Parece que de verdad somos tan pequeños. Es como remover un café con nata y sirope, y pensar por un segundo que en la más pequeña de esas partículas se encuentra el sistema solar que nos cobija. Casi nada. Y Dios cuenta cada pelo que se nos cae... Desde luego, en la idea que tenemos de lo que sea un Dios no se nos ocurre pensar que se dedique a tales vulgaridades. Está claro que la criatura cada vez se halla más lejos de su Creador, que ni lo entiende ni lo conoce, y sólo es seguro que lo necesita. Si a Dios se le cayera un pelo me aplastaba... y vaya cómo paso de fijarme.
Son patéticos los esfuerzos de algunos por atacar la religión, je, como si hiciera falta, ya dejamos de creer solos. Pero patéticos sobre todo porque ante el que de verdad se ha encontrado con Dios no pueden hacer nada. Ahí la vida humana adquiere, ella también, la magnitud de galaxias que chocan. Sólo se puede mirar con reverencia el espectaculo.
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