miércoles, 24 de febrero de 2010

Buenas noticias de Europa y el crucifijo


Por una vez, y espero que sirva de precedente, llegan buenas noticias de Europa. Resulta que el Consejo de Europa, cuyos miembros se han reunido en Interlaken, ha hecho una Declaración en la que se afirma que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos no puede decidir en materias que afectan a las tradiciones o cultura de un país miembro; para ver su más inmediata consecuencia práctica, y motivo de esta Declaración, esto supone que el Tribunal no puede obligar a Italia a que retire los crucifijos de los espacios públicos. La Sentencia Lautsi carecería de valor, por tanto, y tampoco podría ser alegada en España por los laicistas para que nuestro (sic) Gobierno se anime a despojarnos de los símbolos cristianos. Encontraréis más información aquí.

jueves, 11 de febrero de 2010

Gracias, Dios mío


Hoy, día de la Virgen de Lourdes, quiero recordar una oración de Santa Bernardita, la muchacha a la que se apareció María en 1858:

“Por la pobreza en la que vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas; y por mi constante cansancio...., te doy gracias, Jesús.

Te doy las gracias, Dios mío, por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del Padre Peyramale...

No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los no que no viniste. Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas, por aquellos que me tenían por loca y por aquellos que veían en mí a una impostora; por alguien que trataba de hacer un negocio..., te doy las gracias, Madre.

Por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias.

Te doy las gracias porque si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido tú lo hubieses elegido...

Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó “hermana María Bernarda”..., te doy las gracias.

Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan delicado y sensible, y que me colmaste de amargura...

Porque la madre Josefa anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la humillación..., te doy las gracias.

Gracias, por haber sido como soy, porque la madre Teresa, pudiese decir de mí: “Jamás le cedáis lo suficiente”...

Doy las gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos, y que otras hermanas pudieran decir: “Que suerte que no soy Bernardita”.

Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron con llevarla a la cárcel porque te vi a ti, Madre...Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable, que, cuando me veían, la gente decía: “¿Esa cosa es ella?”.., la Bernardita que la gente miraba como si fuese el animal más exótico....

Por el cuerpo me diste, digno de compasión y putrefacto..., por mi enfermedad que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento..., te doy las gracias, Dios mío.

Y por el alma que me diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y por tus relámpagos, por tus rayos..., por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste... te doy las gracias, Jesús”.

lunes, 8 de febrero de 2010

Referendum sobre el aborto


Creo que Juan Manuel de Prada acierta de lleno con su artículo de hoy en ABC:

DIVERSAS organizaciones civiles anuncian la celebración, el próximo 7 de marzo, de una manifestación por la que se reclama la convocatoria de un referéndum sobre la regulación del aborto impulsada por el Gobierno. Referéndum que, como a nadie se le escapa, el Gobierno no convocaría salvo que tuviese la plena seguridad de que su regulación cuenta con el beneplácito de una mayoría social holgada (con la que, como tampoco se le escapa a nadie, no cuenta). Pero, con mayorías o sin mayorías, a favor o en contra de la regulación impulsada por el Gobierno, la petición de convocatoria de un referéndum de estas características constituye un error craso que ataca el fundamento sobre el que se sostiene la defensa de la vida, que no es una cuestión política que pueda someterse al veredicto de las urnas, ni indirecta (mediante votación en las cámaras legislativas) ni directamente (mediante plebiscito). Aceptar que la decisión de una mayoría popular o parlamentaria puede legitimar el crimen es tanto como aceptar que el crimen no puede ser definido objetivamente, sino que su definición depende de percepciones subjetivas o coyunturales; una trampa saducea que aquí se hace más vitanda, pues al fin y a la postre un referéndum de estas características nos obligaría a elegir entre un aborto libre de iure y un aborto libre de facto.

Quienes abogan por este referéndum aducen que la propia Constitución reconoce la posibilidad de convocarlo ante «decisiones políticas de especial trascendencia»; es decir, ante decisiones que afectan a la organización de la «polis», no a los fundamentos que garantizan su supervivencia. Un referéndum puede convocarse para decidir sobre el uso de la energía nuclear, la prohibición del tabaco o el ingreso en organismos internacionales, pero no sobre la licitud del asesinato, el hurto o la pederastia. Cuando las sociedades consideran que estos asuntos pueden regularse mediante meras disposiciones de la voluntad se han convertido en organizaciones criminales. Esto es lo que la nueva regulación sobre el aborto pretende; y tratar de combatir esa pretensión aceptando su premisa es tanto como incurrir en el mismo mal que se desea combatir.

Reclamar que se someta a votación una ley que conculca el derecho a la vida es tanto como admitir que el derecho a la vida puede ser sometido a votación; de hecho, al solicitar que se convoque este referéndum se está reconociendo legitimidad a su resultado, que sea el que fuere resultaría lesivo para el derecho a la vida. Los promotores de esta iniciativa aducen que «no podemos cerrar los ojos a que, de hecho y nos guste o no, en los regímenes democráticos el derecho a la vida se somete a votación». Aquí convendría especificar que no son los regímenes democráticos los que amparan tal dislate, sino la degeneración de tales regímenes en formas de idolatría o cesarismo democrático que, en lo que Zapatero llamaba cínicamente en su plegaria negra de Washington «la propia búsqueda del bien» (o sea, la consecución del interés), no vacilan en pisotear los fundamentos éticos que garantizan su propia supervivencia. Contra la degeneración de los regímenes democráticos no podemos, en efecto, cerrar los ojos ni prestar asentimiento, reclamando la convocatoria de un referéndum sobre una ley que conculca el derecho a la vida. Pues, más allá de lo que deparase ese hipotético referéndum, se está aceptando que mediante votación se pueda legislar sobre los fundamentos éticos que garantizan la supervivencia de la comunidad humana, y hasta su propia calificación de «humana».

Creo, en fin, que a nadie regocijaría tanto la convocatoria de un referéndum de estas características como a los enemigos de la vida. Casi tanto como a mí me duele escribir este artículo.