martes, 29 de enero de 2008

Historias de Filadelfia


La elegancia de un director, la inteligencia de un guión y el talento de unos actores dan lugar a una obra maestra de la comedia y del cine en general. Todo el mundo ha visto ya “Historias de Filadelfia”, o debería, de modo que no voy a descubrir su trama. Tampoco sus “gags”, que son sutiles, sin subrayados, casi como flecos de la historia, remates de lujo.

A lo que voy es a la comparación entre la comedia clásica y la actual. Estamos acostumbrados a que comedia sea sinónimo de risotada y golpe de efecto, con frecuencia de tono escatológico o procaz, y casi siempre sin una historia digna sobre la que sustentarse. Posiblemente, un público joven no conecte con el humor que encierran “Historias de Filadelfia”, “La fiera de mi niña” o “El hombre que vino a cenar”, y crea que es más comedia una película de Jim Carrey o cualquier parodia de los estrenos del año.

Sucede algo con el cine clásico, y es que deja un regusto en el paladar (o el órgano equivalente para registrar huellas de placer cinematográfico), una impronta satisfactoria en la sensibilidad, más honda y duradera que la torsión de una carcajada. Tantas comedias de hoy se olvidan antes de que termine uno de salir del cine. Pero las clásicas, aunque no hayan conseguido desternillarnos, infiltran su humor hasta capas más profundas, provocando una cosquilla en el alma que permanece como un rescoldo en la memoria el resto de la vida.

Lástima que actualmente el cine clásico sea un peñazo para muchos, a veces con la única excusa de que no está en color. El que sabe apreciar los matices del blanco y negro tiene una sensibilidad mayor que quien necesita un trapo rojo para mantener la atención. Y quien se recrea en un juego de palabras demuestra más cultura que otro que espera con las mandíbulas desencajadas a que le llenen la boca de procacidades.

sábado, 26 de enero de 2008

Expiación


Dunquerque, aparte del lugar de una batalla, una humillación o una derrota, debió de ser un sitio donde miles de personas de diferentes nacionalidades e idiomas, expuestas al límite de sus fuerzas, al límite de su esperanza, se agarraron al recuerdo de algo o alguien por quien mereciera la pena seguir luchando y esperando.

En «Expiación» se cuenta eso, entre otras cosas (no es cuestión de desvelar aquí las claves de la trama). Me ha gustado mucho porque habla de personas, de amor, de culpa, y de expiación, por supuesto. No son muy frecuentes las películas sobre este tema, quizá porque la expiación supone un renunciar a sí mismo y volcarse hacia los demás o hacia una tarea que sirva para redimir las culpas, y eso a veces implica retraimiento y reclusión, escasa relevancia pública, papeles más bien secundarios. El que expía culpas es preso –si le obligan– o santo –si lo hace voluntariamente–. Villano o héroe; fuera de estos casos, será un personaje marginal, que puede llegar a influir en la trama principal, pero no la protagoniza.

La expiación no sólo tiene que ver con la culpa; también con el arrepentimiento, que es la antesala del perdón. En nuestros días no se lleva la culpa, está mal visto, hay que sentirse siempre bien y no arrepentirse de nada. Lo malo de esto es que impide el perdón, el auténtico perdón, que no es ni cortesía ni olvido, sino amor al prójimo.

También me ha gustado la película por sus buenas interpretaciones, el guión, la música, una vez más acertada, de Dario Marianelli, la fotografía, el vestuario y los decorados. Todos ellos han recibido nominaciones para los oscars de este año, así como la película y la niña, Saoirse Ronan. Me ha llamado la atención especialmente la ambientación de la guerra, magnífica y original, en un episodio, que yo sepa, no muy retratado por el cine.

No me arrepiento en absoluto de haberla visto, así que no tengo culpas que expiar. Por ahora.

jueves, 24 de enero de 2008

Heath Ledger


Debo reconocer que cuando supe que Heath Ledger iba a interpretar al Joker en la próxima película de Batman, me pareció que no pegaba, sobre todo si le comparaba con Jack Nicholson, que me parecía más hecho para el papel de malo desquiciado y sonrisa hasta las orejas.
Luego vi algunas imágenes (la que he puesto no es la más dura) y me recordó a "El cuervo", y me pareció un Joker más terrorífico que el de Nicholson, lo que me resultó sugestivo, pero me sorprendió aún más, porque tenía una idea blandita de Ledger.
Ahora que ha muerto por una sobredosis de somníferos, y habiendo sabido que ya antes había intentado cortarse las venas, no me sorprende tanto. Curiosamente, Brandon Lee murió haciendo del Cuervo, al que se parece tanto este Joker.
También me he enterado de que hace unos días fue encontrado igualmente muerto Brad Renfro, 25 años, conocido por ser el niño de "El cliente".
Que Dios les acoja en su misericordia.

lunes, 21 de enero de 2008

Lavado de cerebros para niños


La cosa está que arde. De entre los varios temas que tenía para escribir hoy he tenido que escoger este, con urgencia y taquicardia. No voy a resolver nada con ello, pero subamos el nivel de alarma, por favor, que hay motivos para el pánico.

Resulta que la Junta de Andalucía ha editado una guía para asegurarse que los niños en el colegio no van a caer en el perverso vicio de la desigualdad ni siquiera en el antaño inofensivo tiempo de juego. La desigualdad, esa peste negra de los progres, puede aprovechar ese rato distendido para emponzoñar las cándidas almas de los escolares, e inocular así un veneno que en la edad adulta puede manifestarse de forma harto indeseable.

Por ejemplo, hay que velar por que el sexismo no se inmiscuya en los juegos infantiles. El reparto de tareas y juguetes debe obedecer a criterios asexuales, y además la representatividad de niños y niñas debe ser pareja en todo momento, no sea que se produzca el temido fenómeno de la «invisibilidad de la mujer», con tufo a las peores épocas de la historia de la Humanidad, como el franquismo o el gobierno del PP, las únicas que un niño de hoy acertaría a enumerar. Por eso, no se encasillará a las niñas en juegos donde no puedan expresar su ira, o a los niños en divertimentos que les impidan dar rienda suelta a un llanto emotivo.

Pero hay otro lado por el que la desigualdad puede encontrarse traidoramente emboscada. Esa manía de que en todo juego deba haber ganadores es cruel y despiadada con los más torpes o vagos, y hay que erradicarla. En toda circunstancia. Por ejemplo, en el juego de las sillas nunca se irá nadie a la calle por quedarse sin asiento, sino que habrá de compartirlo con otro, hasta que en la última silla todos los amontonados hagan ímprobos esfuerzos por no caer al suelo. Sin duda es una metáfora del buen socialismo: cómo va quitando, quitando, hasta que lo poco que queda es un ridículo punto de equilibrio inestable para la masa estúpida que aceptó jugar.

Y no estamos hablando de Educación para la ciudadanía, que merecería capítulo aparte. Padres y futuros padres, tíos y padrinos: si algún día esos inocentes niños que dejaron el hogar horas antes regresan con la mirada perdida y las comisuras babeantes, recitando letanías de amor al Líder, no digan que no se lo advertimos.

miércoles, 16 de enero de 2008

Historia encadenada (que continúe el siguiente)



La mirada de Leopoldo tenía esa mañana un brillo especial. Lo percibió él mismo, cuando se acercó al espejo para componer su fabuloso mostacho, ese que le permitió actuar de extra en grandes producciones históricas, como «Nicolás y Alejandra» o «Los duelistas». La vida le sonreía desde que un centenario y olvidado pariente suyo le convirtió en único heredero de su vasta fortuna, consistente en un latifundio andaluz amasado en periodos desamortizadores. De modo que ahora podía sentirse casi como una de esos señores de época que aparentó en las viejas películas, y sólo echaba de menos para completar el cuadro que un carruaje señorial lo esperase en la puerta.

Pero ese día era especial por algo más. Merceditas, la amiga, amante y esposa que nunca fue, a pesar de sus desesperados intentos durante años por conferirle tales títulos, quería por fin entrar en su vida, tras recapacitar acerca de las singulares virtudes de Leopoldo y de sus bigotes, que hasta entonces siempre había desdeñado.

Con el ánimo encendido por la inminente cita, avanzaba Leopoldo por la calle, capaz de devorar el mundo. Pero una sorpresa le aguardaba a la vuelta de la esquina:…

domingo, 13 de enero de 2008

Informe Semanal contra la vida


Es conocido de todos que Informe Semanal es un programa que ha forjado su prestigio durante décadas, lo que le ha deparado un unánime reconocimiento, aunque ya existan otros programas parecidos. Cuando yo era chico, ver Informe Semanal en familia era una costumbre, y resultaba instructivo, y no meramente informativo.

Sin embargo, en los últimos años el programa se ha ido empapando de ideología y partidismo, que ya rezuma por los cuatro costados. La emisión de anoche alcanzó tales abismos de degradación en la zafiedad de su manipulación y sus mentiras que es preciso denunciarlo, por la gravedad del tema del que se ocupaban. El asunto era el aborto, cuestión de actualidad por la denuncia que grupos cristianos han hecho de mataderos de niños no nacidos, principalmente en Madrid y Barcelona, lo que ha provocado una reacción de dirigentes socialistas que se puede calificar de abyecta. Sin ir más lejos, el presidente de la Junta de Andalucía sugirió que habría incentivos económicos para los médicos que los practicaran, habida cuenta de que la mayoría no lo hacen por ser objetores; esta felonía ha provocado la reacción del colectivo, justamente ofendido por ese intento asqueroso de comprar su conciencia. Tan repugnantes son las posturas de estos políticos, como estremecedor el propio crimen cometido, que ha deparado escalofriantes revelaciones como la existencia de un sujeto al que llamaban «Rompecocos», del que no es preciso decir más.

En este contexto, el antaño prestigioso Informe Semanal no tuvo otra propuesta que hacer que la emisión de un «reportaje» sobre el tema, en el que pudieron expresar su opinión toda clase de personas… que estuvieran a favor del aborto. Terminado el atentado a la verdad y a la inteligencia, sólo se podía concluir que algunas voces fanáticas se han opuesto con maldad al ejercicio de un derecho puro de la mujer, pero que la sociedad en masa apoya la libertad y pronto acallará a los disidentes. De hecho, Informe Semanal ya los acalló anoche, porque no dio voz ni a uno sólo.

El aborto es un crimen, se está cometiendo en España con dimensiones de genocidio, y la mayor parte de la sociedad parece idiotizada o cómplice, como los alemanes que veían pasar los trenes de ganado camino de los campos de exterminio. No podemos callar, porque nuestros hijos y Dios juzgarán culpable nuestro silencio.

viernes, 11 de enero de 2008

El mundo de Grey



Veo esporádicamente la serie «Anatomía de Grey», y cuando la veo el sentimiento más frecuente es la sorpresa. Supongo que es lo que pretenden sus guionistas, como los de cualquier culebrón televisivo, aunque mi sorpresa va por otros rumbos.

A mí me asombra que esta serie, que recrea las peripecias, tanto médicas como sexuales, de un grupo de jóvenes residentes en un hospital estadounidense, muestre una realidad en la que priman la volubilidad, los instintos primarios, el egoísmo, la envidia, la inmadurez y la irracionalidad. Pero el otro asombro con el que se encadena éste es el que cree entrever que la realidad social no se aleja demasiado de la televisiva, aunque no sepa quién imita a quién, o si es un feedback continuo.

Desde mi punto de vista, es como si alguien hubiese llegado a una guardería y hubiese disfrazado a los niños de médicos, al tiempo que los hubiese dotado de una carrera de seis años, una cuenta en el banco y unos genitales más efervescentes que una gaseosa. Me parece que el resultado sería parecido a lo que muestra la serie, incluso parecido a lo que la sociedad en la que vivimos nos enseña cada vez más.

Me temo –y cuando digo temo, hablo de miedo– que el mundo en el que habito es cada vez más extraño para mí, y se me atraganta; o yo soy cada vez soy más un cuerpo extraño para él, y me expulsa a los arrabales. Tampoco es que creyera ni mucho menos que viviese en los mundos de Yupi –Dios me libre–; pero resulta que vivo en el mundo de Grey, y eso no me gusta tampoco, porque es lugar de gente infeliz, pueril y desquiciada.

Aunque si quiero deprimirme de verdad, todavía tengo la versión española de la historia.

miércoles, 9 de enero de 2008

The cooler


La otra noche vi esta película, sin grandes pretensiones, y me dejó un sabor agradable. Me atrevería a decir que, si no fuera por sus generosas dosis de sexo, violencia y lenguaje malsonante, podría encuadrarse en el estilo Capra. Cuenta la historia de dos perdedores en una ciudad tan poco humana como Las Vegas. Tan deprimente es su condición que el uno (William H. Macy) trabaja de gafe para un casino famoso, mientras ella (Maria Bello), es camarera en el mismo… y lo que haga falta. Por azares de la vida, se enamoran, y él comienza a sonreír y deja de ser gafe para convertirse casi en una pata de conejo.

La historia contiene todo lo sórdido que he mencionado antes, pero también tiene humor, aunque me quedo con el amor. En un momento dado, ella descubre lo que ha surgido entre ellos, y lo confiesa más o menos así: «Creo que te quiero. No, estoy segurísima de que te quiero. Cuando me quise dar cuenta, me habías atrapado. Eso no se le hace a una chica». La cita no es literal, y mejora en la película. A mí me pareció una declaración sencilla, sincera y bonita.

Por su parte, él, en otro momento, le dirá a ella: «A partir de ahora, no vuelvas a mirarte en un espejo. Mírate en mis ojos, y te verás como yo te veo». Tiene sus motivos para decirlo, que no voy a revelar aquí, y en sus palabras late algo profundo y auténtico. A pesar de la catadura de los personajes y la circunstancia en que viven, la historia de amor es real, no se queda en la superficialidad de los sentimientos o la pasión: ambos se juegan la vida el uno por el otro, buscan su bien, se sacrifican y proyectan su vida en común.

No es una obra maestra, pero me encontré con esas cosas buenas, y os las cuento.

lunes, 7 de enero de 2008

Britney Spears


No hace falta que presente a Britney Spears: cantante pop de carrera vertiginosa, que conoció el éxito muy joven y ha vendido millones de discos en todo el mundo. Alguno pensará que estoy tratando de atraer público al blog (los hay que desde la foto del escote no han vuelto a poner los pies por aquí). Nada más lejos.

Lo que ocurre es que la llamada princesa del pop lleva un tiempo siendo carnaza para los periodistas, que airean como desecho pestilente lo que queda de su destrozada vida privada, a los veintipocos años. Y no sólo los que se dedican a los programas del corazón, porque los noticiarios y demás pregoneros de morralla informativa se rebajan también a ese nivel. La muchacha chapotea en el charco de una vida personal calamitosa, con al menos un par de divorcios y un par de hijos en este mundo, que yo sepa, porque tampoco me he puesto a wikear para documentar esta entrada.

A mí me revienta mucho todo esto, porque a fin de cuentas la chica es una desgraciada que no ha tenido una familia que la sujete cuando el éxito se le ha subido a la cabeza, y sin educación ni criterio va dándose trompazos. Pero la razón de que escriba sobre este asunto es que me parece repugnante cómo se señala –de pequeño me enseñaron que estaba feo hacerlo– todo tropiezo de Britney Spears y se echa sal en sus heridas por los medios de comunicación en que todos abrevamos. Los mismos que, al minuto siguiente, hacen propaganda de tal o cual producto o comportamiento apropiado para la chica rebelde de hoy, «libre», desinhibida y descarada. Precisamente el tipo de chica que tiene todos los boletos para acabar como Britney Spears.

Estoy harto de que los padres de estas criaturas mediáticas abominen de ellas cuando su imagen se estropea, y no detengan su fervor por engendrar monstruos semejantes o peores para que hagan un cadáver joven y tierno. Son personas, son nuestros hijos.

viernes, 4 de enero de 2008

Qué bello es vivir


La mayoría conocéis mi devoción por Frank Capra, y particularmente por su película “Qué bello es vivir”, para mí, la mejor de todos los tiempos. Podría hablar mucho del guión maravilloso, del ritmo, de los actores –inolvidable James Stewart, en tantos registros-, de los momentos emocionantes –la conversación telefónica, el final-, de las lágrimas que siempre me asaltan cuando la veo.

Pero me voy a limitar a recoger lo que dice Capra en su autobiografía: «Es la mejor película que he hecho nunca. Es más. Me atrevo a decir que es la mejor película de la historia. No la hice para los críticos aburridos ni para los intelectuales pedantes. La hice para la gente sencilla como yo; gente que quizás había perdido a su marido, o a su padre, o a su hijo; gente que estaba a punto de perder la ilusión de soñar, y a la que había que decirle que ningún hombre es un fracasado».

Una cosa más. Lo que se cuenta en esta película no es un cuento de Navidad ni un cuento chino. Es lo que puede ser la vida, para lo que está hecha. Conozco casos, y por ellos sé que la vida es maravillosa.

jueves, 3 de enero de 2008

Ataques a la Iglesia


Esto no es un blog de asuntos políticos, pero ante ciertas mentiras no puedo callar. A raíz de la multitudinaria concentración de católicos en Madrid el pasado día 30 de diciembre, el partido gobernante ha evacuado un panfleto titulado «Las cosas en su sitio», que me he molestado en leer entero y que es puro desperdicio. No puedo extenderme mucho, así que comentaré algunas ideas:

-Se califica el acto como «manifestaciones públicas, de contenido político»: es una manera de insinuar dos cosas: una, que al tener contenido político (y no religioso, supuestamente), la Iglesia se mete donde no le incumbe; y dos, que el acto es partidista, porque la gente no distingue lo político, que es todo lo que afecta a los ciudadanos y a la sociedad, incluidos los católicos y la Iglesia, de lo que corresponde a los partidos.

-«La fortaleza de la democracia consiste en la garantía de la convivencia de opciones ideológicas, morales y religiosas distintas, sin aceptar la imposición de ninguna en particular»: se sugiere así que las manifestaciones de la Iglesia y los católicos en torno a cuestiones que interesan a todos, incluidos ellos, suponen un ejercicio de imposición de creencias. Imagino que también lo será para estos políticos el pertenecer a un sindicato, a un equipo de fútbol o a una asociación folclórica, y proclamarlo. A su juicio los creyentes deben callar, sobre todo si son católicos.

-«En un régimen de libertades, la fe no se legisla». Expliquemos esta consigna: para estos políticos la defensa de la vida contra el aborto, del matrimonio contra el divorcio y de la familia contra el individualismo son creencias religiosas de unos cuantos obispos y sus allegados más beatos y conservadores. No se puede pretender que la ley defienda el matrimonio, la familia o la misma vida tal y como pretende la Iglesia. Es más, la propia defensa que la Iglesia hace de esas nociones confirma las sospechas de estos políticos: son instituciones trasnochadas y arcaicas, a las que han hecho bien en tratar de desbaratar con sus iniciativas.

-«Toda confesión religiosa tiene plena autonomía en su orden doctrinal respecto de quienes participan de ella, pero es la sociedad la que tiene, a través de sus representantes, la potestad de ordenar los principios de libertad individual y de convivencia para todos los ciudadanos. Sólo quienes deliberadamente ignoran o no respetan estos principios se apartan de los fundamentos esenciales de la democracia». En definitiva, que la democracia que dicen defender estos políticos es la del silencio para los que no comulguen con sus ruedas de molino, que para ello les respalda una precaria mayoría compuesta de partidos diversos entre los que figuran algunos postuladores de la disolución de España y del odio a la religión. Ellos son los únicos con derecho a decir qué conviene a la sociedad, que para eso han ganado, y los demás, que traguen. Sin embargo, la Iglesia no ha puesto en cuestión la legitimidad de quienes gobiernan, sólo ha querido hacer oír su voz respecto de cuestiones urgentes, que la misma Constitución defiende como valiosas; pero por lo visto, el mero hecho de que hable es un peligro para la democracia.

-«No hay más legitimidad que la legitimidad constitucional». Y esto, ¿a qué viene? ¿Quién ha puesto en duda la Constitución? Precisamente lo que ha hecho la Iglesia es tratar de recordar que debe aplicarse lo en ella dispuesto, así como la Declaración Universal de Derechos Humanos, a la que aquella remite en su artículo 10. Pero es otra forma de poner a la Iglesia contra el orden jurídico constitucional y la democracia, sin fundamento alguno. A no ser que estimemos que la democracia la constituyen solos estos políticos.

Todo el panfleto, que ocupa un folio, viene demagógicamente trufado de los conceptos (y sus derivados) «libertad» (8), «respeto» (5) «democracia» (4), «igualdad» (2), que se aplican a ellos mismos y a su talante, junto a otros conceptos empleados de forma manipuladora como «avanzar», «fortalecer» o «ampliar», que orlan sus actuaciones de un aura positiva y guay.

A esto hay que sumar los diversos improperios eructados por dirigentes políticos que no merecen más que un discreto taparse las fosas nasales. Disculpad el mal rato.

martes, 1 de enero de 2008

Año nuevo


Estoy viendo el concierto de Año Nuevo, desde la Sala Dorada de la Musikverein, en Viena. Laura y yo estuvimos allí hace unos meses y oímos piezas de Mozart. Es una manera alegre, refinada y elegante de empezar esta nueva andadura. Espiritual, incluso, porque el espíritu también puede ser alegre, refinado y elegante. Me atrevería a decir que incluso está hecho para eso. A ver si lo conseguimos durante este año.

¡Feliz 2008 a todos!