jueves, 8 de marzo de 2007

Un puente a la realidad


Ayer salí emocionado del cine, como no recordaba que me hubiera ocurrido antes. Vi una película -"Un puente a Terabithia"- que no ha tenido mucho bombo, que se presenta como seguidora de la estela de las Crónicas de Narnia, de carácter infantil, etc. Nada de esto se acerca a su verdadera naturaleza. Se trata, sí, de una historia que protagonizan sobre todo niños, y en la que tiene una gran importancia la imaginación. Pero diría que los efectos especiales son aquí secundarios, hasta el punto de que me atrevo a afirmar que es una de las películas más realistas que he visto en mucho tiempo. "Un puente a Terabithia" presenta la realidad de una de las formas más contundentes y sencillas que he tenido la oportunidad de contemplar en una sala de cine. Sin subrayados, sin alharacas, como es la misma vida. Y por ello constituye una aportación de incalculable valor en una época de tantos disfraces y superficialidades. Esto, que para mí es especial, no quita que se trate de una película preciosa -no soy muy dado a utilizar este adjetivo, como no sea con mi novia-, buena y bonita, en el sentido más profundo de estos términos, con momentos divertidos y momentos tristes, y en la que destacan sus dos protagonistas principales, enormes hallazgos, de los que uno queda prendado desde el principio. Ya digo, la recomiendo con toda mi alma, desde mi punto de vista es una experiencia de las que dejan huella.