Creo que este es el año que menos entusiasmo me han despertado los óscars. Esta vez ni me molesté en llevar el smoking al tinte, ni me afeité (bueno, Bardem tampoco), ni me afané por buscar la ceremonia en algún canal codificado para quemarme las pestañas. La única alfombra que he pisado es la del cuarto de baño, y no es roja todavía. Las razones pueden ser varias. Que iba a ganar el óscar un actor español muy bueno pero muy malo. Que estoy empezando a asumir la idea de que ese hueco reservado para mi óscar en el cuarto de baño debería ser ocupado por la espuma de afeitar (sí, mi cuarto de baño viene a ser como el Kodak Theatre, pero con mucho más glamour y albornoces tipo «Historias de Filadelfia»). Que esa generación de los que nos formamos en el Actor’s Studio quizá deba ceder su lugar a las nuevas y pujantes promociones (Paul Newman ya se ha retirado, yo lo haré, colmado de honores, en alguno de mis próximos sueños).
En definitiva, los óscars se han entregado sin contar conmigo, en la misma línea díscola de las últimas ochenta ediciones. Y han deparado un palmarés sin sorpresas, del que ya lo he visto casi todo, y con el que estoy humildemente de acuerdo. «Ratataouille», «Juno», «No country for old men», «Expiación» o «El ultimátum de Bourne», las premiadas, ya recibieron merecidos elogios en este blog. Me alegra especialmente que Dario Marianelli, cuyos trabajos sigo con creciente admiración, se haya llevado por fin el premio a la mejor banda sonora; ahora la tengo de fondo y siento (¿verdad, Dario?), que un trocito de ese óscar también me pertenece…
Me quedan por ver «Sweeny Todd» y «There will be blood», que según tengo entendido son altamente desagradables. También me alegro de que ese zapatero prodigioso que es Daniel Day Lewis haya conseguido su segundo óscar. Creo que es el único que me da más miedo que Bardem.
En definitiva, los óscars se han entregado sin contar conmigo, en la misma línea díscola de las últimas ochenta ediciones. Y han deparado un palmarés sin sorpresas, del que ya lo he visto casi todo, y con el que estoy humildemente de acuerdo. «Ratataouille», «Juno», «No country for old men», «Expiación» o «El ultimátum de Bourne», las premiadas, ya recibieron merecidos elogios en este blog. Me alegra especialmente que Dario Marianelli, cuyos trabajos sigo con creciente admiración, se haya llevado por fin el premio a la mejor banda sonora; ahora la tengo de fondo y siento (¿verdad, Dario?), que un trocito de ese óscar también me pertenece…
Me quedan por ver «Sweeny Todd» y «There will be blood», que según tengo entendido son altamente desagradables. También me alegro de que ese zapatero prodigioso que es Daniel Day Lewis haya conseguido su segundo óscar. Creo que es el único que me da más miedo que Bardem.
3 comentarios:
Me dirás que la alfombra de tu cuarto de baño no tiene glamour ni nada…
Con respecto a los Oscars, me alegra haber visto la película más premiada, la verdad es que los Coen se lo merecían.
La alfombra de mi cuarto de baño chorrea más glamour del que tendrá Bardem en toda su vida.
Ea.
Pues a mí me pareció un discurso agradable y no demasiado histriónico.
Lo siento un montón. De veras.
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