A algunos, más guiados por el odio que por los criterios, les ha dado por cargarse la Navidad, dejando sólo el nombre, aunque maldita la gracia que les hace. Son gentecilla vacía, que van por la vida negando, que alimentan un rencor rancio y avinagrado, que no toleran porque ni saben ni quieren. Tirar a la basura un belén hecho por niños es un gesto innoble, que no tiene justificación alguna. La Navidad molesta, seguramente a los mismos que se atiborran en las comidas de empresa y se vacían los bolsillos en los grandes almacenes con la excusa de estas fechas. Pero una Navidad reducida al consumo y al recibir genera corazones duros, cerrados al Amor que viene, incapaces de apreciar el valor de unas humildes figurillas en las que se cuenta el mayor acontecimiento de la Historia, que seguirá sucediendo pese a ellos.
miércoles, 20 de diciembre de 2006
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