Una de las películas que vimos el pasado fin de semana fue El señor Skeffington (Vincent Sherman, 1944), con Bette Davis y Claude Rains en los papeles principales. Se trata de un dramón de los que protagonizaba la Davis (al estilo de La loba, La carta o La solterona), con unas interpretaciones estupendas (los protagonistas estuvieron nominados al óscar), y una cierta moraleja final, que, sin desvelar nada, también puede interpretarse de otra forma.
Cuenta la historia de una mujer –aunque sea un hombre el que figura en el título–, la más deseada en el Nueva York de principios del XX, rodeada siempre de admiradores y galanes, coqueta hasta la náusea y pendiente sólo de su propio aspecto. Por circunstancias, se acaba casando con el menos atractivo de sus pretendientes, aunque el más rico, que la ama ardientemente. El resto de la historia es la lucha de una mujer bella contra los estragos del tiempo, con algunas reminiscencias de El retrato de Dorian Gray.
Me ha llamado la atención en esta película la excelente caracterización de la protagonista. Bette Davis consigue aparecer incluso hermosa al principio (tampoco es que fuese fea, sobre todo de más joven, aunque nos hemos quedado un poco con la imagen de Qué fue de Baby Jane) y posteriormente hay un excelente trabajo de maquillaje que, con la ayuda de su talento interpretativo, le arroja décadas encima. Tiene mérito, porque por aquella época los envejecimientos no estaban tan logrados como en los días de Benjamin Button, y se reducían la mayor parte de las veces a un chocante blanqueamiento de los cabellos y unas gafas (véase como muestra al juvenil Gregory Peck en Las llaves del reino, del mismo año).
Cuenta la historia de una mujer –aunque sea un hombre el que figura en el título–, la más deseada en el Nueva York de principios del XX, rodeada siempre de admiradores y galanes, coqueta hasta la náusea y pendiente sólo de su propio aspecto. Por circunstancias, se acaba casando con el menos atractivo de sus pretendientes, aunque el más rico, que la ama ardientemente. El resto de la historia es la lucha de una mujer bella contra los estragos del tiempo, con algunas reminiscencias de El retrato de Dorian Gray.
Me ha llamado la atención en esta película la excelente caracterización de la protagonista. Bette Davis consigue aparecer incluso hermosa al principio (tampoco es que fuese fea, sobre todo de más joven, aunque nos hemos quedado un poco con la imagen de Qué fue de Baby Jane) y posteriormente hay un excelente trabajo de maquillaje que, con la ayuda de su talento interpretativo, le arroja décadas encima. Tiene mérito, porque por aquella época los envejecimientos no estaban tan logrados como en los días de Benjamin Button, y se reducían la mayor parte de las veces a un chocante blanqueamiento de los cabellos y unas gafas (véase como muestra al juvenil Gregory Peck en Las llaves del reino, del mismo año).
6 comentarios:
Cuando pienso en "Skeffington" mi mente viaja irremisiblemente hacia la película "Un cadáver a los postres".
(Para que luego digas que nunca comento tus entradas serias)
Pues esta Sra. Skeffington es bastante narcisista, fría y fea. A mí no me parece guapa en ningún momento. La película es estupenda, no obstante, no me gusta el doble sentido que puede tener la moraleja final, será que me gusta que los malos acaben muy, muy mal, en pago a su comportamiento.
Por cierto, Ángel, ¿Cuáles son las entradas no serias?
Yo pensaba que ésta era una entrada no seria...
Si es que todo lo que tú haces está envuelto en un halo de rectitud, seriedad y elegancia que no tienen parangón (y lo digo sin mofa ni befa).
Ninguna entrada que contenga la palabra "galanes" puede ser considerada no seria (vid. c. 1292 CIC relativo a la enajenación de bienes eclesiásticos).
Observa, observa cómo tu esposa no excluye el escarnio es su breve y elocuente enumeración.
Ángel: no te canonees tanto. Y lo digo con mofa y befa.
Esposa: bien todo lo que digas.
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