sábado, 24 de octubre de 2009

Abolir el aborto


Tal día como hoy, hace una semana, nos manifestamos unos cuantos en Madrid, en defensa de la vida y contra el crimen del aborto. He tardado en referirme a ello, estoy liado con mil tareas, pero no es algo que se pueda dejar pasar.

La cosa es grave, y parte de su gravedad estriba en la anestesia, desinterés o complicidad de buena parte de la sociedad. Ya lo dijo Julián Marías, y se ha repetido mucho: lo peor de todo es la aceptación social del aborto. Puede que esto esté cambiando lentamente –en EEUU se dice que hay más concienciación–, pero en España parecemos empeñados en adentrarnos todavía más en la barbarie. Es culpa de un Gobierno miserable –que conste que me dan igual las siglas– y de una sociedad pasiva. No podemos quedarnos quietos, es preciso ABOLIR EL ABORTO. Como se hizo con la esclavitud en su momento, no se trata de algo de menor trascendencia.

Se trata de una tarea heroica, que implica el compromiso de todos los ciudadanos dispuestos a luchar por lo que es justo y contra lo que es inmoral. Juan Manuel de Prada lo ha expuesto muy bien, y a sus palabras me remito.

domingo, 4 de octubre de 2009

Hablar a los tontos


He descubierto la estrategia del Partido Socialista, esa que no podía ver oculta tras la aparente estulticia de sus argumentos. No, no es que piensen que somos tontos, esto no es más que la típica salida despectiva. Lo que ocurre es que saben que hay tontos, en realidad muchos tontos –en buena parte se deben a su labor “educativa” por las vías de la escuela y la televisión–, sin ánimo de menospreciar a los discapacitados mentales de cualquier tipo. Me refiero a los tontos lelos, zafios, ignorantes, asilvestrados. Esos que ha producido el socialismo como criaturas votantes. Hay muchos, lo saben, y se dirigen a ellos como lo que son, aunque los demás quedemos desconcertados.

Así, el tal Pepiño Blanco puede aparecer defendiendo las medidas económicas de su Gobierno con apelaciones lacrimógenas a las viudas, más propias de un serial radiofónico de la época de Franco que de un tío que se dice progre. Otras veces le hemos podido oír que se declaraba católico, como coartada para pegarle una patada al Iglesia en la cabeza, y no importa que cualquier católico o persona de bien pueda entender perfectamente que este señor como mucho estará bautizado, y que eso no basta para ir de católico por la vida. Suena un poco como el lema chistoso de «el monte es de todos, quema tu parte».

Todo esto da igual, porque los tontos, muchos tontos, a los que habla el tal Pepiño se tragan esos mondongos sin rechistar, los aplauden con las orejas y le cambian el nombre a su madre si lo manda el albacea de la memoria histórica. Van a ganarse sus votos, y les da lo mismo qué piensen los demás, porque con esos les basta.