domingo, 1 de marzo de 2009

Redenciones


En una entrada anterior, Eligelavida comentaba algo sobre la redención, y prometí escribir sobre ese tema. La razón es que me resulta muy querido y cercano a mi experiencia vital. Lógicamente, como católico, entiendo de redención, porque Jesucristo me ha redimido no sé cuántas veces de mi condición de pecador imperdonable (sólo Dios es capaz de perdonar). Es triste que muchos críticos de la fe católica y de la Iglesia no sepan ni lo que critican, porque nos acusan de recrearnos en la culpa, cuando ésta no es más que la antesala del perdón. «Feliz culpa que mereció tal redentor» (cito de memoria).

Pero hay más. La idea de redención lo empapa todo, me imagino que es lo que ocurre cuando has nacido en un humus cristiano. Me resulta una idea seductora hasta el punto de haber imaginado una novela con ese título; no sería ni la primera ni la última que aborda ese tema, ya se ha citado aquí Crimen y castigo, de Dostoievski.

También en el cine se ha hablado de redención (hoy menos, como ocurre con casi todo lo bueno, que ha ido desapareciendo del cine). La redención en el cine –supongo que igual que en la literatura–, eleva a un personaje a condición de héroe, o al menos lo convierte de villano en buena persona. Lo mejor de todo, y es lo que siempre me ha fascinado y ha alimentado mi esperanza en el perdón, es que eso puede ocurrir siempre, incluso en el último momento, si hay arrepentimiento o conversión sincera. Una vida no está desperdiciada hasta después del último suspiro, porque mientras hay vida hay esperanza, hay posibilidad de redimirse. En El general Della Rovere (Roberto Rossellini, 1959), un sinvergüenza profesional tiene la oportunidad de sacrificarse por la patria haciéndose pasar por otro, momento en que su vida recobra sentido.

Generalmente, el amor es el mejor redentor, lo único que puede transformar en el fondo a una persona y devolverle su dignidad. En Almas desnudas (Max Ophuls, 1949), un chantajista redime sus pecados por el amor a una mujer y lleva su sacrificio hasta el final, en el que su pérdida es ganancia. Hay miles de ejemplos, pero esto, y muchas cosas más, se encuentran antes en los Evangelios.

Otro día reflexionaremos sobre el perdón y la libertad.

2 comentarios:

eligelavida dijo...

La redención, como dices, se nos da gratuitamente, por amor, no porque hayamos hecho nada para merecerla. Sin embargo, una vez Dios nos la regala, nosotros tenemos que aceptarla, y curiosamente, esto muchas veces nos resulta difícil. Así, San Agustín decía: «Dios que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti».

laura dijo...

Es bonito eso de que mientras hay vida hay esperanza, yo voy a empezar a alimentar la mía, que últimamente estoy de capa caída.

Esperanzas y redenciones aparte, cuando tengas tiempo podías comentarnos alguna de las múltiples películas (estarás contento) que hemos visto este fin de semana.