, y por ello ya no es, y atribuir tal modo de pensar a los defensores de la vida, es insultante. El embrión es una nueva vida ya en marcha, dando sus primeros pasos, no una mera potencialidad de vida. Sí que encierra, en potencia, lo que una nueva persona será, incluyendo su naturaleza mortal. Pero para ello hay que dejarla nacer. Si se le permitiera, señor Atienza, vería que no se trataba de una simple bellota.

miércoles, 11 de marzo de 2009

La alegría de creer


Un estudio difundido en la prensa demuestra que los creyentes, las personas con fe religiosa, tienen más capacidad para enfrentarse a situaciones de angustia o depresión, y para superar estos trances. Se podría añadir que las personas con fe son más felices y llevan una vida más plena y estable, más rica; no lo dice el estudio, pero lo digo yo, por las personas que he conocido en mi vida.

Mi experiencia de católico es que la fe no soluciona los problemas, pero da fuerzas para afrontarlos, y esperanza en una solución. Otra cosa es que el creyente en cuestión sea incoherente y pecador, en mayor o menor medida; pero incluso en medio de la infidelidad, la fe es un plus que otros no tienen, y que abre el camino al perdón.

Personalmente dejo bastante que desear como cristiano, mis defectos e incongruencias son abrumadores, y me lamento por ello. Pero no pocas veces también pienso (con estremecimiento, o con alivio) que si no fuera por la fe de mis padres, que he hecho mía, mi vida podría ser un auténtico infierno, y yo un demonio. Evelyn Waugh, el autor de Retorno a Brideshead, y católico, dejó escrito lo siguiente: «Sé que soy horrible; pero cuánto más horrible sería si no tuviera fe». Pues eso, que gracias Dios mío por esa fe con la debería dar más fruto.

viernes, 6 de marzo de 2009

Aborto y disparate


La Ministra de Igualdad y un comité de expertos en el aborto –lo han ejercido o defendido en su vida profesional– han evacuado un informe que pretende cambiar la ley española, y que donde dice delito haya derecho, y donde se puede objetar por razones de conciencia haya que colaborar con el crimen.

Según la Ministra, una conocida iletrada, lo coherente es que si las niñas pueden tener relaciones sexuales con dieciséis años, puedan también abortar sin consentimiento paterno. Es la lógica del disparate, que lleva a otras conclusiones ya conocidas: si se puede matar al niño no nacido fruto de una violación, ¿por qué no matarlo sin motivo y porque a mí se me antoje? Yo propondría otra coherencia, que me parece más lógica y madura: si las niñas tienen relaciones sexuales, que ellas y sus compañeros de cama asuman sus responsabilidades. Está bien eso de vivir sin responsabilidad por los propios actos –hasta que no quede nadie a quien endilgarle las consecuencias–, pero luego que no hablen de la necesidad de educar a la ciudadanía.

La situación es espantosa y la afición a la muerte cunde como una plaga. He oído ya de varios casos en que un médico ha aconsejado actuar drásticamente en cuanto ha detectado una supuesta anomalía en fetos, anomalía que luego resultaba ser un diagnóstico precoz y erróneo. Algunas madres, ante los negros augurios se han descompuesto pero han asumido lo que viniera, con feliz resultado. Pero a saber cuántas otras habrán seguido las indicaciones del matasanos. Aborto no, y mucho menos más aborto.

miércoles, 4 de marzo de 2009

El señor Skeffington


Una de las películas que vimos el pasado fin de semana fue El señor Skeffington (Vincent Sherman, 1944), con Bette Davis y Claude Rains en los papeles principales. Se trata de un dramón de los que protagonizaba la Davis (al estilo de La loba, La carta o La solterona), con unas interpretaciones estupendas (los protagonistas estuvieron nominados al óscar), y una cierta moraleja final, que, sin desvelar nada, también puede interpretarse de otra forma.

Cuenta la historia de una mujer –aunque sea un hombre el que figura en el título–, la más deseada en el Nueva York de principios del XX, rodeada siempre de admiradores y galanes, coqueta hasta la náusea y pendiente sólo de su propio aspecto. Por circunstancias, se acaba casando con el menos atractivo de sus pretendientes, aunque el más rico, que la ama ardientemente. El resto de la historia es la lucha de una mujer bella contra los estragos del tiempo, con algunas reminiscencias de El retrato de Dorian Gray.

Me ha llamado la atención en esta película la excelente caracterización de la protagonista. Bette Davis consigue aparecer incluso hermosa al principio (tampoco es que fuese fea, sobre todo de más joven, aunque nos hemos quedado un poco con la imagen de Qué fue de Baby Jane) y posteriormente hay un excelente trabajo de maquillaje que, con la ayuda de su talento interpretativo, le arroja décadas encima. Tiene mérito, porque por aquella época los envejecimientos no estaban tan logrados como en los días de Benjamin Button, y se reducían la mayor parte de las veces a un chocante blanqueamiento de los cabellos y unas gafas (véase como muestra al juvenil Gregory Peck en Las llaves del reino, del mismo año).

domingo, 1 de marzo de 2009

Redenciones


En una entrada anterior, Eligelavida comentaba algo sobre la redención, y prometí escribir sobre ese tema. La razón es que me resulta muy querido y cercano a mi experiencia vital. Lógicamente, como católico, entiendo de redención, porque Jesucristo me ha redimido no sé cuántas veces de mi condición de pecador imperdonable (sólo Dios es capaz de perdonar). Es triste que muchos críticos de la fe católica y de la Iglesia no sepan ni lo que critican, porque nos acusan de recrearnos en la culpa, cuando ésta no es más que la antesala del perdón. «Feliz culpa que mereció tal redentor» (cito de memoria).

Pero hay más. La idea de redención lo empapa todo, me imagino que es lo que ocurre cuando has nacido en un humus cristiano. Me resulta una idea seductora hasta el punto de haber imaginado una novela con ese título; no sería ni la primera ni la última que aborda ese tema, ya se ha citado aquí Crimen y castigo, de Dostoievski.

También en el cine se ha hablado de redención (hoy menos, como ocurre con casi todo lo bueno, que ha ido desapareciendo del cine). La redención en el cine –supongo que igual que en la literatura–, eleva a un personaje a condición de héroe, o al menos lo convierte de villano en buena persona. Lo mejor de todo, y es lo que siempre me ha fascinado y ha alimentado mi esperanza en el perdón, es que eso puede ocurrir siempre, incluso en el último momento, si hay arrepentimiento o conversión sincera. Una vida no está desperdiciada hasta después del último suspiro, porque mientras hay vida hay esperanza, hay posibilidad de redimirse. En El general Della Rovere (Roberto Rossellini, 1959), un sinvergüenza profesional tiene la oportunidad de sacrificarse por la patria haciéndose pasar por otro, momento en que su vida recobra sentido.

Generalmente, el amor es el mejor redentor, lo único que puede transformar en el fondo a una persona y devolverle su dignidad. En Almas desnudas (Max Ophuls, 1949), un chantajista redime sus pecados por el amor a una mujer y lleva su sacrificio hasta el final, en el que su pérdida es ganancia. Hay miles de ejemplos, pero esto, y muchas cosas más, se encuentran antes en los Evangelios.

Otro día reflexionaremos sobre el perdón y la libertad.