martes, 17 de marzo de 2009

El Ala Oeste de la Casa Blanca


Hemos visto el último capítulo de la segunda temporada del Ala Oeste de la Casa Blanca. El final es espectacular: primero, tras un funeral en la catedral, el Presidente de los Estados Unidos se queda sólo en el templo e increpa a Dios por sus desdichas; después, tras una complicada entrevista televisiva, reflexiona a solas sobre un importante paso a dar, evoca su vida pasada y entra en conversación con los difuntos; por último, con la música del Brothers in arms, de Dire Straits, acompañando toda la escena, se pone en escena la declaración sorpresa, ante los ojos expectantes del mundo, y entonces todo cobra sentido y también las bruscas preguntas a Dios son respondidas.

Sobra decir que las comparaciones son odiosas y que ninguna serie española le llega a ésta –ni le llegará jamás– a la suela de los zapatos. Pero tampoco otras americanas de moda se le acercan, más preocupadas de exponer retorcidos líos de cama que de presentar vidas auténticas y entregadas a una causa elevada.

Sobre esto quería reflexionar. No me ha hecho pensar la fabulosa puesta en escena, el inteligente guión, la soberbia ambientación o los estupendos actores. Es el conjunto de una historia humana, de personas inteligentes esforzadas por lo que consideran una misión que merece el sacrificio de sus vidas. Con dudas, con errores, con tropiezos, pero siempre en un nivel muy lejano a lo vulgar, el de la excelencia consciente de sí misma, que permite tanto la gravedad como la sonrisa, cuando es auténtica. Esta serie merece todos mis parabienes porque consigue lo que yo más valoro en la ficción: que insufle el anhelo de vivir y ser mejor.

2 comentarios:

laura dijo...

La serie es genial, tiene un ritmo frenético e inteligente que no permite relajarse al que la está viendo.

El final de la segunda temporada es todavía más emocionante que el final de la primera, aun sin atentado ni disparos al presidente. Se identifica uno en eso de reprocharle a Dios cuando las cosas no van bien, y en eso de darse cuenta de que no es a Él a quien hay que reprocharle, sino a uno mismo.

(Digo yo que igual le estamos destripando la serie a quien no la haya visto).

Stepario dijo...

(Creo que yo no la había destripado tanto como tú).