miércoles, 3 de septiembre de 2008

Hablar de resurrección


Un conocido periodista elogia a un famoso actor que acaba de superar un cáncer, y de paso anima a otros enfermos “a no perder la mayor esperanza: la esperanza de la curación”. Claro que un enfermo desea curarse, pero, ¿es esa la mayor esperanza del hombre que sufre? Curarse está muy bien y es deseable, pero como mucho significa volver a una vida que al cabo de pocos años terminará, posiblemente entre nuevos achaques.

Antaño la gente ponía su gente ponía su esperanza en una nueva vida, en una vida gloriosa y para siempre, en la eternidad mediante la resurrección. Pero ahora se habla antes de reencarnación –con sus adornos estrambóticos- que de resurrección. Y las consecuencias se notan. Ya decía Julián Marías que no es lo mismo vivir creyendo que existe otra vida después de ésta, que pensando que el final está en la sepultura. La esperanza de un Cielo hace que no se acumulen tesoros en la tierra, que se relativice lo material, que no haya tantas angustias por tener tiempo para lograr los resultados y las satisfacciones de lo inmanente.

Por desgracia, ni siquiera los cristianos son hoy muy dados a hablar de resurrección, pese a que San Pablo decía que, sin la resurrección, su fe sería un dislate. ¿Estaremos haciendo el ridículo?

3 comentarios:

Ángel dijo...

Buf, lo que me faltaba a mí, quedarme en esta tierra y con otro cuerpo, peor por tanto, que el mío.

laura dijo...

Está bien esto de hablar de resurrección para resucitar el blog después del verano.

Estoy con Ángel, no quiero otro cuerpo. Después de esto prefiero el alma, que seguro que no engorda, y no duele, y flota, y esas cosas.

Stepario dijo...

Tendremos un cuerpo glorioso, libre de lorzas y máculas. Aunque a algunos sólo les (nos) sirva para consumirlo en las llamas...