miércoles, 29 de noviembre de 2006

Abstracciones


Me gusta Kandinsky, lo cual no quiere decir que lo comprenda, lo que a su vez no significa que no me diga algo, aunque esto no implique que esté en lo cierto, pese a que todo lo anterior, y el propio Kandinsky, sean verdad.
De vez en cuando lo que mejor nos representa es un montón de garabatos. Más aún: la mayoría de las veces no podría trazar una imagen perfecta y bien definida de mí mismo. Apenas acertaría a esbozar unas líneas curvas y rectas, casi siempre con límites inciertos, como a medio hacer, aunque con puntuales notas de color. Quizá el mundo exterior sea más fácil de representar que uno mismo, y será por eso que los abstractos prefieren mirar hacia dentro, a lo difícil. ¿O será más sencillo hacer cuatro garabatos con un presunto sentido profundo? Puede que yo sea simple entonces, o al contrario, muy complejo. Lo cierto es que me reconozco en Kandinsky. Y eso que lo más seguro es que no pensara en mí cuando pintaba. Cosas de lo abstracto.

martes, 28 de noviembre de 2006

Fugacísimos

A ver, cuánto están dispuestas a durar estas palabras mías en esta ventana luminosa, propensa al disparate y a la saturación. Qué queda de nosotros, sino un rayo de luz en el pensamiento de alguien a quien hemos olvidado hace tiempo, pero que busca en su baúl -imagen sobada, lo sé- aquella carta que recibió por error un día que se perdió entre otros muchos.
La memoria me tiene esclavo de intentos de persistir, que serían desesperados si no hubiera otra vida más sólida que ésta. Sé hace años que no hay leyenda mejor grabada que la que encuentra su asiento en el corazón humano. Si lo conseguimos, siquiera sea en un caso, habrá valido la pena el esfuerzo. Mientras tanto, arrojaré millones de palabras a la papelera del tiempo, espero que con la utilidad de ser abono para otros.

domingo, 26 de noviembre de 2006

La realidad


Parece siempre que lo que se opone a la realidad es el deseo. Sí y no. Lo que ocurre es que la realidad está incompleta, siempre le falta algo, y ahí es donde el hombre tiene ocasión de lucirse. El fatalismo, tan de moda, me fastidia bastante. Ese pensar que las cosas ocurren así, y no se puede hacer nada. Pero lo que más me molesta es que la resignación se reserva sólo para las cosas verdaderamente importantes. Porque, si me aparcan en doble fila y no me dejan salir, despierto al vecindario con el claxón, saco la fiera que llevo dentro, llamo a la grúa... lo que haga falta. Si contemplo la ruina de un matrimonio... es como si miro las de la patria mía... me lamento, y ya está. O le grito al Gobierno que él haga algo.
Como le recordé a alguien, es una verdad como un templo lo que decía San Pablo -después de hablar del amor, precisamente- de que en este mundo no vemos las cosas como son. Nos quedamos con el decorado, nos dejamos hipnotizar por el cartón piedra... todo eso que el día de mañana se vendrá abajo para dejarnos ver las cosas como realmente son. Y entonces diremos: la felicidad estaba tan cerca, con sólo haberme esforzado un poco más...
El hombre está hecho a imagen de Dios. Esto quiere decir que, como su Creador, puede ser creativo; que, como Aquel que le ha hecho por amor, él puede también amar, e ir introduciendo amor en el mundo, como una prolongación siempre viva del primer acto creador. Pero eso que puede hacer gracias a que es libre, puede también dejar de hacerlo en virtud de lo mismo. Entonces, la realidad será mero escenario de avatares para los que no encontramos sentido, y nuestra huella en el mundo será ninguna. Siempre lo diré: la realidad sin esperanza es mentira. Huyo de los finales tristes que alaban los críticos. Sin esperanza no me creo la realidad, no me creo este mundo.

viernes, 24 de noviembre de 2006

Pendientes de un hilo


Tenía la buena costumbre -antes de que el camino se fuese erizando de barriadas hostiles- de subir andando al castillo que domina mi ciudad, y contemplar desde su altura las calles y edificios por donde se desarrollaba mi vida cotidiana. Hacerlo a aquella distancia me otorgaba una visión distinta de las cosas: todo era más pequeño, casi diminuto, minimizado por un sencillo ejercicio de alejamiento. Y sentía alivio. Porque la mayor parte del tiempo vivimos con la nariz pegada a los problemas, pendientes de un hilo o caminando en el filo de la navaja. La tensión nos encrespa y nos vuelve adustos e irascibles. Cuando el cuerpo y la mente dicen basta, es preciso recuperar la realidad de las cosas. Y ello implica ser conscientes de nuestra menudencia, y de que lo que nos altera y angustia es bastante relativo mirado desde una cierta distancia. Echo de menos mis paseos, y ahora, cuando una ventana me lo permite, busco nubes y horizontes, rastros de naturaleza no esquilmados por el hormigón, una posibilidad de escape que avive el recuerdo de que la vida no es sólo una cuerda en tensión permanente. Puede que todo sea pura y simple necesidad de Dios.

jueves, 23 de noviembre de 2006

Galaxias que chocan


Parece que de verdad somos tan pequeños. Es como remover un café con nata y sirope, y pensar por un segundo que en la más pequeña de esas partículas se encuentra el sistema solar que nos cobija. Casi nada. Y Dios cuenta cada pelo que se nos cae... Desde luego, en la idea que tenemos de lo que sea un Dios no se nos ocurre pensar que se dedique a tales vulgaridades. Está claro que la criatura cada vez se halla más lejos de su Creador, que ni lo entiende ni lo conoce, y sólo es seguro que lo necesita. Si a Dios se le cayera un pelo me aplastaba... y vaya cómo paso de fijarme.
Son patéticos los esfuerzos de algunos por atacar la religión, je, como si hiciera falta, ya dejamos de creer solos. Pero patéticos sobre todo porque ante el que de verdad se ha encontrado con Dios no pueden hacer nada. Ahí la vida humana adquiere, ella también, la magnitud de galaxias que chocan. Sólo se puede mirar con reverencia el espectaculo.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Atisbos de amor


Veo que hablar de amor desconcierta, que a pesar de lo sobado de la palabra, sólo se conoce su superficie. Sí, todo el mundo tiene experiencia de amor, mayor o menor; pero a menudo ni sabe lo que se trae entre manos. Todo se vive demasiado en el nivel sensible y menos en el proyectivo y futurizo, como diría Julián Marías. Compromiso es una palabra que para muchos recuerda la figura de un ancla o un lastre; prefieren el vuelo de las aves, aunque estas carezcan de libertad.
¿Y qué se yo de amor? Pues en "El apartamento", de Billy Wilder, al final, el pobre Jack Lemmon, después de todo un calvario, se deja pegar por la chica que ama. No hace daño a nadie, no arrasa una ciudad ni da grandes voces. Sólo pone la mejilla para recibir un golpe que no le correspondía, y deja con su gesto una de las escenas más hermosas y sencillas de la historia del cine. Así es el amor verdadero: modesto, cotidiano, dispuesto a todo sin alharacas. Con un poco de atención, podemos atisbarlo en pequeños detalles; merece la pena buscarlos y cultivarlos como lo más valioso que el hombre puede sacar de sí mismo.

Iniciativa otoñal


En este otoño no del todo frío y no del todo desabrido, se me ocurre pasar de ser navegador a ser navegable. Que a nadie se le escapen los escollos que pueda ocultar la singladura, no soy fácil. Tampoco dócil, aunque algunos lo piensen. Y digo esto porque la definición negativa siempre es la más cómoda, no arriesgo nada con ella.
El riesgo está hoy en ser políticamente incorrecto, y que de eso no quepa duda aquí. Ignoro lo que durará la aventura; pero está claro que el mar sigue ahí, aunque calle. Y al lobo se le supone siempre, aunque sólo a veces lo soliviante la luna.