domingo, 7 de marzo de 2010

Nine


Esta película, basada en un musical de Broadway, que a su vez se inspira en la película “Ocho y medio”, de Fellini, cuenta la historia de un director de cine italiano a quien ha abandonado la inspiración y que intenta recuperarla desesperadamente para hacer una película ya en marcha, que sólo cuenta con el título…

Lo más interesante es la figura de este hombre –soberbio, como siempre, Daniel Day-Lewis–, melancólico, egoísta, mujeriego, infantil, mendaz. Se halla perdido, ha confiado su vida a su talento artístico, y cuando éste se viene abajo, lo hace toda su existencia, ya que ha ido rellenando de mentiras el vaciamiento de su don. Se siente solo porque, rodeado de amigos, sólo ha sabido utilizarlos para sus fines y sus placeres. Se reconoce católico, pero no encuentra el camino de vuelta. Los números musicales ilustran su mundo interior más que la perpetua máscara de su rostro, pertrechada siempre de gafas de sol, con la que oculta su verdad. En su mundo imaginario desfilan sus debilidades, sus sentimientos de culpa, sus arraigados pecados –también en su vertiente festiva y orgiástica-, que solo esporádicamente le han satisfecho, y que ahora están lejos de devolverle el sentido.

Todos los intentos de arreglar el desastre desde su antigua vida son baldíos, ya no caben más parches. La redención parte del reconocimiento de la verdad y la petición de perdón; luego se retira y se purifica, para acabar siendo tan humilde que es capaz de empezar de nuevo con mucho más que su genialidad: una vida encauzada.

(Otros se quedarán con el vestuario ajustado, la sensualidad de las actrices, la invitación al arrebato; pero, al menos en esta película, al poco tiempo eso sólo deja el regusto amargo de lo vacío).

2 comentarios:

Ángel dijo...

Sólo tú podrías haber redactado una crítica así de una película asaz.

Stepario dijo...

Es que yo soy asaz así...