La mayoría conocéis mi devoción por Frank Capra, y particularmente por su película “Qué bello es vivir”, para mí, la mejor de todos los tiempos. Podría hablar mucho del guión maravilloso, del ritmo, de los actores –inolvidable James Stewart, en tantos registros-, de los momentos emocionantes –la conversación telefónica, el final-, de las lágrimas que siempre me asaltan cuando la veo.
Pero me voy a limitar a recoger lo que dice Capra en su autobiografía: «Es la mejor película que he hecho nunca. Es más. Me atrevo a decir que es la mejor película de la historia. No la hice para los críticos aburridos ni para los intelectuales pedantes. La hice para la gente sencilla como yo; gente que quizás había perdido a su marido, o a su padre, o a su hijo; gente que estaba a punto de perder la ilusión de soñar, y a la que había que decirle que ningún hombre es un fracasado».
Una cosa más. Lo que se cuenta en esta película no es un cuento de Navidad ni un cuento chino. Es lo que puede ser la vida, para lo que está hecha. Conozco casos, y por ellos sé que la vida es maravillosa.
Pero me voy a limitar a recoger lo que dice Capra en su autobiografía: «Es la mejor película que he hecho nunca. Es más. Me atrevo a decir que es la mejor película de la historia. No la hice para los críticos aburridos ni para los intelectuales pedantes. La hice para la gente sencilla como yo; gente que quizás había perdido a su marido, o a su padre, o a su hijo; gente que estaba a punto de perder la ilusión de soñar, y a la que había que decirle que ningún hombre es un fracasado».
Una cosa más. Lo que se cuenta en esta película no es un cuento de Navidad ni un cuento chino. Es lo que puede ser la vida, para lo que está hecha. Conozco casos, y por ellos sé que la vida es maravillosa.
6 comentarios:
Tengo la dudosa suerte de haber olvidado el final de la película. Y la introducción, y el nudo.
Eso me hará redisfrutarla, rediez.
Mi suerte es mayor, que la he visto una docena de veces, y me acuerdo de todo.
Tengo que reconocer que después de estas navidades me he quedado con una pequeña faltilla, y es que no he visto esta maravillosa película, que siempre me gusta volver a disfrutar cada año, para recordarme las cosas hermosas de la vida, y que a pesar de que la vea un millón de veces creo que siempre me emocionará.
Yo no puedo evitar que se me escape una lagrimilla cada vez que la veo.
Hay que verla al menos una vez al año, ésta y también Mary Poppins, que yo la he visto esta tarde como cada año desde que tengo uso de razón y he extraído una divertida frasecilla que me temo voy a poner en práctica durante este año: Como decía Bert (Dick Van Dyke, el deshollinador): "Peor sería una pedrada en un ojo".
Marta, veo que ya estás en casa, me alegro de que hayas llegado bien, nosotros ya te estamos echando de menos...
Lo malo es que cada vez se oyen menos campanadas.
Siempre se oye alguna, no perdamos la esperanza, todavía hay ángeles ganándose las alas.
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