lunes, 25 de febrero de 2008

Oscars


Creo que este es el año que menos entusiasmo me han despertado los óscars. Esta vez ni me molesté en llevar el smoking al tinte, ni me afeité (bueno, Bardem tampoco), ni me afané por buscar la ceremonia en algún canal codificado para quemarme las pestañas. La única alfombra que he pisado es la del cuarto de baño, y no es roja todavía. Las razones pueden ser varias. Que iba a ganar el óscar un actor español muy bueno pero muy malo. Que estoy empezando a asumir la idea de que ese hueco reservado para mi óscar en el cuarto de baño debería ser ocupado por la espuma de afeitar (sí, mi cuarto de baño viene a ser como el Kodak Theatre, pero con mucho más glamour y albornoces tipo «Historias de Filadelfia»). Que esa generación de los que nos formamos en el Actor’s Studio quizá deba ceder su lugar a las nuevas y pujantes promociones (Paul Newman ya se ha retirado, yo lo haré, colmado de honores, en alguno de mis próximos sueños).

En definitiva, los óscars se han entregado sin contar conmigo, en la misma línea díscola de las últimas ochenta ediciones. Y han deparado un palmarés sin sorpresas, del que ya lo he visto casi todo, y con el que estoy humildemente de acuerdo. «Ratataouille», «Juno», «No country for old men», «Expiación» o «El ultimátum de Bourne», las premiadas, ya recibieron merecidos elogios en este blog. Me alegra especialmente que Dario Marianelli, cuyos trabajos sigo con creciente admiración, se haya llevado por fin el premio a la mejor banda sonora; ahora la tengo de fondo y siento (¿verdad, Dario?), que un trocito de ese óscar también me pertenece…

Me quedan por ver «Sweeny Todd» y «There will be blood», que según tengo entendido son altamente desagradables. También me alegro de que ese zapatero prodigioso que es Daniel Day Lewis haya conseguido su segundo óscar. Creo que es el único que me da más miedo que Bardem.

sábado, 23 de febrero de 2008

Dos lecturas





Este mes he terminado de leer mis primeros dos libros del año. Sé que es una cifra corta y pobre, pero no tengo excusa. Tengo otros varios empezados, pero no se vislumbra su fin. A lo que iba, los dos libros me han parecido bien, y aunque no me hayan cambiado la vida, no está mal leerlos.

El primero es «La gesta española», de José Javier Esparza. Es un libro divulgativo, que no entra en honduras, y que pretende recordar, y en algunos casos descubrir, algunos importantes hitos de la historia española, con el rasgo de común de que en ellos se pone de manifiesto que los españoles hemos sido protagonistas de hazañas muy grandes y sin parangón, muchas de ellas olvidadas por desgracia hoy. Sin ir más lejos, yo no conocía el caso de Blas de Lezo, que con unas pocas fuerzas derrotó a toda la armada británica y salvó nuestro imperio. El autor también se preocupa de quitar hierro a la leyenda negra española, tan culpable de nuestros complejos y nuestra desmemoria, y tan exagerada. La última vez que estuve en Madrid, un profesor colombiano se sorprendía de que la leyenda negra estuviera más arraigada aquí que en Hispanoamérica, donde viven sus supuestas víctimas. Es un ejemplo de que la ignorancia es terreno abonado para la manipulación. En fin, el libro es ameno, descubre algunos episodios poco conocidos, y relata otros muchos ya sabidos, pero que viene bien recordar y conocer con más detalle.

El otro libro es la novela de Juan Manuel de Prada «El séptimo velo». Se sitúa en dos planos, el actual, en España, y la II Guerra Mundial en Francia, en el ámbito de la Resistencia. Es un libro de aventuras, en parte, y también de introspección, en torno al viejo tema de la amnesia. Desde mi punto de vista destacaría varias cosas. En primer lugar, la excelente prosa de De Prada, menos barroca que otras ocasiones, pero siempre con la palabra precisa y la comparación deslumbrante; pero su categoría de escritor no se queda en la forma, sino que es experto en diseccionar el alma humana, sus sentimientos más hondos y sus culpas. Por otro lado, es un libro enormemente cinematográfico, parece pensado para facilitar la labor a un futuro guionista, de tan claras que se imaginan algunas escenas. Por este lado, no es muy original, sobre todo porque, ya digo, uno cree vislumbrar secuencias que ya ha visto en algunas películas. Pero el conjunto es ambicioso y trabajado, y la prosa envolvente del autor nos conduce sin fatiga hasta el final. Confieso que me resultó más brillante su anterior novela, «La vida invisible», pero también es cierto que, por diversos motivos, aquella lectura resultó más dura, era más una bajada a los infiernos que esta otra, plagada de peripecias.


martes, 19 de febrero de 2008

Manipulación


Ayer asistí a una conferencia de Don Alfonso López Quintás titulada «La manipulación a través del lenguaje». Hace casi veinte años que leo sus trabajos, y ayer no dijo nada nuevo, pero siempre enriquece ver y oír a las personas en vivo.

Trataré de resumir sus ideas fundamentales acerca de la manipulación, que por cierto nos envuelve. En primer lugar, manipular es degradar a la persona desde su nivel propio hasta el de los objetos, con menoscabo por tanto del respeto que merece su dignidad. Se manipula para obtener algo, es decir, se utiliza a la persona como un medio, y lo hacen aquellos que pretenden vencer sin convencer, utilizando alguna forma de seducción que ignore la inteligencia o la razón. En cuanto a los trucos de prestidigitador que emplea el manipulador para alcanzar sus fines, son muchos, pero cuando se trata del lenguaje, hay que estar muy atento al uso de hace de «palabras talismán», esas que están especialmente prestigiadas en la sociedad –como libertad o autonomía–, y sus antagónicas, así como los esquemas mentales y dilemas que artificiosamente es capaz de inculcar. Un ejemplo claro de manipulación es hacer campaña a favor del aborto alegando «la libertad de disposición de la mujer sobre su cuerpo». La presencia del término libertad prestigia la frase y hace muy difícil combatirla; la idea de que la mujer tiene un cuerpo, en lugar de afirmar que es corpórea, la cosifica.

La manipulación que empapa tantos campos de nuestra sociedad, no sólo el político, es tremendamente peligrosa y reductora. Es preciso estar alerta, pensar bien, y no permitir los intentos de manipulación que podamos detectar. Cuando se admite el primer argumento del manipulador, se cae en su red y ya es muy difícil plantear los propios razonamientos.

Recomiendo mucho leer a López Quintás; en mi caso ha sido decisivo para comprender multitud de cosas del mundo en que vivimos. Aquí podéis encontrar varios artículos suyos on-line.

domingo, 17 de febrero de 2008

Juno


Esta película gira alrededor de una chica de 16 años (interpretada por Ellen Page, que en la vida real cumple 21 esta semana) que se queda embarazada. Lo que podría plantearse como un drama con rápido desenlace, de lo más habitual en nuestros días, se alarga… nueve meses, con un optimismo y unas ganas de vivir que no se cierran en ningún momento.

No es una comedia del estilo de Little Miss Sunshine, como algunos la han querido vender para aprovechar el tirón de aquella por el hecho de que también es cine «indie». Pero no deja de ser divertida, mejor, simpática, pero no chistosa, y muy inteligente. Los actores han sido elegidos con acierto, y en el caso del noviete, además bien disfrazados. Ellen Page, la protagonista, que ya sorprendió haciendo del lobo disfrazado de caperucita en Hard Candy, está formidable, y, como se suele decir, la cámara está enamorada de ella. Desde mi punto de vista tiene un algo de Janeane Garofalo puesta a dieta, unos ojos muy expresivos y una sonrisa curativa.

La película no es moralizante, es más, se ríe un poco de esa actitud. Simplemente muestra lo que debería ser lógico, la asunción de responsabilidad de quien se va a convertir en madre, aunque no lo haya previsto ni deseado, ni tenga aparentemente madurez ni medios para hacer frente a ello. Curiosamente, aquí son más inmaduros algunos adultos que no se ven como padres, aunque estén casados, por la sencilla razón de que no han madurado su deseo. Pero el error actual es creer que un hijo debe ser el resultado de una búsqueda consciente y premeditada, cuando es un don que, venga como venga, se debe recibir con generosidad y responsabilidad.

Me he quedado con una frase del final de la película, cuando ella le confiesa al novio su admiración por él, porque es bueno sin esforzarse, y él responde que le cuesta cantidad. Ahora soy yo el que está a punto de ponerse moralizante.

sábado, 16 de febrero de 2008

Improvisación


Es sábado por la mañana, vamos a comer en el campo, los pájaros mezclan su canto estridente con el tráfago automovilístico, el cielo está despejado, la vida continúa deparando sorpresas, el destino es un cuento chino, Dios existe y nos perdona todas nuestras culpas, expío mis pecados amando más, creo que la tele no reventará hoy, opino que los programas del corazón no morirán de golpe y para siempre, considero que la ideología de género es una plaga para la Humanidad, mi pronóstico para las próximas elecciones es incierto y terrible, Zapatero dijo que hoy empezaría a dramatizar, cada momento es una oportunidad para ser mejores, España fue grande pero ya hablaremos de eso, los próximos estrenos no me pillan desprevenido, deseo que Daniel Day Lewis gane otro óscar como que triunfe mi equipo, me gustaría que mis alumnos recordaran con agrado algo más que su aprobado, leo que el mundo está loco, loco, loco.
Necesitamos ayuda para seguir subiendo.

jueves, 14 de febrero de 2008

Corto y pego

No es que no tenga nada que decir, es que otros lo hacen mejor que yo (vaya también a modo de homenaje para gente íntegra y valiente).

Sobre la ocurrencia del Gobierno respecto de las tallas femeninas, escribe Juan Manuel de Prada en ABC: «El bueno de Bernat, según me acaba de descubrir Ruiz Quintano, ha definido a sus hijas adolescentes como “tormentas de hormonas”, que desde luego es un modo muy científico de expresar el amor paternal; y cuando en una hija ves una “tormenta de hormonas” no parece extraño que en una mujer anónima que pasa por la calle veas un mero cilindro. De todos modos, es una suerte que el bueno de Bernat haya encauzado sus ímpetus taxonómicos por el ramo textil; si esta manía de clasificar a las mujeres en diábolos, cilindros y campanas lo hubiese pillado cuando estaba destripando embriones en Valencia podría haberse convertido en un peligrosísimo perfeccionador de la raza. Parece que estoy viendo al bueno de Bernat en su laboratorio valenciano, seleccionando embriones como quien escoge lentejas: “Éste para el congelador, que es una campana; ése para la probeta, que es un diábolo; y aquél para la trituradora, que es un cilindro birrioso”».

Sobre los exabruptos y campañas de algunos actores y cantantes a favor del partido gobernante, escribe Ignacio Sánchez Cámara en La Gaceta de los Negocios: «sorprende algo que se presente el apoyo, confundiendo interesadamente la parte con el todo, como si procediera, ahí es nada, de todos los artistas y creadores, así sin más. Porque, si no me equivoco, han sido muchísimos más los artistas que no han apoyado al presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero que los que sí lo han hecho. Entonces, la noticia podría haberse vertido así: Cientos de miles de artistas (el término cotiza a la baja y alberga ya a casi todo el mundo) no han prestado su apoyo al presidente del Gobierno. Por lo demás, no veo entre los cejijuntos a ningún pensador, ni premio Nobel, ni científico eminente, ni profesor prestigioso, ni veo a gran poeta».

Y para terminar, un extracto de la entrevista que Carlos Herrera le ha hecho a Zapatero en Onda Cero:
P: ¿La culpa de que quisieran agredir el otro día a María San Gil, la tiene ella o los independentistas que le desearon la muerte?
R: La tienen los energúmenos que fueron allí a reventar un acto de una manera absolutamente inaceptable en democracia. Lo que me parece mal es que haya habido dirigentes del PP que hayan insinuado que eso podía ser como consecuencia de mi política. Eso es lo que es intolerable en democracia. Es tan intolerable como las agresiones a María San Gil. Porque le puedo decir que yo y muchos dirigentes del PSOE tenemos gentes que nos insulta, radicales energúmenos, lo último que se me ha pasado a mí por la cabeza es decir que eso directa o indirectamente puede ser responsabilidad de los responsables del PP. Eso entre demócratas no cabe.
P: Algo parecido sostuvo el presidente de las Juventudes Socialistas, que culpaba al pensamiento de la señora San Gil...
R: No tengo ninguna referencia a esa declaración.
P: Yo sí, si quiere se la pongo.

martes, 12 de febrero de 2008

No es país para viejos



Los hermanos Coen tienen dos tipos de películas, por un lado las sórdidas y violentas, y por otro las divertidas y alocadas. Ambas pueden ser, a la vez, gamberras, entendiendo por gamberrismo un cierto regodeo en la exageración, tanto de lo gracioso como de lo truculento, según toque.

Su última película es No country for old men, más conocida por los triunfos que Javier Bardem está cosechando por su trabajo en ella. No puedo dejar de decir algunas cosas sobre este tío. Ha demostrado que puede ser un excelente actor, y no lo digo sólo por los premios que ha recibido y recibirá: en la primera película suya que vi, cuando estaba empezando, ya me sorprendió su talento, muy por encima de los demás actores españoles modernos. Pero no siempre es buen actor, y en este blog hemos criticado algún otro trabajo; y desde luego es muy mal autodoblador, y su dicción deja mucho que desear (por suerte, esta vez le han doblado). Luego está su otra faceta, la de persona y ciudadano, que se puede resumir en gorila energúmeno.

Pero vayamos a la peli. La acción se desarrolla en 1980, aunque no te lo dicen directamente. Y me interesa señalar este dato, porque si las cosas ya estaban tan mal en aquellos tiempos por Texas, no sé qué pensarían ahora los protagonistas más ancianos de la película, que durante toda la historia no dejan de estar atrapados en el asombro de que el mundo que conocieron se ha torcido demasiado hacia el exceso y la locura. De ahí el título de la película.

Como es mi costumbre, no revelaré más para no molestar a quien no la haya visto todavía. Sólo comentaré que los actores están magníficos, con la grata sorpresa de un Josh Brolin que todos recordarán por Los Goonies, y algunos por Jóvenes jinetes; Bardem es un asesino nato y da mucho miedo, pero eso no nos sorprende. Además, para mi gusto, y dentro de la rama de películas sórdidas y violentas de los Coen, aunque no las he visto todas, ésta es la mejor, quizá porque han sustituido el gamberrismo por la melancolía. Y el humor es tan fino y contenido como el laconismo de los hombres de la frontera.

domingo, 10 de febrero de 2008

Julián Marías




La ausencia de días pasados se ha debido a mi participación en el Simposio Internacional Complutense sobre Julián Marías. Puedo decir mucho sobre él, a ver si me contengo.

Ante todo, que le admiro desde hace años, he leído bastantes de sus libros y creo que puedo considerarlo mi escritor preferido. No sólo esto, sino que me uno a lo que dijo Gregorio Salvador en Madrid, y es que ha sido uno de los mejores escritores en español del siglo XX. Además de esto, ha sido un pensador penetrante a la vez que claro, un iluminador de la vida y las ideas, un maestro del hombre y la moral, un agudo penetrador de la historia y un original cinéfilo, un hombre íntegro y honesto desde la niñez, comprometido con la libertad y la verdad, un sorprendente pozo de sabiduría, un académico ejemplar, un… Sabía que no podría contenerme. Porque una de las cosas que se han puesto de relieve en este Simposio es la cantidad de facetas de este español singular y extraordinario, un auténtico hombre poliédrico.

Pero está la otra cara, la de la injusticia y cicatería con su persona, costumbre tan española. Se le negó la docencia universitaria en España durante la época de Franco, aunque era reclamado en universidades de todo el mundo, especialmente americanas; se le suspendió ilegalmente la tesis doctoral; apenas ha recibido reconocimientos oficiales por sus méritos: ningún premio nacional de ensayo, que debió haber ganado varias veces, más que otros; nada de premio nacional de las letras; nada de premio Cervantes (aunque lo tocó con los dedos un par de veces)… Le dieron, eso sí, el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, aunque a sus seguidores nos supo a migajas.

Discípulo de Ortega y Gasset, quizá no tuvo la brillantez de su maestro, pero a cambio resulta mucho más accesible, y desde mi punto de vista mucho más cercano en su filosofía a la vida de cualquiera, porque contemplar y entender la vida humana fue su principal ocupación. La otra diferencia con Ortega fue su fe cristiana, discreta pero firme y profunda, lo que baña su pensamiento de una riqueza especial.

Para quien no se haya acercado todavía a su obra, recomiendo por ejemplo el primer tomo de sus memorias, Una vida presente, donde cuenta su juventud y los azares de la República y la Guerra Civil (los otros tomos quizá sean para gente con cierta inquietud intelectual y académica; ahora se han reeditado en un solo volumen por la editorial Páginas de Espuma). Un buen libro para introducirse en su pensamiento es Mapa del mundo personal, al que se puede aplicar la famosa sentencia de que «nada de lo humano le es ajeno», desde la muerte, Dios o el amor. Sobre la mujer, a la que tanto admiró, escribió La mujer y su sombra, o La mujer en el siglo XX. Su mirada esperanzada se vuelca en libros como Breve tratado de la ilusión, y su preocupación por el hombre en Persona. Reunió gran parte de sus artículos de cine en Visto y no visto… En fin, escribió mucho, sobre todo temas filosóficos, y sus libros no tienen desperdicio.

Es plenamente vigente, y a mí personalmente me ha ayudado en la vida. Os recomiendo que entréis en contacto con él, no os arrepentiréis.

lunes, 4 de febrero de 2008

Iglesia y democracia


En 1937, el Papa Pío XI, promulgó una encíclica sobre la situación de la Iglesia católica en el III Reich. El título, en alemán, ya lo decía todo: Mit brennender Sorge, algo así como Con honda preocupación. Extraigo una sola idea de su texto: «Fomentar el abandono de las normas eternas de una doctrina moral objetiva, para la formación de las conciencias y para el ennoblecimiento de la vida en todos sus planos y ordenamientos, es un atentado criminal contra el porvenir del pueblo, cuyos tristes frutos serán muy amargos para las generaciones futuras». Son duras palabras dirigidas a un gobierno que, no lo olvidemos, había sido elegido por las urnas y contaba con el mayoritario apoyo de su pueblo.

Acerquémonos ahora a España. Anoche, en la entrega de los desprestigiados premios de la Academia del Cine, el ganador del Goya al mejor actor, un tal Alberto Sanjuán, se permitió un ruego: que sea disuelta inmediatamente la Conferencia Episcopal. Esto me lleva a varias reflexiones. Una, que el cine español no da mucho de sí, y hay que traer asuntos de política o religión a sus galas para tener algo de qué hablar. Dos, que un ignorante puede recibir un premio en España. Tres, que la campaña anticlerical sigue adelante. Cuatro, que nuestra democracia sigue presentando unos síntomas de inmadurez alarmantes, por cuanto parece regresión del proceso iniciado hace ya más de treinta años.

Resulta que la Conferencia Episcopal ha publicado una Nota sobre las elecciones del 9 de marzo, en la que recuerda a los católicos los criterios morales básicos para emitir con responsabilidad su voto. Los anticlericales de este país, empezando por el Gobierno, han denunciado que los obispos atacan a unos partidos y piden el voto para otro, para el PP en concreto. Dando muestras evidentes de no haber leído la Nota, que por cierto es respetuosa y sensata, se han dicho desde entonces todo tipo de sandeces, como que la Iglesia pretende imponer su creencia a la sociedad, que quiere acallar al gobierno, o lo que dijo el actor ése anoche.

Resulta que la Iglesia no ha pedido el voto para ningún partido. Pero, ¿y si lo hubiese hecho? Desde el punto de vista democrático, tendría todo el derecho, como cualquier instancia ciudadana, de hacerlo, sin que ello violentara la Constitución, ni hiciese tambalear los pilares de la democracia. Miremos tan sólo el ejemplo de los Estados Unidos: allí pedir el voto es uno de los ejercicios democráticos más honrosos, y todos, desde religiosos a actores, se pringan a la hora de airear sus preferencias. Nadie se rasga las vestiduras por ello, ya que a fin de cuentas no es más que la manifestación pública de lo que luego se hará en secreto, y votar no es ningún crimen.

En España, sin embargo, la Iglesia no pide el voto para ningún partido, sólo recuerda la doctrina moral más básica, lo que ni siquiera es privativo suyo, sino derecho natural. Y toda clase de insidias y descalificaciones caen sobre ella, como si hubiese tramado un golpe de Estado. Incluso muchos católicos se distancian de los obispos, porque creen que no pueden abandonar la sacristía. Pues se equivocan, señores, los obispos tienen derecho a decir lo que han dicho, es más, tienen obligación de hacerlo. Y si no piden el voto para ningún partido, que no lo han hecho, es porque no hay ninguno que se acerque al listón moral que exige Cristo.

Ítem más: resulta curioso que los que no dudan en denunciar a la Iglesia por un supuesto silencio ante las barbaridades de Hitler –ya hemos visto que no fue tal–, se indignan y rasgan las vestiduras cuando advierte ante los desmanes de otro gobierno. Claro que no estamos hablando de un Ejecutivo nazi, pero eso tampoco significa ni mucho menos que sea bueno.

domingo, 3 de febrero de 2008

Tarde de domingo, tarde de cine

No sé lo que harán otros un domingo por la tarde. Pero nosotros hoy, después de comer opíparamente, hemos encendido el brasero, nos hemos provisto de licorcete y dulces, y hemos disfrutado de una sesión doble de cine, con la siempre segura ayuda de los clásicos.

Primero hemos visto “Barry Lyndon” (Stanley Kubrik, 1975), una película de época –de época dieciochesca-, en la que destaca la exquisita recreación que enmarca las aventuras de un hidalgo pobre y además irlandés: cómo pasa de la inocencia bisoña a la rudeza de un soldado curtido, hasta convertirse en consorte de un apellido rumboso, lo que le gana enemigos que preparan su caída. En esta película, quizá más que en ninguna otra, se pone de manifiesto el perfeccionismo de Kubrik. La fotografía parece reproducir cuadros en movimiento, la adaptación que la banda sonora hace de música clásica –Mozart, Bach, Schubert, entre otros- es perfecta, el vestuario lujosísimo, y los decorados de Inglaterra y Europa continental, evocadores y preciosos. Es una película que culturiza, porque traslada a otro tiempo, y constituye un placer para los sentidos. Eso sí, merece una pantalla amplia, para apreciar bien sus virtudes. Yo he tardado muchos años en poder verla en condiciones desde que supe de su existencia.

La segunda sesión se ha llenado con “Al servicio de las damas” (Gregory La Cava, 1936), una excelente muestra de screwball comedy, o comedia alocada, que si al principio choca por ser un tanto surrealista, luego resulta deliciosa, por la fina ironía del guión y la elegancia y la simpatía de los protagonistas, William Powell y Carole Lombard, al frente de un elenco de secundarios extravagantes y divertidos. Es una muestra de lo que el cine puede hacer, logrando una obra intemporal sin caer en el mal gusto o la truculencia. Hay mucho que aprender de aquellos directores, por algo se la llama época dorada del cine.

Y así concluyo una entrada en la que he empleado los adjetivos “exquisita”, “deliciosa” o “preciosos”. Hay que correr riesgos en esta vida.

viernes, 1 de febrero de 2008

Qué asco de tele


En el poco rato que llevo viendo (quién me manda) el telediario de la Primera, han criticado a los obispos por dar directrices a los católicos acerca de las elecciones, han defendido el aborto como un derecho y han acosado a un párroco por intervenir en el caso de un cofrade divorciado y arrejuntado.

Sé que hay católicos que no ven bien algunas posturas de la jerarquía eclesiástica española, que piensan que mea fuera de tiesto (con perdón) en demasiados casos y que debería hablar más de Cristo que de derechos humanos. Pero yo creo que Cristo también defendió ni más ni menos que la vida cuando se interpuso entre la adúltera y sus perseguidores; que Juan Bautista denunciaba la lujuria de Herodes; y que en muchas otras ocasiones se ha puesto de relieve que el cristiano debe mirar al cielo, pero sin olvidar que está en la tierra.

En fin, es un debate abierto, y es bueno profundizar siempre que se busque lo mejor, siempre que se aspire a servir a la verdad. Pero yo también lo veo todo más claro cuando compruebo que quienes más critican a los obispos, “en nombre de Cristo”, son quienes más se distinguen por apartarse del Magisterio de la Iglesia, por hacer cócteles político-religiosos, y por pensar más en la economía que en el alma.

Esto no quita que sienta asco ante los medios de comunicación de este gobierno de mentirosos. Y miedo ante el asentimiento ovino de las masas que abrevan de ellos. Menos mal que, pese a todo, el triunfo no depende de este mundo ni de nuestras fuerzas. Pero, como decía Julián Marías, que por mí no quede.