Que conste, para empezar, que mi fe no es más grande que un grano de mostaza… Y aun así, creo que Dios es lo más importante, pero falta el ajuste coherente con la vida que se supone que cree eso.
Últimamente veo cosas que me hacen pensar. Son tiempos difíciles, los creyentes están agobiados por el entorno social y político, parece que nada es favorable… ¿Y cuándo lo fue? Es cierto que pueden matar nuestro cuerpo, pero ya se nos advirtió que eso no es lo verdaderamente peligroso. El peligro viene de quien puede condenar nuestra alma. Y en nuestra alma se pueden sentir las presiones de los malos tiempos y la hostilidad social y política; pero no es menos mala la comodidad de los días en que el viento sopla a favor. Para nuestra alma, insisto, que es lo importante.
Relativizo los peligros, pero aquí mi intención era relativizar las esperanzas. Miro en mi derredor a los que creen como yo, y observo que se agarran con ilusión de niños a pequeñas o grandes cosas que a mí no me acaban de entusiasmar porque las veo… demasiado de este mundo. Grandiosas manifestaciones, cristianos separados que quieren volver a la Madre Iglesia, programas televisivos exitosos o pelis de valores que atraen al público. Todo eso son fruto y señal de algo bueno; pero mucho me temo que solemos valorarlo con parámetros esencialmente humanos, lo que, por otra parte, es muy humano.
¿Qué más da que hubiera treinta o cuarenta personas más en misa? ¿Sabemos acaso por qué estaban allí? Dios no cuenta, Dios ama. Mi fe se apoya en el Amor de Dios, y no en la esperanza que pudieran traerme grandes masas de –supuestos– cristianos saliendo de debajo de las piedras. ¿Somos muchos? ¿Somos pocos? Cada alma es lo que importa a Dios, que no lee las estadísticas. Un hombre solo basta para encontrar esperanza, si cree en Dios. Me gusta pensar a veces en esos mártires anónimos, que no figuran en ninguna lista, y que dieron su vida por la fe rodeados de enemigos, perdonando a los que los mataban, sin que nadie luego recordara su nombre ni quedara memoria de su gesto. Dios lo recuerda, porque Dios ama, y en eso es en lo que creo.
Últimamente veo cosas que me hacen pensar. Son tiempos difíciles, los creyentes están agobiados por el entorno social y político, parece que nada es favorable… ¿Y cuándo lo fue? Es cierto que pueden matar nuestro cuerpo, pero ya se nos advirtió que eso no es lo verdaderamente peligroso. El peligro viene de quien puede condenar nuestra alma. Y en nuestra alma se pueden sentir las presiones de los malos tiempos y la hostilidad social y política; pero no es menos mala la comodidad de los días en que el viento sopla a favor. Para nuestra alma, insisto, que es lo importante.
Relativizo los peligros, pero aquí mi intención era relativizar las esperanzas. Miro en mi derredor a los que creen como yo, y observo que se agarran con ilusión de niños a pequeñas o grandes cosas que a mí no me acaban de entusiasmar porque las veo… demasiado de este mundo. Grandiosas manifestaciones, cristianos separados que quieren volver a la Madre Iglesia, programas televisivos exitosos o pelis de valores que atraen al público. Todo eso son fruto y señal de algo bueno; pero mucho me temo que solemos valorarlo con parámetros esencialmente humanos, lo que, por otra parte, es muy humano.
¿Qué más da que hubiera treinta o cuarenta personas más en misa? ¿Sabemos acaso por qué estaban allí? Dios no cuenta, Dios ama. Mi fe se apoya en el Amor de Dios, y no en la esperanza que pudieran traerme grandes masas de –supuestos– cristianos saliendo de debajo de las piedras. ¿Somos muchos? ¿Somos pocos? Cada alma es lo que importa a Dios, que no lee las estadísticas. Un hombre solo basta para encontrar esperanza, si cree en Dios. Me gusta pensar a veces en esos mártires anónimos, que no figuran en ninguna lista, y que dieron su vida por la fe rodeados de enemigos, perdonando a los que los mataban, sin que nadie luego recordara su nombre ni quedara memoria de su gesto. Dios lo recuerda, porque Dios ama, y en eso es en lo que creo.
6 comentarios:
Yo siempre pido tener más fe, porque creo que es una gracia enorme que se nos concede. Envidio sanamente a las pocas personas de fe (verdadera)que conozco, porque están llenas de Dios y, sencillamente, son mejores.
Creo que tienes mucha razón, no importa cuantos seamos, importa cuánto amor ponemos y es lo que tenemos que vigilar.
Quizá, yo por lo menos así lo reconozco, hacemos este tipo de cálculos porque caemos en la trampa que nos tienden cuando el ataque que utilizan para desmembrar la sociedad y los valores que nos sostienen y hacen libres es desprestigiar a los cristianos queriendo hacer ver que ya ni contamos ni existimos. Uno siente la necesidad de hacer ver que es mentira, no ya por uno mismo sino por todos aquellos que puedan creer la mentira y ceder ante la manipulación.
Digo que es una trampa porque en realidad las ideas que están en juego no dependen únicamente de la fe. El bien todos lo pueden reconocer y defender, cristianos, creyentes de otras confesiones, agnósticos, ateos y personas de diferentes ideologías. Porque seguro que en la manifestación de Madrid había votantes socialistas. Ahí si sería importante hacerse valer como número. Todas las personas de buena voluntad y que se guían por valores que están en peligro son las que tienen que defenderlos. Pero quieren trasladar la lucha a una cuestión únicamente de fe para luego ridiculizarla y decir que es irracional.
También es verdad que yo me he visto apenada alguna vez viendo que en misa estábamos pocas personas. Más vale pocos pero verdaderos. Pero lo que da lástima es la poca Vida que hay en muchas parroquias, que se te cae el alma a los pies viendo la languidez. ¡Y esos son los cristianos que tienen que anunciar la buena nueva!
En fin me quedaré con lo que dices.
Dios Ama, está con nosotros y actúa. No necesita de nada. Y está decidido a salvarnos.
Es cierto que está la otra cara de "los que no están": lo que se pierden. Y eso es malo, claro. Pero el objetivo no es "que estén", sino que estén llenos de la verdad. Pero, para empezar, que estemos llenos los que estamos.
Gracias, Estepario, me ha gustado mucho tu entrada. Sigo reflexionando.
Pero no me explayo más, jeje.
Os traigo este vídeo, que aunque no dice nada nuevo pero lo dice muy bonito.
http://www.youtube.com/watch?v=J2Ft80k65y8&feature=player_embedded
Espero que todo vaya bien.
(Siguen llegando pamelas :) )
Gracia a ti, Fran. Sí, parece que vamos de boda, y yo con una gorra...
Me ha llamado la atención tu post. También yo siento, en ocasiones, esa extrañeza ante los parámetros con los que algunos -desde un punto de vista o desde el contrario- se refieren a la fe. Coincido contigo: la experiencia de fe sobrepasa esos parámetros - que, como sostiene Fran, también tienen su sentido y su función; pero no tocan el fondo del asunto, que es la vivencia transformadora del encuentro con Cristo. Sobre esa experiencia se edifica la vida de tantas personas que viven, luchan y mueren sin que nos percatemos de ello... pero que cosechan para nosotros frutos de alegría y de paz. El cristianismo no es una corriente ideológica, un programa de partido ni un movimiento de masas: es una fuerza vivificante en la vida de las personas. En un momento como el actual, de indeseables compromisos mediáticos y políticos, tener presente ese horizonte originario resulta muy sano.
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