jueves, 23 de abril de 2009

Retorno a Brideshead


“No poseemos nada con certeza, excepto nuestro pasado”. Estas palabras las pronuncia Charles Ryder, el protagonista de Retorno a Brideshead, la famosa novela de Evelyn Waugh, que acabo de leer con avidez. Es cierto que la incertidumbre impregna la novela, no sólo por la inseguridad de los personajes, sino porque nunca se sabe muy bien lo que va a ocurrir a continuación.

Pero hay otra perspectiva, desde la que sí se sabe, y es la de la gracia divina. Justamente el autor confiesa en el prólogo que su intención era ilustrar la actuación de la gracia, y vaya si lo logra. En las ocasiones en que se habla de religión (de la católica, para ser más precisos), los personajes muestran prejuicios, equivocaciones y aversiones a esta fe; pero, no obstante, siempre se tiene la sensación de que estos seres de ficción, dotados de cualidades y dinero, no parecen saber de lo que hablan, y que sus a menudo hirientes ataques al catolicismo no consiguen siquiera arañarlo. La forma en que Waugh consigue mostrarnos esto es sutil e inteligente, y en eso logra reflejar a la realidad.

Al final todo se resuelve como en la vida, de una forma a la vez lógica y sorprendente. Con la lógica y la sorpresa que siempre acompañan a la intervención de la gracia de Dios en la vida de los hombres.

martes, 7 de abril de 2009

Amor, libertad, dolor


Julián Marías afirmaba que sin libertad no hay religión. No sólo eso, sino que sin libertad no se entiende al ser humano, ni su capacidad de amar. Sin libertad, el hombre podría ser objeto del amor, pero no sería imagen divina, sino como un pájaro o un árbol, un ser incapaz de entregarse, de ser sujeto del amor. Sin libertad, el hombre no podría salir de sí mismo y donarse al otro, y a Dios, por medio del amor. No podría amar. Y para que el hombre fuera partícipe de una capacidad tan preciosa, divina, como la de amar, fue creado libre por amor.

La libertad es el instrumento que Dios ha entregado a un ser finito para que intente ser como Él, para que aprenda a amar. Es un instrumento formidable al que Dios no ha querido poner límites, aunque sólo se ejercite en su sentido propio amando y buscando la verdad. Pero todos sabemos que la libertad se emplea también para el mal, genera dolor y puede llevar al hombre al abismo. George Weigel afirma: «Dios creó un mundo de libertad porque, entre otras cosas, Dios desea el amor de hombres y mujeres que eligen libremente amarlo, igual que eligen libremente amarse unos a otros. Y un mundo de libertad es un mundo en el que muchas veces las cosas salen mal; y de ahí, precisamente, es de donde deriva el sufrimiento».

Dios ha creado al hombre libre con todas las consecuencias, aunque su deseo respecto de esa libertad sea muy concreto. Porque, como explica Scott Hahn, «si no tuviéramos libertad para decir no a Dios, no podríamos amarle verdaderamente. En consecuencia, Dios no podía crear seres libres sin permitir simultáneamente la posibilidad del mal».

La libertad humana, otorgada por Dios para que el hombre vuelva a Él por medio del amor, tiene la posibilidad de ser usada en sentido contrario, para renegar del mismo Dios que la ha concedido. No podía ser de otra forma, si tenía que ser libertad auténtica. Aunque el hombre se pierda con su mal uso, Dios no lo impedirá. Ahora no recuerdo quien lo dijo, pero el mismo infierno es la prueba del amor de Dios, que no nos arrebata la libertad que nos hace hombres ni siquiera para evitar la definitiva caída; lo que hace es permanecer hasta el final con los brazos abiertos en actitud de perdón.