Este es uno de los dos belenes que hay en nuestra casa (si no contamos el que está dentro de una calabaza), y es mérito todo de Laura. Es sencillo, pequeño, y está en un rincón, como ocurrió en la vida real. Sólo que aquí no puede pasar desapercibido, porque nada más entrar en la casa se descubre, recibe a los dueños o al visitante. Interpela, espero, llamando la atención con una pequeña luz. Exige pararse, acercarse, para ver el detalle, para apreciar y comprender, para sacar conclusiones. A la vista del misterio, ya nada debiera ser igual. Ya no deberíamos ser iguales. Hay un antes y un después, como nos dice la cronología. Pero también algunas biografías se transforman después de Cristo, una vez que ha dejado huella en nuestra vida. Esa impresión penetrante ya no desaparece por muchos años, distanciamientos o desgracias que jalonen la vida. Está ahí, tal vez arrinconado, pero con un rescoldo de calor y luz que todavía puede devolvernos la esperanza. Feliz Navidad, porque la felicidad es posible gracias a este nacimiento, al que se lo debemos todo.
sábado, 20 de diciembre de 2008
miércoles, 10 de diciembre de 2008
De rollos y bombos
El Ministerio de Sanidad (?) español ha puesto otra campaña para el uso del preservativo, que a ritmo de hip-hop, y en un lenguaje (?) adolescente trata de convencer a los jóvenes para que no tengan relaciones sexuales sin protección (?): "Yo no corono rollos con bombo", es una de las estrofas de la coplilla.
Las conclusiones que extraigo de esta noticia son que la juventud es considerada como un rebaño animal y analfabeto, que debe emplear la única neurona que le queda para ponerse un condón. Es falso que las campañas que promueven el uso del preservativo no induzcan a mantener relaciones -las propias estadísticas crecientes (o menguantes, según se mire) lo demuestran-, y también es falso que el número de embarazos no deseados (y abortos) aumente por no usar el condón, porque éste no es infalible.
Por lo tanto, pretender que esta campaña va a prevenir el número de abortos no es una ilusión -no me creo que alguien pueda ser tan tonto-, sino sencillamente una mentira. Es lamentable que por razones ideológicas se tropiece reiteradamente -y cada vez con más fondos públicos- en la misma piedra y sólo se consiga ir a peor. Si hubiera verdadera responsabilidad se admitirían otras soluciones que empiezan mucho antes de que los dos jóvenes se hayan metido en la cama. Para entonces no queda mucho que prevenir.
martes, 2 de diciembre de 2008
Actualización
Ante todo, mis disculpas. Me voy desligando poco a poco de mi blog y no tengo excusas, salvo que valgan todas las demás cosas a las que dedico mi tiempo. Voy a intentar enmendarlo.
Me he adherido a derechoavivir.org. Ya sabéis, defensa de la vida frente al aborto. Todo lo que se diga es poco en esta cuestión, y la prueba es que el número de crímenes crece y crece, y la aceptación social parece no cambiar, lacra que ya denunció Julián Marías como la peor del siglo XX (y lo que llevamos de XXI). No hay que perder una sola ocasión para defender la vida, no hay que callar ni una sola vez frente a quienes promueven, aceptan o se desentienden ante el aborto. El silencio es un cómplice culpable en este caso.
En otro orden de cosas, hemos terminado de ver la miniserie “John Adams”, donde se cuenta la vida del segundo presidente de los USA. Pero no hay milagros, porque era un hombre feo y engreído, tuvo problemas familiares y pocos amigos. Sin embargo era honrado, inteligente y patriota. La historia es realista hasta en las caries de los protagonistas. Y es humana, muy humana para los personajes que retrata, lo que da una idea de la madurez de ese país que tantos odian y los demás desprecian, pero que sin embargo es capaz de poner sus vergüenzas sobre la mesa al lado de sus méritos, y aun así sentir orgullo de sí mismo.
Vimos también el otro día “Appaloosa”, la última película que ha rodado Ed Harris, y que protagoniza junto a Viggo Mortensen, y una más detestable que nunca Reneé Zellweger, o como se escriba. Se ha dicho que es un western clásico, y lo es en la austeridad y sobre todo en la sensación de que se ha visto algo con chicha aunque la primera sensación no sea arrebatadora; las grandes películas dejan un poso que el tiempo de encarga de asentar, mientras las mayoría de las modernas pueden ponernos de los nervios en la butaca, pero en cuanto se sale del cine se han olvidado. Veremos. Llama la atención la rapidez con que se desarrollan los tiroteos, sin tomas repetidas ni ralentizadas, ni grandes acrobacias. Uno o dos tiritos y punto, porque, como dice Virgil Cole, “todos sabíamos disparar”. Lo que no me gustó nada fue la música, y creo que mi apreciación hubiera mejorado bastante con otra partitura.
Me he adherido a derechoavivir.org. Ya sabéis, defensa de la vida frente al aborto. Todo lo que se diga es poco en esta cuestión, y la prueba es que el número de crímenes crece y crece, y la aceptación social parece no cambiar, lacra que ya denunció Julián Marías como la peor del siglo XX (y lo que llevamos de XXI). No hay que perder una sola ocasión para defender la vida, no hay que callar ni una sola vez frente a quienes promueven, aceptan o se desentienden ante el aborto. El silencio es un cómplice culpable en este caso.
En otro orden de cosas, hemos terminado de ver la miniserie “John Adams”, donde se cuenta la vida del segundo presidente de los USA. Pero no hay milagros, porque era un hombre feo y engreído, tuvo problemas familiares y pocos amigos. Sin embargo era honrado, inteligente y patriota. La historia es realista hasta en las caries de los protagonistas. Y es humana, muy humana para los personajes que retrata, lo que da una idea de la madurez de ese país que tantos odian y los demás desprecian, pero que sin embargo es capaz de poner sus vergüenzas sobre la mesa al lado de sus méritos, y aun así sentir orgullo de sí mismo.
Vimos también el otro día “Appaloosa”, la última película que ha rodado Ed Harris, y que protagoniza junto a Viggo Mortensen, y una más detestable que nunca Reneé Zellweger, o como se escriba. Se ha dicho que es un western clásico, y lo es en la austeridad y sobre todo en la sensación de que se ha visto algo con chicha aunque la primera sensación no sea arrebatadora; las grandes películas dejan un poso que el tiempo de encarga de asentar, mientras las mayoría de las modernas pueden ponernos de los nervios en la butaca, pero en cuanto se sale del cine se han olvidado. Veremos. Llama la atención la rapidez con que se desarrollan los tiroteos, sin tomas repetidas ni ralentizadas, ni grandes acrobacias. Uno o dos tiritos y punto, porque, como dice Virgil Cole, “todos sabíamos disparar”. Lo que no me gustó nada fue la música, y creo que mi apreciación hubiera mejorado bastante con otra partitura.
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