“Cuando una mujer se nos mete en el corazón, difícilmente se la puede desterrar de él. Es como la brizna de manzana que se introduce entre los dientes. Ni el recurso de arrancarla con un trocito de celofán de un paquete de cigarrillos da resultado, porque éste también queda aprisionado entre los dientes”. Un retrato femenino de esta finura (y hondura) sólo puede encontrarse en una película de cine negro. En este caso es “El abrazo de la muerte” (1948), de Robert Siodmak. Y el que así habla es Steve (Burt Lancaster), a propósito de una individua que responde por Anna (Ivonne de Carlo), la típica mujer fatal en que el destino le enreda, para su desdicha. No es de extrañar que la chica acabase siendo la Lily de La familia Monster. Porque es de esas que de malas, parecen casi feas.
Como curiosidad, Tony Curtis, desconocido aún, aparece con ella durante un segundo en la escena de la pista de baile.
Como advertencia, la que hacía un infantil Ronny Howard en “El noviazgo del padre de Eddie”: no te enamores de una mujer de ojos oblicuos (las buenas los tienen redondos).
Como curiosidad, Tony Curtis, desconocido aún, aparece con ella durante un segundo en la escena de la pista de baile.
Como advertencia, la que hacía un infantil Ronny Howard en “El noviazgo del padre de Eddie”: no te enamores de una mujer de ojos oblicuos (las buenas los tienen redondos).
4 comentarios:
Para caerte mejor aún te diré que, en mi afán de mirar hacia atrás en ek cine hasta los hermanos Lumiere, más o menos, hoy he visto "El graduado".
Lo que pasa es que me ha parecido regular. ¿Cuenta como buena?
Yo la encuadraría dentro del cine descacharrante serio, usease, ideológico, de la década prodigiosa.
Veo el peligro de que te quedes estancado en esos años, todavía tienes que escalar hacia la cima para pasar al otro lado, el del cine clásico.
Ann Bancroft sí que cuenta (como buena, aunque sea mala, o por eso).
Y no me gustan los Lumiere, demasiado avanzados para su época, con ese invento del demonio.
¿Celofán de un paquete de cigarrilos? Debería haber probado con un trocito de seda dental, también debería dejar de fumar y de juntarse con mujeres malas malísimas.
El celofán de un mantecado también habría valido (para quedarse incrustado). Pero entonces estaríamos hablando de una peli navideña, de negra Navidad.
¿La seda dental vale para librarse de mujeres malas malísimas? Mejor una buena soga...
(El comentario anterior es políticamente incorrecto, me ha faltado seda mental).
Publicar un comentario