¿Qué le ha pasado al mundo en los últimos treinta o cuarenta años?
Me refiero al mundo occidental, el único al que le pasan cosas a una cierta velocidad. El islam es otra cosa, y Asia, otra cosa más rara todavía.
La década de 1960, llamada prodigiosa, después de unos años de paz y progreso, dio pie a una relajación de costumbres que algunos confundieron con la libertad. Se sucedieron desde entonces las provocaciones, las modas, las músicas, todas de corta vida, tanto las realmente originales y creativas, como las patochadas infectas. Algo parecido le ocurría a casi todos sus creadores, desde los más originales y creativos, hasta los más apestosos. Se diría que, como flores, se conformaban con la belleza de unos días, y después morir. Sus iconos lo hacían: James Dean, Marilyn, tantos cantantes de rock. Y algunos que no morían, se escondían, como Salinger.
La literatura le dio a la droga y al sexo, como la música, y salieron cosas que se ensalzaron hasta el cielo, mientras otras iguales se quedaron en la cloaca. La pose dejó de ser gesto de dandis, por la cantidad y por la calidad; ya no había Wildes, sólo gente –todo el mundo– que en cada acción parecía mirar el objetivo de una cámara, y cada vez hubo más cámaras.
Todo el mundo quiso salir en televisión. Warhol habló del cuarto de hora de fama. Al final lo difícil fue no salir. En lo supuestamente exclusivo están casi todos, y unos cuantos raros quedan fuera. Cambió el sentido de lo normal, primero se hizo escaso, luego ofensivo y proscrito: no se puede ser normal porque los demás serían anormales.
La religión se volvió loca en muchas partes, pero no en todas, como los locos pensaron. Se creía en cualquier cosa, o en nada, que es lo mismo, ya lo anticipó Chesterton. Las creencias huecas dieron lugar a valores huecos, a principios huecos, a ideas huecas. Cuando salía alguna buena, sólo podía retorcerse hasta agotarla, la creatividad no daba más de sí. El cine clásico murió casi con Kennedy, aunque él no tuviera culpa ni mérito.
Cualquiera escribe un libro. Y cualquiera escribe un blog. Aunque no sepa de qué rayos está hablando.
Me refiero al mundo occidental, el único al que le pasan cosas a una cierta velocidad. El islam es otra cosa, y Asia, otra cosa más rara todavía.
La década de 1960, llamada prodigiosa, después de unos años de paz y progreso, dio pie a una relajación de costumbres que algunos confundieron con la libertad. Se sucedieron desde entonces las provocaciones, las modas, las músicas, todas de corta vida, tanto las realmente originales y creativas, como las patochadas infectas. Algo parecido le ocurría a casi todos sus creadores, desde los más originales y creativos, hasta los más apestosos. Se diría que, como flores, se conformaban con la belleza de unos días, y después morir. Sus iconos lo hacían: James Dean, Marilyn, tantos cantantes de rock. Y algunos que no morían, se escondían, como Salinger.
La literatura le dio a la droga y al sexo, como la música, y salieron cosas que se ensalzaron hasta el cielo, mientras otras iguales se quedaron en la cloaca. La pose dejó de ser gesto de dandis, por la cantidad y por la calidad; ya no había Wildes, sólo gente –todo el mundo– que en cada acción parecía mirar el objetivo de una cámara, y cada vez hubo más cámaras.
Todo el mundo quiso salir en televisión. Warhol habló del cuarto de hora de fama. Al final lo difícil fue no salir. En lo supuestamente exclusivo están casi todos, y unos cuantos raros quedan fuera. Cambió el sentido de lo normal, primero se hizo escaso, luego ofensivo y proscrito: no se puede ser normal porque los demás serían anormales.
La religión se volvió loca en muchas partes, pero no en todas, como los locos pensaron. Se creía en cualquier cosa, o en nada, que es lo mismo, ya lo anticipó Chesterton. Las creencias huecas dieron lugar a valores huecos, a principios huecos, a ideas huecas. Cuando salía alguna buena, sólo podía retorcerse hasta agotarla, la creatividad no daba más de sí. El cine clásico murió casi con Kennedy, aunque él no tuviera culpa ni mérito.
Cualquiera escribe un libro. Y cualquiera escribe un blog. Aunque no sepa de qué rayos está hablando.
5 comentarios:
Pues empezaste hablando de Marilyn y has terminado haciéndolo de Chesterton.
Me parece a mi que todo esto venía a que (creo que han sido los ingleses) han escogido a Angelina Jolie como la mujer más sexy entre las sexys, desbancando del “top ten” a mitos como Marilyn. Yo tampoco lo entiendo, a mi, la Jolie más que guapa guapísima me parece morbosa (claro que eso es lo que se lleva ahora), nada que ver con bellezas clásicas como Audrey Hepburn o Grace Kelly.
Será que yo me quedé en la época dorada del cine.
¿Un concurso sobre chicas sexys te da para ese microensayo?
Envidiable, don Ángel.
Eh... sí, eso. Bueno, veo que lo que he escrito vale tanto para un roto como para un descosido. No olvidemos a Ava Gardner. Un día de estos te voy a poner "Pandora y el holandés errante", eso era belleza y no la torva (y guarra, con perdón), Jolie.
Envídieme, Don Ángel, envídieme.
Vaya, torva y guarra, pues sí, la verdad es que a mí, desde que dijo que era bisexual me da cierto asquillo, (lo siento por los que puedan sentirse ofendidos, pero es la pura verdad).
Ya que ha salido a colación Andy Warhol reproduzco una de sus frases:
"Cuando compré mi primer aparato de televisión, dejé de preocuparme por buscar relaciones íntimas con otra gente".
No necesita comentarios.
Tan sólo añadir que se considera uno de los iconos de los 70...
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