viernes, 31 de julio de 2009

Buster Keaton


Anoche fuimos a un acto cultural que ofrecía la bella ciudad de Pamplona, que nos acoge estos días. Se trató de una proyección cinematográfica, “El héroe del río”, de Buster Keaton, con acompañamiento de piano, como en el tiempo en que se estrenó, 1928. Fue una experiencia muy estimulante, pero al poco rato se nos olvidó la cultura, el piano y la pose erudita para desternillarnos de risa, sin más, con el resto del auditorio.

Porque Buster Keaton fue un genio indiscutible al que, en su tiempo, le negaron el pan y la sal, y lo frustraron hasta el punto de que interrumpió su brillante carrera por culpa de la bebida. Una pena, humanamente hablando, y una desgracia para el cine y la cultura en general, por lo mucho que podía haber hecho todavía. Su humor surrealista, inagotable, y sobre todo físico, sigue plenamente vigente, como se comprobó anoche, cuando la gente lloraba de risa viendo sus gags. Se le llamó Cara de palo, o de piedra, pero en realidad todo el cuerpo lo tenía así, porque desde los tres años se aficionó a darse trompadas, y me consta que una vez se rompió hasta el cuello, imagino que para jolgorio del respetable.

Pero, más allá de las anécdotas, hay que celebrar a un genio del cine, y la mejor forma es seguir viendo sus películas.

miércoles, 8 de julio de 2009

La crisis


Anteayer fue el chupinazo con el que se inauguraban las fiestas de San Fermín de 2009, y una multitud borracha, o a poco de estarlo, se convertía en masa en la plaza del ayuntamiento de Pamplona. El locutor que retransmitía el evento comentaba que para esas personas “no había crisis”.

Tampoco debía de haberla para las que, horas después, se apiñaban en el estadio Santiago Bernabeu, con un frenesí morboso, dispuestas a asistir a la presentación de Cristiano Ronaldo como nuevo jugador del Real Madrid, y dispuestas, si llegaba a estar al alcance de sus dedos, a comérselo vivo con furor orgásmico, tal y como le ocurría al protagonista de “El perfume” al final de la novela. Poco después, miles de esos hinchas, aún ebrios de exaltación, saqueaban la tienda del Club cartera en mano para llevarse una camiseta de su ídolo al módico precio de 85 euros la pieza. Esta vez el locutor, tal vez sin saberlo, acertaba al bautizar al fenómeno como “un nuevo becerro de oro”.

Parece que no hay crisis ante estos derroches de dinero y alegría febril. Pero lo cierto es que esto es la crisis pura, ni siquiera uno de sus síntomas, sino su manifestación en lo que de verdad importa. Porque la crisis ante todo es moral, señala la agonía de una sociedad abocada al consumo desenfrenado y a la experiencia de vértigo, seducida por la banalidad de nuevos dioses de oro y barro, adicta a la excitación del momento y a la compañía del rebaño. Es la rebelión de las masas, la exaltación de lo superficial y lo mediocre, la reducción del valor al precio, la traición a Dios, la que hoy preocupa solamente por su aspecto económico.

Pues la crisis está en pleno auge.

viernes, 3 de julio de 2009

Gramática televisiva


Ver las noticias diariamente es un ejercicio que me hace sentir maestro de escuela, de los de antes, que examinaban de ortografía y gramática a los alumnos, vara en mano y ciento volando.

Hoy hemos oído que un encausado ha ido a los tribunales “a rendir cuentas con la justicia”. Al parecer, el criminal iba a coger a unos cuantos jueces del bracete para, todos juntos, encaminarse a una instancia superior (¿Dios?) que les pasaría factura por sus desmanes en esta vida. Vista irónicamente, la expresión es certera, pues está la justicia para pedir tantas disculpas como los delincuentes; pero no se caracterizan los informativos precisamente por su agudeza, de modo que habrá que achacarla a la incultura.

A pesar de su ignorancia, estos periodistas tienen un punto poético reseñable. No de otra forma se puede explicar su manifiesta inclinación al uso de tropos y figuras literarias propias de orfebres del lenguaje. Entre todas destaca la hipérbole, que habría que achacar en una tercera parte a su propensión a la exageración, y en las otras dos a su analfabetismo. Su nulo conocimiento de la Historia les permite exaltar lo que es flor de un día con expresiones como “record mundial” (aunque haya varios empatados en el logro), “nunca antes” (una de las frases preferidas de algún periodista deportivo, que no deja de proferir cada día), estar “absolutamente destrozado” (por una derrota futbolística o por un accidente).


En realidad, los periodistas deportivos y sus patrañas merecen entrada aparte, la dejaremos para otro día.