jueves, 29 de mayo de 2008

Preguntar a la calle


No va a ser un día –hoy de nuevo me resistiré– en el que hable de las noticias-burradas que se ven en televisión, donde no se sabe si la barbaridad está en el contenido, o en el hecho de que lo presenten como información de interés.

Pero no me voy a alejar mucho de este ámbito. Porque hay otro aspecto de los programas informativos que me irrita, y que para anular mi esperanza, parece que cada vez ocupa más espacio. Se trata de la preguntita a la gente de la calle. No puedo soportar que, tras un par de frases en que se resume el argumento noticioso, los periodistas se declaren en huelga de neuronas y echen por la calle de en medio, o la que sea, para preguntar al vulgo su opinión sobre los asuntos más peregrinos.

Siempre hay algún agricultor jubilado tomando el sol, y que seguramente responderá con tino a la cuestión candente: «¿Ha hecho bien el Fondo Monetario Internacional en presionar a los gobiernos africanos que trafican con diamantes?». La respuesta será, sin duda, diamantina. No mucho más allá encontrará la atrevida reportera a la sagaz abuelita que acarrea la compra, la persona más cualificada para contestar al interrogante: «¿Cree usted que el Blue-Ray será pronto superado por un nuevo formato?». Cuánta perspicacia acrisolada entre fogones encontraremos en su respuesta. Por último, la intrépida periodista culminará su ronda de preguntas con la aportación conspicua de un estudiante de vuelta del botellón: «¿Debería reformarse el Código de Derecho Canónico para flexibilizar las condiciones de la declaración de apostasía?». La lucidez de su respuesta confirmará a todos lo rancio que sería hoy recordar ese dicho de «doctores tiene la Iglesia», frase que nuestro prócer botellonero jamás osaría repetir, perdón, conocer.

Después de estas hazañas dignas del Pulitzer, los periodistas no sólo habrán cumplido su secundario objetivo de rellenar el espacio informativo. Sobre todo, nos han proporcionado, sin pedir a cambio más que nuestra atención, una exacta radiografía de la sociedad española. Mil gracias.

martes, 27 de mayo de 2008

Marilyn


Últimamente estoy viendo varias películas de Marilyn Monroe gracias a que nuestro canal autonómico ha tenido a bien concedernos un ciclo de esta actriz. La mayoría las había visto, otras me resultaban desconocidas, y las demás lo seguirán siendo pues no entran en el repertorio habitual de las televisiones.

Mi impresión, en todo caso, es que Marilyn sigue llenando la pantalla, y no sólo por sus exhuberancias anatómicas, sino por un particular don para encantar el celuloide. No es un encanto, claro está, parecido al de Audrey Hepburn, que era la mirada y la gracia; tampoco es la elegancia femenina de Jean Simmons (otra de mis preferidas). El encanto de Marilyn es mucho más carnal, pero no sólo eso, porque de lo meramente carnal se acaba uno aburriendo. Con las otras dos actrices conformaría una mujer imposible, lo que confirma que el universo mujeril es el país de nunca acabar (de fascinarse).

Como actriz, Marilyn sigue ocupando un lugar muy inferior al de su mito. Pero creo que el cine no hubiera sido lo mismo con ella, que las películas que protagonizó hubieran sido otra cosa o no hubieran existido, que fue inspiración de hombres (o de machos, para entendernos), y por eso quizá al resultado no se lo llama poesía. De deportistas a intelectuales, los hombres no fueron más que hombres al caer rendidos ante ella.

Murió triste, hueca y desesperada, mientras su belleza aún era lozana, aunque a saber lo que ella tenía en su cabeza. Dejó una película incompleta, como diciendo que su personaje no estaba acabado, que de esta rubia no se cansaba nadie, salvo ella. Empezó desnuda en un calendario, pero el cine la vistió con sus mejores galas, y el tiempo no pasa por aquello que tocó, que continúa cautivando porque ella aparece.

jueves, 22 de mayo de 2008

En el Valle de Elah


Paul Haggis debe de ser un tipo bastante listo. Gracias a Crash ganó el óscar a la mejor película y al mejor guión. Además le debemos los guiones, entre otras, de Cartas desde Iwo Jima y Million Dollar Baby. En su última película, En el Valle de Elah, vuelve a repetir múltiples facetas, que también le han sido reconocidas. Es un cine inteligente, lleno de cargas de profundidad, que sabe aprovechar a través de la hábil dirección de excelentes actores.

En esta última película se cuenta una historia vinculada a la guerra de Irak, pero que se desarrolla en Estados Unidos. Un padre –Tommy Lee Jones, cada vez más surcado de tristezas– busca a su hijo, que ha vuelto de aquel conflicto como un veterano invisible. Su dolor y el de su madre –la siempre increíble Susan Sarandon– crecen a lo largo de la historia, con subrayados que son casi siempre silencios, miradas perdidas, ansiedades que tratan de espolear esperanzas que exhalan su último suspiro. Colabora en la búsqueda una policía que arrastra su propio saco de problemas, una Charlize Theron que no parece ella, sino una chica cualquiera o una estrella apagada. Las implicaciones humanas son tremendas y terribles, y los esfuerzos se ven recompensados con la confirmación de una tragedia que deja de parecer humana.

Es una película que va más allá de lo político o lo policíaco, y retrata el dolor de las personas. Un dolor que arrastra los pies por un pasillo con el peso del mundo bebiéndose los corazones. Un dolor que en cada gasolinera o lavandería quiere ver lo que ya no existe. Un dolor que clava su dedo en el pecho para sobresaltar a media noche al que estaba rendido. Un dolor que se agiganta en la desesperación de quien ha dejado de comprender.

Pero los hombres se sobreponen, y desde el dolor y la incomprensión piden ayuda. No era preciso el subrayado final, ya sabíamos que sólo Dios podía acudir en su auxilio.

martes, 20 de mayo de 2008

Chikicosas

A veces uno escribe en estado de shock, y se entra en materias que no son las propias para hablar de cosas que tal vez no lo merecen, pero nublan la visión. En realidad, este estado empieza a no ser tan raro en España.

Hoy he visto en las noticias cómo ese personaje lamentable que canta lo del Chiki Chiki llegaba a Belgrado y daba una master-class en el Instituto Cervantes de allá. Casi huelgan comentarios, sobre todo el de que el muerto insigne levante la cabeza. Resultaba surrealista ver a los pobres serbios con ansias de aprender español confesando su contento por haber conocido nuevas palabras, las que salpican la letra del conocido sonsonete, que gracias a Dios no tengo el disgusto de conocer.

Es, sobre todo, patético ver a Televisión Española enfangada en el respaldo de este personaje y sus bajezas por el hecho de que constituye su apuesta para Eurovisión. Después de esto, que cierren y se vayan todos a casa a quitarse los piojos.

Sé que es un tema indigno de mi blog, pero a veces uno también se contagia de la peste ambiental. Por supuesto, no pienso poner foto.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Centauros del desierto


Se abre una puerta. El desierto texano, un jinete que se acerca, y una mujer sobresaltada que lo espera. Esta película de John Ford es una obra de arte, un disfrute para los sentidos, pero también para la razón, la libertad y el amor. Una enseñanza continua de la persona y el paisaje, de la persona en el paisaje, de la lucha por vivir y de la dificultad de abrirse camino cuando todo es polvo. John Wayne construye un personaje formidable, complejo, abrupto, un poco gamberro a veces, como residuo tal vez de un pasado que se nos trasluce como poblado por la energía juvenil y el amor, pero que se endureció con capas de guerra y decepción. La aventura y el sacrifico, el amor y el humor, todo ello se nos presenta desde un prisma perfecto en el que todo lo importante, que es todo lo nimio, reluce con naturalidad e importancia. No es pasar un rato viendo una película del oeste, es tener una experiencia estética y humana que nos cultiva, y que conviene repetir una y otra vez. Al final, una puerta se cierra, y el hombre se aleja concluido su trabajo de Hércules, habiendo sobrevivido a una tierra siempre dispuesta a engullirlo, habiendo vivido.

viernes, 9 de mayo de 2008

Un meme

Fran (http://luzapacible.blogspot.com/ ), que tiene un blog tan sensible y bonito como el nombre que le ha puesto, me encomienda la misión de hacer y pasar un meme, que por lo visto es algo pensado para el mejor conocimiento interblogueril. Como estoy encantado de sus visitas y ha encomiado mi blog en el suyo, no puedo menos que responder positivamente a su invitación.

Las normas del Meme son:
1.-Poner el enlace de la persona que te envía el meme en el blog.
2.-Escribir las reglas en el blog.
3.-Compartir 6 cosas no importantes y 6 que nos gusten.
4.-Avisar a 6 personas y dejar comentarios en sus blogs.

Lo que considero que no es importante:
1.- El 99% de los programas de televisión.
2.- Las opiniones de la gente de la calle que incrustan continuamente en las noticias (tengo pendiente una entrada sobre esto).
3.- Lo que piensen los demás de lo que creo yo.
4.- Lo que dicen y hacen los políticos para la galería.
5.- El fútbol.
6.- Tener que salir de copas todos los fines de semana.

Las cosas que más me gustan, o algunas de ellas:
1.- El cine clásico, sobre todo si viene de Capra, Ford, Hitchcock, Welles...
2.- La literatura, también clásica, sobre todo los novelones rusos, y la novela histórica del XIX, que tengo tan poco tiempo de leer.
3.- La poesía.
4.- Escribir, sobre todo cuando termino –ahora estoy con un artículo que estoy deseando quitarme de encima–.
5.- La buena mesa.
6.- El disfrute de la naturaleza, el arte, la verdad, la bondad y en general todo lo que es hermoso.


Por supuesto, todo lo anterior es inmensamente mejor si además lo comparto con mi mujer.

Le paso el meme a:
- Sinretorno
http://caraacara.blogspot.com/, porque es un gran clásico y otras cosas más también grandes.

- Ángel
http://estalacosamuymala.blogspot.com/ porque es quien me metió en el mundo del blog, y el suyo es de los más divertidos y mejor escritos que seguramente existen.

- Fray Guillermo
http://portu-tatis.blogspot.com/, porque aunque no visito su blog, él de vez en cuando se deja caer por el mío para discutir un rato.

- Regina
http://invitameavivir.blogspot.com/, porque le gusta la poesía.

- Capitan Achab
http://elcapitanachab.blogspot.com/, porque tiene un blog inteligente y erudito, y muchas de sus entradas merecerían ser pagadas.

Y, siento decirlo, pero no tengo más, porque mucha de la poca gente que entra en mi blog no tiene blog. Tengo pocos amigos, y además sin blog… esto es muy triste. Me quedo sin cumplir las reglas del meme.

martes, 6 de mayo de 2008

La Reina de África


He visto últimamente dos películas que me parecen antagónicas, aunque las dos trascurren en África y en medio de guerras mundiales –la primera y la segunda-. Se trata de La Reina de África (John Huston, 1951) y El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996). Ambas traen fama de historias de amor, aunque sobre todo la segunda va de eso, mientras la de Huston podría pasar también por una peli de aventuras.

Tras haberlas visto y haberlas rumiado, tengo claro que la historia de amor está en La Reina de África. ¿Qué, si no el amor, lleva a un hombre a imitar a hipopótamos y monos delante de su amada y ésta le ríe las gracias? ¿Qué, si no el amor, permite sacar adelante un proyecto que parecía imposible, compartiendo todas las penalidades que arrastra y animándose mutuamente? ¿Qué, si no es el amor, puede convertir cada trato y cada roce en una muestra de respeto y delicadeza, incluso en medio de las condiciones más deplorables? ¿Qué, si no el amor, hace pensar a una pareja en el matrimonio cuando la muerte les aguarda al minuto siguiente? Pues todo esto se da maravillosamente en La Reina de África, que he de proclamar como una de las grandes películas de amor de la Historia.

El paciente inglés, por su parte, lleva en la intención ya de entrada el presentarse como una de las grandes historias de amor de la Historia, y yo no lo encuentro por ningún lado. Claro que algo parecido ocurre con otras como Lo que el viento se llevó o Memorias de África. En ellas hay engaños, traiciones y violencias, dentro de la misma pareja, pero también pasión tórrida y dependencias enfermizas. Todo ello remarcado por músicas inolvidables y parajes idílicos, donde los bellos protagonistas se entregan a sus impulsos. Los pobres Humphrey Bogart y Katherine Hepburn que viajan en su barcaza por un río africano, feos y ya talluditos, con un aspecto lamentable durante la mayor parte de la película, y en unas condiciones insalubres, se aman mil veces más que todos los otros juntos. Y no van de historia de amor. Pero eso es lo que pasa también en la vida real: unos ganan la fama y otros cardan la lana. Luego no extraña que nos pongamos a imitar a los que no son.