Deslumbra la riqueza de la Iglesia, capaz de dar una
sucesión de Papas extraordinarios, todos diferentes entre sí. Dichoso del que,
descubridor novel de esta belleza, se acerque a la Iglesia y halle la sorpresa
de un tesoro inagotable. Lástima del que, al oír hablar de la riqueza de la
Iglesia, se quede solamente en el patrimonio material que custodia, lo más
superficial e intrascendente en comparación.
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