martes, 8 de abril de 2008

Charlton Heston


Ha muerto Charlton Heston a los 83 años, y esta entrada es homenaje a él. Porque es un icono del cine, del mejor cine, y forma parte de la imaginería del siglo XX. Porque participó en películas míticas que han pasado a la Historia y que no me canso de ver. Porque estuvo toda la vida casado con su única esposa, que estuvo a su lado al morir. Porque el impresentable de Michael Moore la tomó con él porque defendía lo que en Estados Unidos es un derecho constitucional. Porque estuvo al lado de Martin Luther King y luchó por el fin del racismo.

Otras razones son sus personajes inolvidables en pelis inolvidables. El violento y valiente hacendado Christopher Leiningen de «Cuando ruge la marabunta». El bíblico Moisés de «Los diez mandamientos». El discreto inspector Vargas de la fabulosa «Sed de mal». El rudo capataz Steve Leech de «Horizontes de grandeza». El príncipe Judá «Ben-Hur». El épico Rodrigo Díaz de Vivar de «El Cid». El genial Miguel Ángel de «El tormento y el éxtasis». El iluminado «Mayor Dundee». El desubicado astronauta Taylor de «El planeta de los simios». El entrañable Will Penny de «El más valiente entre mil»… Por citar algunos.

Le debemos mucho de nuestra educación sentimental y de nuestra cultura. Sus personajes, siempre fuertes y algo primitivos, encerraban un hombre viril e íntegro, a veces tozudo, a veces ignorante, pero siempre valiente, que hoy ya se ve poco. Y sus besos a las actrices fraguaron un escorzo de rudeza inigualable. Charlton, aquí te recordaremos.

4 comentarios:

Ángel dijo...

¿Lo de los besos de rudo escorzo es cosa tuya y eminentemente tuya?

(me refiero a plasmarlo en tu magnífico post, no a tus dotes amatorias, sobre las cuales no albergo duda)

laura dijo...

No albergues Ángel, no albergues.

laura dijo...

Centrándonos en el homenajeado, a mí me encantó en Ben-Hur y en los diez mandamientos. Sí, las dos son bíblicas, pero es que el planeta de los simios me da como miedo.

Stepario dijo...

Pues, para unir las dos respuestas, estuve a punto de poner una foto en la que besa a una mona. Pero no había escorzo -o era reticente- y, sí, daba miedo.